11ª Estación: Jesús es clavado en la cruz
Te adoramos, oh Cristo y te bendecimos,
que por tu santa cruz redimiste al mundo
Jesús, Varón de dolores,
traspasado en el madero,
derramando sus amores
silencioso cual cordero,
ruega al Padre que perdone
la crueldad que le infligieron.
Los encarnizados clavos taladran sin compasión las manos y los pies de Jesús. Terrible sufrimiento del Mesías en que atraviesan también su corazón y, sin embargo, de este mismo corazón herido brota con inefable ternura aquel perdón inabarcable , tan divino como sincero, que implora al Padre eterno una vez más intercediendo por los hombres: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen” (Lc 23,34).
Contempla alma mía el arquetipo divino del perdón, contempla aquella copiosa sangre, divina e inocente, que desea empaparte por completo y purificar tus inmundicias, arrancarte los parásitos del rencor y el resentimiento que buscan continuamente anidar en ti; que quiere enseñarte la verdadera semejanza con Cristo que comienza en el perdón y culmina con la cruz, porque Jesucristo al ser clavado por tus pecados rogó a su Padre por ti. Comparte con los demás lo que has recibido de Dios, lo que Cristo te alcanzó, lo que no mereciste sino en su sangre.
Te suplico Jesús mío, enséñame a perdonar con sincero corazón las pequeñas ofensas, porque muchas más y terribles recibiste por mi causa y sin embargo tu perdón fluye en un desbordante torrente cuyo cause es el madero de la cruz.
Señor, que nunca olvide tu misericordia para ser misericordioso con los demás, y que pueda compartir el tesoro inmensurable de tu perdón contemplando constantemente los impíos clavos en tus pies y manos, pues tan misterioso es el don divino de tu perdón que mientras más se comparte, más abundante se vuelve.
(Padre Nuestro, Ave María o Gloria)
P. Jason.