SOBRE LA ORACIÓN – San Agustín – IIª Parte

Ya te he explicado quién debes ser para orar. Ahora oye lo que has de orar, objeto principal de tu consulta, pues te impresiona lo que dice el Apóstol:No sabemos lo que hemos de pedir, como conviene30.Temes que pueda causarte mayor perjuicio el orar como no conviene que el no orar. Puedo decírtelo todo en dos palabras: pide la vida bienaventurada

  1. Antes de que llegue esta consolación, por mucha felicidad de bienes temporales que disfrutes, acuérdate de que estás desolada, para que persistas día y noche en la oración. Porque el Apóstol no encarga ese deber a cualquier viuda,sino la que es,dice, verdadera viuda y desolada, espere en el Señor y persista en la oración de día y noche20. Pero evita con gran cautela lo que sigue: Mas la que vive en placeres, aun viviendo está muerta21. Trata el hombre en aquellos intereses que ama, en los que apetece como cosa grande, en aquellos con los que se considera dichoso. Por eso lo que la Escritura dice de los ricos: Si abundan las riquezas, no apeguéis el corazón a ellas22eso mismo te digo de los placeres: si abundan, no apegues el corazón a ellos. No te sobrestimes porque los placeres no te faltan, porque te inundan, porque fluyen como de la generosa fuente de la felicidad terrena. Menosprécialos y desdéñalos en absoluto y nada busques en ellos sino la íntegra salud del cuerpo. Sólo la salud es estimable por razón de las obligaciones que impone la vida, antes de que este cuerpo mortal se revista de inmortalidad23, es decir, de una verdadera, perfecta y perpetua salud, que no vaya decayendo con la terrena enfermedad ni tenga que repararse con un placer corruptible, sino que se mantenga en la constancia celestial y viva en la eterna incorrupción. El mismo Apóstol dice: No convirtáis en concupiscencia el cuidado de la carne24porque hemos de cuidar la carne, pero para las necesidades de la salud. Y como él mismo dice también: Nadie tuvo jamás odio a su carne25. A Timoteo, que al parecer era un excesivo castigador de su cuerpo, le amonesta a que beba un poco de vino por razón del estómago y de las frecuentes enfermedades26.
  2. Si la viuda vive en esos placeres, esto es, si habita en ellos y se apega a ellos por el placer del corazón, viviendo está muerta. Por eso muchos santos y santas los evitaron por todos los medios; desparramaron por las manos de los pobres esa misma riqueza, que es como la madre de los placeres. La trasladaron con mayor seguridad a los tesoros celestiales. Si tú no la repartes porque te ves ligada por una obligación de familia, bien sabes qué cuenta has de dar de ella a Dios.Nadie sabe lo que pasa en el hombre sino el espíritu del hombre que en él está27y por esono debemos nosotros juzgar nada antes de tiempo, hasta que venga el Señor e ilumine los secretos de las tinieblas y manifieste los pensamientos del corazón, y entonces cada uno recibirá su alabanza de Dios28. Si nadas en placeres, toca a tu preocupación de viuda el no apegar el corazón, para que no se corrompa y muera entre ellos ese corazón, que debe estar en alto para vivir. Cuéntate en el número de aquellos a quienes se escribió: Vivirán sus corazones eternamente29.
  3. Ya te he explicado quién debes ser para orar. Ahora oye lo que has de orar, objeto principal de tu consulta, pues te impresiona lo que dice el Apóstol:No sabemos lo que hemos de pedir, como conviene30.Temes que pueda causarte mayor perjuicio el orar como no conviene que el no orar. Puedo decírtelo todo en dos palabras: pide la vida bienaventurada. Todos los hombres quieren poseerla, pues aun los que viven pésima y airadamente no vivirían de ese modo si no creyesen que así son o pueden ser felices. ¿Qué otra cosa has de pedir, pues, sino la que buscan los buenos y los malos, pero a la cual no llegan sino sólo los buenos?
  4. Quizá me preguntes aquí qué es la vida bienaventurada. En esta cuestión se han atormentado los ingenios y ocios de muchos filósofos, los cuales tanto menos la pudieron hallar, cuanto menos honraron a la Fuente de esa vida y no le dieron gracias. Mira, pues, primero si hemos de atender a los que dicen que es feliz aquel que vive según su voluntad. Líbrenos Dios de pensar que eso es verdad. ¿Y si uno quiere vivir inicuamente? ¿No demostrará que es tanto más mísero cuanto mayor facilidad halla su capricho para lo malo? Con motivo desecharon esa opinión aun aquellos mismos que filosofaron sin adorar a Dios. Uno de ellos, varón elocuentísimo, dijo: “Otros que no son filósofos, pero que están dispuestos a discutir, afirman que son felices los que viven como quieren. Es una falsedad, porque el querer lo que no conviene es la misma miseria. No es tan triste el carecer de lo que quieres como el querer conseguir lo que no conviene”. ¿No te parece que esas palabras han sido dichas por la misma Verdad por medio de un hombre cualquiera? Podemos afirmar aquí lo que el Apóstol dice de cierto poeta cretense al aceptarle una frase: Este testimonio es verdadero31.
  5. Aquel es bienaventurado que tiene cuanto quiere y no quiere nada malo. Si esto es así, busca qué hombres no quieren el mal. Uno quiere casarse; otro, libre del matrimonio, prefiere pasar en continencia su viudez; otro renuncia a toda unión carnal aun dentro del matrimonio. Se ve que en esto unos son mejores que otros, pero podemos decir que ninguno de ellos quiere algo que no le sea conveniente. Así también el desear tener hijos, que es el fruto de las bodas, o el desear que esos hijos gocen de vida y de salud, deseo que alberga la mayor parte de las veces incluso la viuda que vive en continencia. Porque, aunque desdeñen su anterior matrimonio y ya no deseen tener hijos, desean que se conserven incólumes los que antes tuvieron. De todas estas preocupaciones está libre la virginidad integral. Pero todos tienen allegados, a quienes aman y a quienes desean la salud temporal, sin que ello les sea inconveniente. ¿Podemos decir que son ya bienaventurados los hombres cuando han logrado salud en su persona y en la de aquellos a quienes aman? He aquí, en efecto, algo que pueden desear decentemente. Sin embargo, están aún muy distantes de la vida bienaventurada si no poseen otros bienes mayores ni mejores, más henchidos de utilidad y de nobleza.

De la carta 130 de San Agustín a Proba

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *