39º aniversario de la fundación del Instituto del Verbo Encarnado

Nuestra querida familia religiosa
Queridos amigos:
Como bien sabemos la perseverancia en la vocación es un regalo que debemos pedir constantemente y proteger mediante la fidelidad; y al mismo tiempo debe convertirse en una constante acción de gracias al Cielo por tan preciado don. Es por eso que en esta oportunidad les compartimos nuestra alegría y acción de gracias a Dios por habernos concedido hasta ahora 39 años de existencia, durante los cuales nuestra pequeña familia religiosa se ha ido extendiendo poco a poco por el mundo a través de las variadas y lejanas tierras de misión donde el anuncio del Evangelio se lleva a cabo bajo un carisma especial, y donde nuestros misioneros, aun con todas nuestras limitaciones y defectos, buscan darle a Dios la gloria que se merece y trabajan por las almas en favor del plan de salvación, sea desde las escuelas, sea desde las parroquias, sea desde la selva; en ciudades o lugares apartados, dando catecismo o confesando, pero especialmente llevando a Jesucristo Sacramentado y su evangelio, entrando en las diferentes culturas con aquel siempre fecundo espíritu misionero que se riega con las cruces y afrentas sobrellevadas y ofrecidas con generosidad, y aprendiendo más y más a desconfiar de nosotros mismos para poner en Dios toda nuestra confianza. Gracias a Dios por permitirnos formar parte de esta familia, a Él le seguiremos pidiendo siempre la perseverancia y la fidelidad a nuestra consagración.
Para esta ocasión nos preparamos con la correspondiente novena a la solemnidad de la Encarnación de nuestro Señor, y ya el día anterior nos juntamos con nuestros padres y hermanas de Belén, así como con un grupo de peregrinas que celebraban sus 30 años de votos venerando los santos lugares. El día de la solemnidad participamos de la santa Misa en la basílica de la Anunciación en Nazaret, presidida por el Patriarca y concelebrada por más de 50 sacerdotes, teniendo además la presencia de varios obispos y tal cantidad de feligreses de Nazaret y peregrinos que la basílica estaba totalmente llena.
Posteriormente se llevó a cabo la hermosa coronación de una imagen de san José y el Niño Dios frente a la gruta misma de la Encarnación, donde además pudimos renovar nuestros votos religiosos en una sencilla pero emotiva ceremonia, para dar gracias también todos juntos y a continuación realizar el tradicional almuerzo festivo, entre cantos en distintos idiomas según los misioneros asistentes, y teniendo muy presente aquellas hermosas palabras de nuestras constituciones: “En nombre de Cristo queremos constituir una familia religiosa en la que sus miembros estén dispuestos a vivir, con toda radicalidad las exigencias de la Encarnación y de la Cruz, del Sermón de la Montaña y de la Última Cena. Donde se puedan vivir los anonadamientos de Nazaret y del Calvario, donde se entre en las confidencias del Tabor y de Getsemaní. Donde se experimente la paternidad del Padre, la hermandad del Hijo y la inhabitación del Espíritu Santo, amándonos de tal manera los unos a los otros por ser hijos del mismo Padre, hermanos del mismo Hijo y templos del mismo Espíritu Santo, que formemos un solo corazón y una sola alma (Act 4,32).”
Damos gracias a Dios por esta solemnidad tan importante para nosotros, ya que vio nacer a nuestra querida Congregación, y pedimos por el aumento, perseverancia y santificación de las vocaciones sacerdotales y religiosas para la Iglesia.
Con nuestra bendición, en Cristo y María:
Monjes del Monasterio de la Sagrada familia.
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