Vía Crucis

10ª Estación: Jesús es despojado de sus vestiduras

 Te adoramos, oh Cristo y te bendecimos,

que por tu santa cruz redimiste al mundo

 

Arrancan y reparten sus vestidos

verdugos que reviven las heridas

que cubren todo el cuerpo del Ungido:

cumpliendo, una vez más, las profecías

                                     (Mt 27,35)

 

 Los soldados sin compasión y con burlona insolencia  arrancan a Jesús los vestidos que traía ya adheridos a su lastimado cuerpo, reviviendo sus heridas, abriendo sus terribles llagas, y atentando impíamente contra su santo pudor. Jesús queda casi desnudo, cubierto con un manto de sangre y una punzante corona de espinas. ¿Hasta dónde llegará la ponzoñosa actitud de los soldados?; reparten sus vestidos y sortean la túnica, tal cual vaticinaron las escrituras (Sal 22,19).

Entre burlas y desprecios, Jesús mío, continúas padeciendo por amores; ¿cuánto  más soportarás por mí?; ya comprendo, Señor, ya comprendo; de la misma manera quieres que arranque de mí toda falta de recato, toda inmodestia y precipitación.

Considera, alma mía, la misericordia de Cristo que por ti se deja desgarrar, pero más aún ten en cuenta cómo se destroza su Corazón divino cada vez que buscándote a ti misma le arrancas del lugar que por derecho le corresponde a Él para poner allí tus desordenados afectos y tus vicios.

Despójate, alma mía, de tus afectos mundanos así como Jesucristo fue despojado de sus vestidos y de su sangre, revístete de una vez con esta sangre divina que hermosea y fortalece en la adversidad, que purifica y mueve a perseverar en el bien.

Señor Jesús, que tan terribles afrentas padeciste por mis innumerables culpas, concédeme la gracia de arrancar de mi alma los afectos mundanos, cueste el trabajo que cueste, duela cuanto duela, o sangre cuanto sangre.

(Padre Nuestro, Ave María o Gloria)

P. Jason.