¡Santa Ana llegó a su casa!

Finalmente en su lugar…

Hace más de 4 años tuvimos uno de aquellos encuentros que la Divina Providencia sabe disponer muy bien según sus bondadosos designios. Una mañana, mientras me encontraba sacando malezas y barriendo junto al muro que da hacia el valle, vi pasar por abajo a un sacerdote con quien desde lejos nos saludamos alzando las manos, y luego de eso simplemente seguí trabajando. A los pocos minutos entraba el joven sacerdote que resultó hablar español, y luego de darle la bienvenida y presentarnos brevemente me preguntó qué lugar era este, a lo cual le respondí con simplicidad que era el lugar donde estaba la casa de santa Ana, haciendo esbozar al padre una gran sonrisa que lo acompañó todo el tiempo que le expliqué un poco acerca de la tradición de los abuelos del Señor aquí con María santísima niña, luego la Virgen con san José y Jesús con total probabilidad y luego algo acerca de nuestra presencia allí desde que la Custodia de Tierra Santa nos abrió amablemente las puertas del lugar para poder dedicarnos a cuidarlo y rezar. A continuación, vino su respuesta a mi breve explicación, la cual esta vez fue a mí a quien le arrancó una gran sonrisa, también de admiración, cuando me dijo que justamente su parroquia, en Arizona, se llamaba “santa Ana”, y que no sabía que existía este lugar ni mucho menos que Dios lo haría llegar aquí para sorprenderlo.

Luego de rezar largamente en la capilla, el P. Sergio se vino a despedir amablemente diciéndome que estaba muy agradecido de Dios por esta sorpresa y que deseaba hacer algún regalo a futuro para este lugar santo, y fue así como le confié en seguida el deseo que tenía desde que llegué: colocar una imagen de santa Ana para conmemorar su estadía en Séforis, pero que solamente le pedía oraciones a él y a su parroquia que rezaran por esta intención, pues escapaba absolutamente a nuestras posibilidades; “cuenten con nuestras oraciones” fue su pronta respuesta antes de despedirnos y quedar contactados por mail.

Pues bien, 3 meses después recibo un mail del P. Sergio, lo cual me dio mucho gusto ya que se encontraba ya presente en nuestras oraciones así que saber algo de él me alegró bastante, así que abrí el correo y al comenzar a leer ya el resto fue todo emoción, ya que me comunicaba que había hablado con sus parroquianos para contarles cómo la Divina Providencia lo había sorprendido, y fue así que él y toda la parroquia decidieron poner manos a la obra, y con admirable generosidad comenzaron a juntar ayuda y hacer lo posible para contribuir a la intención que les habíamos encomendado en sus oraciones, y que se había traducido en una de las mejores y más emocionantes noticias que el monasterio ha recibido: ellos mismos donarían la imagen de santa Ana con la Virgen niña para que nuestra santa “volviera a estar presente en su casa”… no recuerdo haber danzado de alegría como el rey David, pero sí que el corazón me saltó de emoción, llenándome de la gratitud que para siempre tendrá esta parroquia y el padre de parte de nuestro monasterio, el cual siempre los tendrá presente en sus plegarias.

El resto fue realmente un abrirse paso a través de variadas dificultades hasta poder finalmente recibir a santa Ana en el monasterio, por lo cual nos repetíamos a menudo, “esta imagen será de grandes bendiciones, pues está costando hacerla llegar”; así hubieron inconvenientes en aduana, después con la colocación, luego con los costos inaccesibles para nosotros respecto a las grúas, luego el hecho de encontrar la maquinaria precisa, etc. Finalmente, luego de rezarle especialmente a santa Ana y toda la Sagrada Familia, la Divina Providencia puso en nuestro camino personas buenas y generosas que nos ayudaron a conseguir la ayuda necesaria para llevar a término dicha empresa. Desde hace meses la intención de colocar la imagen de manera definitiva no dejó de estar presente en nuestras oraciones, en la santa Misa, pidiendo rezar a nuestros amigos de Facebook y peregrinos; y religiosos y religiosas de nuestras misiones por el mundo, especialmente de los monasterios.

Ayer, finalmente, y luego de haber conseguido con grandes esfuerzos la maquinaria, y haber tenido que sacar los portones del monasterio para hacer entrar la grúa “literalmente con un centímetro de separación del muro a cada lado de la grúa”, santa Ana llegó a su casa, a su lugar definitivo, sobre una base colocada junto al altar que preparamos en su honor. Tanta era nuestra alegría que apenas salieron los trabajadores, después de haber colocado nuevamente los portones no sin gran esfuerzo, nos fuimos corriendo a preparar la santa Misa de acción de gracias junto a santa Ana y la Virgen, quienes desde ahora miran hacia en lugar donde la pequeña María santísima habrá jugado en su niñez, donde san Joaquín y santa Ana habrán compartido con ella sus juegos inocentes y la habrán visto crecer; donde san José habrá trabajado con Jesús en algún momento dejando su santa huella, santificando lo cotidiano, santificando la familia y el trabajo, y donde ahora, después de varios siglos, nuevamente hay un sagrario resguardado por la sencillez del monasterio, y donde los peregrinos poco a poco comienzan a aparecer para venerar lo que fue la casa de santa Ana, convertida en monasterio y santuario que siempre en silencio los espera para ofrecer esa grande y profunda consideración, breve pero que en sí misma encierra mucho: por aquí pasó y vivió toda la Sagrada Familia.

Gracias a todos aquellos que nos han ayudado con sus oraciones y económicamente, gracias al P. Sergio y la Parroquia santa Ana, gracias a todas las almas que desde la distancia contribuyen con sus plegarias y sacrificios, y gracias especialmente a la Sagrada Familia, cuya intercesión de deja conocer constantemente estando aquí.

Con nuestra bendición, en Cristo y María:

Monjes del Monasterio de la Sagrada Familia,

Séforis, Tierra Santa.

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