Desde la casa de santa Ana
Queridos amigos:
Bien sabemos nosotros los creyentes que la Divina Providencia no descansa. Dios siempre está trabajando y derramando sus bendiciones sobre nosotros, aun cuando a veces no le prestemos mucha atención a todas sus gracias, o al menos no de inmediato, sin embargo, en todo momento Él se está preocupando por nosotros y ofreciéndonos sus abundantes beneficios.
Pero también es cierto que son muchas las gracias que se nos manifiestan de manera notable y que vale la pena compartir. Pues bien, de estas gracias -como siempre- no estuvimos exentos este año, y es así que los queremos hacer partícipes de nuestra alegría por los beneficios recibidos para la celebración de este año.
Preparativos
Todos los años, para la celebración, ponemos un pequeño techo al lado izquierdo de la basílica, donde desgraciadamente no entran todas las personas que asisten, obligando a los demás a buscar la sombra para participar mejor de la santa Misa. Este año, por primera vez, pudimos cubrir prácticamente toda la ruina con grandes “media sombras”, haciendo así no sólo que el lugar quedase más fresco, sino que además el altar para la santa Misa quedó al centro de todo, con los restos de la casa de santa Ana atrás y todos los feligreses sentados. Pero antes de esto recordemos todo el trabajo de limpieza y orden del lugar, para el cual la Divina Providencia nos envió con gran generosidad las manos que nos hacían falta, en atención al día de sus abuelos terrenos, por lo cual queremos resaltar de manera especial las manos de cinco jóvenes voluntarios españoles, quienes durante su peregrinación, al enterarse de la fiesta y de que éramos sólo dos monjes ofrecieron en seguida su ayuda, gracias a la cual se pudo techar, limpiar y ordenar de manera notable. Después vinieron también nuestras hermanas a cooperar con la preparación, con lo cual terminamos de formar el “equipo de trabajo” de este año, importantísimo para nosotros también por algunas innovaciones, como el ya mencionado techo, una sencilla reja para resaltar más aún los restos de los que fue (según nos enseña la tradición y antigua peregrinación a este santo lugar), la casa de santa Ana, y la petición de una veneración especial de la gran roca que nos ha quedado como gran reliquia, más sillas para que todos pudieran participar cómodamente, etc.
“El gran día”
Ya dijimos que por vez primera todo pudo estar techado, y cómo llegaron providencialmente más manos voluntarias; pues bien, la ayuda continuo cuando llegaron nuestras religiosas a ayudarnos con la liturgia y últimos detalles del lugar. Ya para la ceremonia tuvimos el altar al centro, 14 sacerdotes concelebrantes venidos de distintas parroquias de Nazaret junto con los frailes de la Custodia de Tierra Santa y hasta un matrimonio cristiano que amablemente se ofreció a dirigir los cantos trayendo ellos mismos el órgano, parlantes y micrófonos. Las “Hijas de santa Ana” (religiosas italianas vecinas, a quienes celebramos la santa Misa) nos prestaron la imagen de santa Ana junto con una reliquia; luego pusimos el cuadro de santa Ana con la Virgen niña que está en nuestra capilla y gracias a Dios la Ruina de la Basílica se vio notablemente embellecida, dejando también muy contentos a los feligreses que participaron de la celebración.
“Un regalo especial”
Como les contamos en la crónica anterior, habíamos hecho una petición especial de veneración de la roca al centro de la basílica, la gran reliquia de la casa de santa Ana, la cual fue solemnemente aprobada por los padres franciscanos y llevada a cabo antes de la bendición final: se rezó una oración especial, luego pasamos a la roca donde se leyó el Evangelio para luego incensar la roca y bendecirla con cantos. Finalmente se dio la bendición a todos los feligreses y después de la santa Misa pudimos participar de un sencillo festejo con nuestra familia religiosa presente en la solemnidad.
Damos gracias a Dios por todos sus beneficios, por las manos que nos envió y por las muchas oraciones de ustedes por esta celebración que Él atendió paternalmente y de manera tan notable.
Nos encomendamos como siempre a sus oraciones y comprometemos las nuestras por sus intenciones.
Con nuestra bendición, en Cristo y María:
Monjes del Monasterio de la Sagrada Familia,
Séforis, Tierra Santa.
P. Jason Jorquera M.
P. Néstor Andrada