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Oración por los sacerdotes (Pío XII)

Jesús, Pontífice eterno, Pastor verdadero, fuente de la vida que por singular magnificencia de tu sagrado Corazón nos diste a nuestros sacerdotes para que cumplieran en nosotros aquellos designios de santificación que tu gracia inspira en nuestros corazones, te suplicamos los ayudes con tu misericordioso auxilio.Que la fe, Señor vivifique en ellos sus obras, que la esperanza sea indestructible en sus pruebas, que la caridad sea ardiente en sus propósitos. Tu palabra, rayo de eterna sabiduría, sea, por la continua meditación, el alimento perenne de su vida interior; que los ejemplos de tu vida y de tu pasión se renueven en su conducta y en sus sufrimientos para enseñanza nuestra, para luz y aliento de nuestros dolores.

Haz, Señor, que nuestros sacerdotes, desprendidos de todo interés mundano y únicamente celosos por tu gloria, permanezcan fieles a su deber, con pura conciencia, hasta el último aliento. Y cuando por la muerte del cuerpo, pongan en tus manos la bien cumplida tarea, hallen en ti, Señor Jesús, que fuiste su Maestro en la tierra, el premio eterno de la corona de justicia en el esplendor de los Santos. Amén.

Oración por el Papa

-Oremos por nuestro Pontífice N…

-El Señor lo conserve y fortalezca, lo haga feliz en la tierra y no lo entregue en manos de sus enemigos.

(Padre nuestro, Ave María y Gloria)

Oremos: Señor Jesús, Pastor y guía de todos los fieles, que has fundado la Iglesia sobre la roca firme de Pedro para que los poderes del infierno no prevalecieran contra ella, protege al Papa, Vicario de tu amor, a quien has puesto como pastor de tu grey. Defiéndelo de los enemigos, asístelo con la luz y fuerza del Espíritu Santo, concédele el consuelo de ver que la Santa Iglesia se extiende en la paz y en la unidad entre todos los pueblos de la tierra. Infunde en nuestro corazón un amor ardiente al Papa para que podamos permanecer siempre fieles a sus enseñanzas y, bajo su guía, llegar a la vida eterna. Amén.

Consagración al Santo Ángel de la Guarda

 

Santo Ángel de la Guarda, que desde el principio de mi vida me fuiste dado para mi protección y compañía, yo N.N., pobre pecador, quiero consagrarme a ti, en presencia de mi Dios y Señor, de María, mi Madre celestial, y de todos los ángeles y santos. Quiero vincularme a ti para nunca separarme.

En esta íntima unión contigo “prometo ser siempre fiel y obediente a mi Dios y Señor y la Santa Iglesia. Prometo proclamar siempre a María como Reina y Madre, y hacer de su vida, el modelo de la mía. Prometo confesar mi fe en ti, santo Protector mío y promover celosamente la devoción a los santos ángeles, que son protección y auxilio de modo especial en estos días de tinieblas y lucha espiritual por el Reino de Dios.

Te pido santo Ángel de la guarda toda la fuerza del amor divino, para que yo sea en él inflamado.

Te pido todo el valor de la fe que nunca yo vacile.

Te pido que ésta mi íntima unión contigo sea para mí escudo protector contra todos los ataques del enemigo.

Finalmente te pido, Santo Ángel de la Guarda, la gracia de la humildad de la Santísima Virgen para que, imitándola en esta virtud, sea yo preservado de todos los peligros, y por ti guiado a la Patria celestial. Amén.

Treintena a san José

Para pedir gracias especiales al guardián de los más grandes tesoros de Dios: su Hijo y su Madre.

¡Oh amabilísimo Patriarca San José! Desde el abismo de mi pequeñez y miseria os contemplo con emoción y alegría de mi alma en vuestro trono del Cielo, como gloria y gozo de los Bienaventurados, pero también como padre de los huérfanos en la tierra, consolador de los tristes, amparador de los desvalidos, compañía de los Ángeles y Santos ante el trono de Dios, de vuestro Jesús y de vuestra santa Esposa. Por eso yo pobre, desvalido, triste y necesitado, a Vos dirijo hoy y siempre mis lágrimas y penas, mis ruegos y clamores del alma, mis arrepentimientos y mis esperanzas; y hoy es­pecialmente os traigo ante vuestro altar e imagen una pena que consoléis, un mal que remediéis, una desgracia que impidáis, una necesidad que socorráis, una gracia que obten­gáis para mí y para mis seres queridos. Y para conmoveros y obligaros a oírme y conseguírmela, os la pediré y demandaré du­rante treinta días continuos, en reverencia a los treinta años que vivisteis en la tierra con Jesús y María: y os lo pediré urgente y confiadamente, invocando todos los títulos que tenéis para compadeceros de mí, y todos los motivos que tengo para esperar que no dilata­réis el oír mi petición, y remediar mi necesidad; siendo tan cierta mi fe en vuestra bondad y poder, que al sentirla os sentiréis también obligado a obtener y dar más aún de lo que os pido y deseo.

