En el consejo de María está la clave de la perfección cristiana
P. Gustavo Pascual, IVE.
“Dice su madre a los sirvientes: Haced lo que él os diga”[1]
“Aunque había dicho, no es llegada mi hora, al fin hizo lo que su madre le había pedido, y así prueba suficientemente que no estaba sujeto a horas. Pues si lo hubiese estado, ¿cómo hizo esto cuando aún no había llegado la hora debida? Además, por honra de su Madre, a quien no creía oportuno contradecir, ni quería avergonzar delante de todos; pues ésta le había traído a los que servían para que la petición se hiciese por muchos”[2].
“Aunque parece que se niega, lo hará, sin embargo. La madre sabía, pues que era bueno y caritativo”[3].
María es Virgen llena de gracias, llena de Dios, llena del Espíritu Santo. El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra[4].
María también posee el don de consejo, que es un hábito sobrenatural por el cual el alma justa, bajo la inspiración del Espíritu Santo, juzga rectamente, en los casos particulares, lo que conviene hacer en orden al fin último sobrenatural[5].
María no sólo poseyó el don del Espíritu Santo, sino que también junto con los apóstoles lo pidió y lo esperó hasta Pentecostés para ser aconsejada por este divino Espíritu y junto con Pedro y los demás apóstoles emprender la magna tarea de dirigir la naciente Iglesia[6].
Pero es en Caná donde nos da su consejo más excelente y la llave maestra para llegar al Cielo, para salir siempre victoriosos en la batalla contra la serpiente infernal. Dijo María: “haced lo que él os diga” que, como dice Santo Tomás en el comentario al Evangelio de Juan, en ello consiste la perfección de la justicia. Es una formula sencilla pero difícil en la práctica. Es hacer siempre la voluntad de Dios.
En el consejo de María está la clave de la perfección cristiana. Consejo que implica hacerse indiferente para querer lo que Dios quiere. Conformidad entera, sin reservas, constante, irrevocable de nuestra voluntad con la de Dios.
Voluntad sumisa que nada le daña, ni la prosperidad la ensalza, ni la cruz la abate. Voluntad que camina el camino de la cruz; que en él halla gozo, paz y alegría. Voluntad de niño que sólo actúa al mandato del Padre obedeciendo hasta el extremo como Cristo, “¡he aquí que vengo – pues de mí está escrito en el rollo del libro – a hacer, oh Dios, tu voluntad!”[7], como María: “He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra”.
Nuestro delito está en creernos grandes y querer prescindir en nuestras obras de la madre celestial y ya no hacer lo que ella nos aconseja, sino, por el contrario, hacer nuestra propia voluntad.
María nos aconseja en particular a cada uno en la voz de nuestra conciencia, en nuestro director espiritual, en nuestro confesor, en nuestros amigos […] pero, especialmente, en sus mensajes que no sólo a nosotros nos dirige en particular sino a toda la humanidad.
La Virgen de la Salette (Francia). Sobre la oración: “ah, hay que hacerla bien, mañana y tarde. Cuando no podáis, decid un Padrenuestro y un Ave María, pero cuando tengáis tiempo, hay que rezar más” (A los franceses).
La Virgen de Lourdes (Francia). A Santa Bernardita: “ruega a Dios por los pecadores”; “penitencia, penitencia, penitencia”.
La Virgen de Fátima (Portugal). A los pastorcitos: “rezad el rosario todos los días, a fin de obtener la paz para el mundo”; “sacrificios por los pecadores y decid a menudo, pero especialmente al hacer algún sacrificio: Oh Jesús, esto es por vuestro amor, por la conversión de los pecadores, y en reparación de las ofensas hechas al Corazón inmaculado de María”[8].
“¡Madre del Buen Consejo! Indícanos siempre cómo debemos servir al hombre, a la humanidad en cada nación, cómo conducirla por los caminos de la salvación. Cómo proteger la justicia y la paz en el mundo, amenazada continuamente por varias partes. Cuán vivamente deseo, con ocasión de este encuentro de hoy, confiarte todos estos difíciles problemas de la sociedad, de los sistemas y de los Estados, problemas que no pueden resolverse con el odio, la guerra y la autodestrucción, sino sólo con la paz, la justicia, el respeto a los derechos de los hombres y las naciones”[9].
Madre del buen consejo, que nunca nos apartemos del camino por el que tú nos conduces, y que recurramos a Ti confiados en todas nuestras inquietudes.
[1] Jn 2, 5
[2] Catena Aurea, Juan (V)…, Crisóstomo a Jn 2, 5-11, 62-3
[3] Ibíd.…, San Beda a Jn 2, 5-11, 63
[4] Cf. Lc 1, 35
[5] Cf. II-II, 52, 1-2
[6] Cf. Hch 2, 1-4
[7] Hb 10, 7
[8] López Melús, Principales Apariciones de la Santísima Virgen, Alonso Madrid 1978, 77.122.124
[9] Juan Pablo II en Polonia, Paulinas, Buenos Aires 1979, 69