El pecador habla con Jesucristo en la cruz…
El pecador:
¿Por qué, Señor del Cielo,
pudiendo redimir de mil maneras,
la cruz del desconsuelo
sin par, y sin fronteras,
abrazas por el hombre al que liberas?
Jesucristo:
Es cierto que podría
obrar la salvación con sólo un dedo,
mas si en la cruz se expía
amando con denuedo,
hasta el final en ella yo me quedo.
El pecador:
¡Mas no era necesario
beber también la hiel de los azotes!;
parece que el Calvario
forjaba sus barrotes
al son de la crueldad de los garrotes…
Jesucristo:
Aún no lo comprendes…,
lo escrito debe hallar su cumplimiento;
si tu mirada extiendes
al Cielo y su cimiento,
verás la gloria oculta en lo cruento.
El pecador:
Pero Señor, no entiendo,
¿por qué también espinas en tu frente
permites, cual remiendo
furioso e insolente?;
¿Oh, cuánto es para Ti lo suficiente?
Jesucristo:
Mi reino no se encuentra
en este mundo herido del pecado;
mi redención se centra
en un amor probado,
por más que sea de espinas coronado.
El pecador:
¿Hacía falta acaso
llegar hasta los clavos en tus manos
y pies, en este ocaso
de vida y sus arcanos
designios, que el dolor hace cercanos?
Jesucristo:
Contempla en este abrazo
que ofrezco inamovible al ser clavado,
aquel perdón sin plazo
de prescripción que ha dado
al hombre facultad de ser salvado.
El pecador:
Ya entiendo, Señor mío,
en Ti la entrega noble que no cede
al atropello frío
y cruel que nunca puede
vencer, ¡porque tu amor no retrocede!
Jesucristo:
Ahora ves más claro
y más allá del velo del tormento:
mi cruz se vuelve amparo
del alma en el momento
que acepta compartir mi sufrimiento.
El pecador:
Te ruego, Señor mío,
que aceptes mi contrita compañía;
sé bien que fui un impío,
te ofrezco el alma mía
sin dar un paso atrás como solía.
Jesucristo:
Por esto mi madero,
mis clavos, mi corona y mis flagelos:
en este dolor fiero
se esconden mis anhelos
de convidar al Reino de los Cielos.
P. Jason Jorquera M.
Lindísimo y esclarecedor por tanto dolor, mil gracias y bendiciones Padre Jason