1) Os lo pido por la bondad divina que obli­gó al Verbo Eterno a encarnarse y nacer en la pobre naturaleza humana como Dios de Dios, Dios Hombre y Dios del hombre.

2) Os lo suplico por vuestra ansiedad inmen­sa al sentiros obligado a abandonar a vuestra santa Esposa.

3) Os lo ruego por vuestra resignación dolorosísima para buscar un establo y un pesebre para palacio y cuna de Dios nacido entre los hombres.

4) Os imploro por la dolorosa y humillante circuncisión de vuestro Jesús, y por el santo, glorioso y dulcísimo nombre que le impusisteis por orden del Eterno.

5) Os lo demando por vuestro sobresalto al oír del Ángel la muerte decretada contra vues­tro Hijo Dios, por vuestra obedientísima huida a Egipto, por las penalidades y peligros del camino, por la pobreza extrema del destierro y por vuestras ansiedades al volver de Egipto a Nazaret.

6) Os lo pido por vuestra aflicción dolorosísima de tres días, al perder a Vuestro Hijo, y por vuestra consolación suavísima al encontrarle en el templo, y por vuestra felicidad inefable de los años que vivisteis en Nazaret con Jesús y María sujetos a vuestra autoridad y providencia.

7) Os lo ruego y espero por el heroico sacrificio, con que ofrecisteis la víctima de vuestro Jesús al Dios Eterno para la cruz y para la muerte por nuestros pecados y nuestra redención.

8) Os lo demando por la dolorosa previsión que os hacía todos los días contemplar aquellas manos infantiles, taladradas después en la cruz por agudos clavos; aquella cabeza que se reclinaba dulcísimamente sobre vuestro pecho, coronada de espinas; aquel cuerpo divino que estrechabais sobre vuestro corazón, desnudo, ensangrentado y extendido sobre los brazos de la Cruz; aquel último momento en que le veíais expirar y morir.

9) Os lo pido por vuestro dulcísimo tránsito desde esta vida en los brazos de Jesús y María y vuestra entrada en el Limbo de los Justos y al fin en el cielo.

10) Os lo suplico por vuestro gozo y vuestra gloria, cuando contemplasteis la Resurrección de vuestro Jesús, su subida y entrada en los cielos y su trono de Rey inmortal de los siglos.

11) Os lo demando por vuestra dicha inefable cuando visteis salir del sepulcro a vuestra santísima esposa resucitada, y ser subida a los cielos por los ángeles y coronada en un solio junto al vuestro.

12) Os lo pido y ruego y espero confiada­mente por vuestros trabajos, penalidades y sacrificios en la tierra, y por vuestros triunfos y glorias y feliz bienaventuranza en el cielo con vuestro Hijo Jesús y vuestra esposa Santa María.

¡Oh mi buen Patriarca San José! Yo, inspirado en las enseñanzas de la Iglesia Santa y de sus Doctores y Teólogos, y en el sentido univer­sal del pueblo cristiano, siento en mí una fuerza misteriosa, que me alienta y obliga a pediros y suplicaros y esperar me obtengáis de Dios la grande y extraordinaria gracia que voy a poner ante vuestra imagen y ante vuestro trono de bondad y poder en el cielo.

Aquí, levantando el corazón a lo alto, se le pedirá al Santo, con amorosa instancia la gracia que se desea.

Obtenedme también para los míos y los que me han pedido ruegue por ellos, todo cuanto desean y le sea conveniente.

San José rogad por nosotros:

Para que seamos dignos de alcanzar las promesas de nuestro Señor Jesucristo.

Oremos: Oh Dios, que con inefable provi­dencia te has dignado elegir al bienaventurado san José para esposo de vuestra Santísima Madre; te rogamos nos concedáis tener por intercesor en el Cielo al que veneramos como protector en la tierra.

Tú que vives y reinas en los siglos de los siglos. Amén.

Visitas Al Santísimo Sacramento

“Jesús sacramentado es y debe ser para vosotros el único y verdadero amigo”

(San Juan Bosco)

 Actos que pueden hacerse en las visitas al Santísimo Sacramento

Señor mío Jesucristo que por el amor que tienes a los hombres te quedas noche y día en este Sacramento todo lleno de piedad y de amor, esperando, llamando y recibiendo a cuantos vienen a visitarte; yo creo que estás presente en el Sacramento del Altar, te adoro desde el abismo de mi nada y te ofrezco mi reconocimiento por todas las gracias que me has hecho, especialmente la de haberte entregado por mí en este Sacramento, haberme dado por abogada a María tu madre Santísima y haberme llamado a visitarte en tu Iglesia.

Saludo hoy a tu amantísimo Corazón, y lo hago con estos tres fines: primero, en acción de gracias por este gran don; segundo para compensarte de todas las injurias de tus enemigos; tercero, con esta visita me propongo adorarte en todos aquellos lugares de la tierra donde eres menos adorado y mas abandonado.

Oh, Jesús mío, te amo con todo mi corazón, me arrepiento de tantas veces que he ofendido en lo pasado tu bondad infinita. Propongo en adelante no ofenderte más con el auxilio de tu gracia y, aunque miserable, me consagro ahora mismo a ti y te hago ofrenda de toda mi voluntad, de mis afectos y deseos de todo cuanto tengo y poseo. Haz en adelante lo que quieras de mí y de mis cosas. Solo quiero tu santo amor, la perseverancia final y el cumplimiento perfecto de tu voluntad. Te recomiendo a las almas del Purgatorio, especialmente de las que fueron más devotas del Santísimo Sacramento y de María Santísima. Te recomiendo también a todos los pobres pecadores. Uno, en fin, oh amable Salvador mío, todos mis afectos a los de tu corazón amorosísimo, y así unidos los ofrezco a tu Eterno Padre, rogándole en tu nombre y por tu amor los acepte y los atienda.

Bendito y alabado sea el Santísimo Sacramento del altar, Sea por siempre bendito y alabado.

 Tres Padre nuestros, Ave Marías y Glorias.

Alma de Cristo

Alma de Cristo, santifícame

Cuerpo de Cristo, sálvame,

Sangre de Cristo, embriágame.

Agua del costado de Cristo, lávame

Pasión de Cristo, confórtame,

¡0h mi buen Jesús!, óyeme,

dentro de tus llagas escóndeme,

no permitas que me aparte de ti,

del maligno enemigo defiéndeme,

en la hora de mi muerte llámame

y mándame ir a ti, para que con tus santos,

te alabe, por los siglos de los siglos. Amén

Consagración al Sagrado Corazón de Santa Margarita María de Alacoque

Yo N.N. me dedico y consagro al Sagrado Corazón de nuestro Señor Jesucristo; le entrego mi persona y mi vida, mis acciones, penas y sufrimientos, para no querer ya servirme de ninguna parte de mi ser sino para honrarle, amarle y glorificarle. Esta es mi irrevocable voluntad: pertenecerle a El enteramente y hacerlo todo por amor suyo, renunciando de todo mi corazón a cuanto pueda disgustarle.

Te tomo, pues, Corazón divino, por único objeto de mi amor, por protector de mi vida, seguridad de mi salvación, remedio de mi fragilidad y mi inconstancia, reparador de todas las faltas de mi vida, y mi asilo seguro en la hora de la muerte. Sé, pues, Corazón bondadoso, mi justificación para con Dios Padre, y desvía de mí los rayos de su justa indignación. Corazón amorosísimo, en ti pongo toda mi confianza, porque, aun temiéndolo todo de mi flaqueza, todo lo espero de tu bondad. Consume, pues, en mi todo cuanto pueda disgustarte o resistirte. Imprímase tu amor tan profundamente en mi corazón, que no pueda olvidarte jamás, ni verme separado de ti. Te ruego encarecidamente, por tu bondad, que mi nombre esté escrito en ti. Ya que quiero constituir toda mi dicha y toda mi gloria en vivir y morir llevando las cadenas de lo esclavitud. Así sea.

Las Bienaventuranzas de santo Tomás Moro

Felices los que saben reírse de sí mismos, porque nunca terminarán de divertirse.
Felices los que saben distinguir una montaña de una piedrita, porque evitarán muchos inconvenientes.
Felices los que saben descansar y dormir sin buscar excusas porque llegarán a ser sabios.
Felices los que saben callar y escuchar porque aprenderán cosas nuevas.
Felices los que son suficientemente inteligentes, como para no tomarse en serio,porque serán apreciados por quienes los rodean.
Felices los que están atentos a las necesidades de los demás, sin sentirse indispensables, porque serán distribuidores de alegría.
Felices los que saben mirar con seriedad las pequeñas cosas y tranquilidad las cosas grandes, porque irán lejos en la vida.
Felices los que saben apreciar una sonrisa y olvidar un desprecio, porque su camino será pleno de sol.
Felices los que piensan antes de actuar y rezan antes de pensar, porque no se turbarán por los imprevistos.
Felices ustedes si saben callar y ojalá sonreir cuando se les quita la palabra, se los contradice o cuando les pisan los pies, porque el Evangelio comienza a penetrar en su corazón.
Felices ustedes si son capaces de interpretar siempre con benevolencia las actitudes de los demás aun cuando las apariencias sean contrarias. Pasarán por ingenuos: es el precio de la caridad.
Felices sobretodo, ustedes, si saben reconocer al Señor en todo lo que encuentran entonces habrán hallado la paz y la verdadera sabiduría.

Oración para pedir los Dones del Espíritu Santo

 Ven, Espíritu Santo, y concédenos el don de la Sabiduría, que dándonos a conocer la verdadera dicha, nos separe de las cosas del mundo y nos haga gustar y amar los bienes celestiales.

Gloria.

Ven, Espíritu Santo, y concédenos el don del Entendimiento, para que más fácilmente conozcamos y penetremos las verdades y misterios de nuestra fe.

Gloria.

Ven, Espíritu Santo, y concédenos el don del Consejo, que nos haga elegir en todo momento lo que contribuya más a la gloria de Dios y a nuestra propia santificación.

Gloria.

Ven, Espíritu Santo, y concédenos el don de la Fortaleza, que haciéndonos superar todos los obstáculos que se oponen a nuestra salvación, nos una tan íntimamente a Dios nuestro Señor, que nada ni nadie pueda separarnos de Él.

Gloria.

Ven, Espíritu Santo, y concédenos el don de la Ciencia, que nos de el perfecto conocimiento de Dios y de nosotros mismos así como de los medios que debemos poner en práctica y de los peligros que debemos evitar para llegar al cielo.

Gloria

Ven, Espíritu Santo, concédenos el don de la Piedad, que nos conduzca a cumplir con facilidad todo lo que sea del servicio de Dios y nos haga encontrar dulce y ligero el yugo del Señor.

Gloria.

Ven Espíritu Santo, y concédenos del don del Temor de Dios, que nos haga evitar con el mayor cuidado, en todos los instantes de nuestra vida, todo lo que pueda desagradar a nuestro Padre celestial.

Gloria.

Ven, Espíritu Consolador, Padre de los pobres, Esposo y suave refrigerio de las almas; ven y enriquécenos con las misericordias de tus siete dones, y danos con ellos tus preciosos frutos, a fin de que con tu divina asistencia guardemos puro nuestro corazón en la tierra y merezcamos después ver a Dios eternamente en el cielo. Así te lo pedimos por Cristo Señor nuestro que contigo y el eterno Padre vive y reina por los siglos de los siglos. Amén

Oración para antes del estudio

Escrita por Santo Tomás de Aquino
Inefable Creador, que dispusiste tan primorosamente el universo, y recurriendo a tu sabiduría, sobre el empíreo diseñaste, con orden admirable, la triple jerarquía de los ángeles; Tú, principio eminentísimo, que eres llamado fuente de luz y de sabiduría, infunde tu claridad sobre las dos tinieblas de mi mente con las cuales he nacido, removiendo ambas, la del pecado y la ignorancia.
Tú que haces elocuente la lengua de los niños, habilita la mía, y pon tu bendición sobre mis labios. Dame agudeza para entender, capacidad para retener, facilidad y método para aprender, sagacidad para interpretar, y tu abundante ayuda para hablar. Muéstrame el ingreso, dirige mi progreso, y concédeme el éxito. Tú verdadero Dios y verdadero hombre, que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.