No te olvides, en fin, de orar por mí con diligencia. No quiero un tal honor como el que me prestáis y llevo con peligro, si me habéis de sustraer la ayuda que yo tengo por necesaria. La familia de Cristo oró por Pedro y oró por Pablo. Celebro que vosotros os contéis en esa familia. Pero ya veis que necesito incomparablemente más que Pedro y Pablo de las oraciones fraternas.
- Considerando todo esto y cualquiera otra cosa que el Señor te sugiera y a mí no se me ocurra, o fuere muy larga de contar, esfuérzate para vencer al siglo en la oración. Ora con esperanza, ora con fidelidad y amor, ora con perseverancia y paciencia, ora como viuda de Cristo. Aunque como Él enseñó, el orar corresponde a todos sus miembros, es decir, de todos los que creen en El y están unidos a su cuerpo, en la Escritura se halla asociada de un modo especial a las viudas la preocupación más diligente por orar. Con el mayor honor se citan dos Anas, una casada, que dio a luz al santo Samuel, y otra viuda, que conoció al Santo de los santos cuando era todavía un infante87. La casada oró en el dolor de su alma y en aflicción de corazón, porque no tenía descendencia; entonces recibió a Samuel, y una vez recibido se lo devolvió a Dios, como se lo había prometido al pedirlo. Quizá resulte difícil comprobar cómo su petición entraba en la oración dominical, a no ser en la fraselíbranos de mal;porque le parecía pequeño mal el estar casada y carecer del fruto de las bodas, ya que sola la razón de criar hijos pudiera excusarlas. Atiende ahora a lo que se dice de la otra Ana viuda: No se retiraba del templo, sirviendo día y noche con ayunos y súplicas88. Con esto coinciden las palabras que antes cité del Apóstol: La que es verdadera viuda y desolada, espera en el Señor y persevera en la oración de día y de noche89. También el Señor, al animarnos a orar siempre y a no desfallecer, citó a una viuda, que con sus incesantes interpelaciones obligó a atender su caso a un juez90, aunque era inicuo, impío y menospreciador de Dios y de los hombres. Más que nadie deben las viudas entregarse a la oración. Eso se colige ya al ver que, para animarnos a todos al afán de orar, se nos presenta el ejemplo de las viudas como una exhortación.
- Y ¿qué es lo que ha mirado en las viudas al tratarse de la empresa de orar, sino su desamparo y desolación? Por lo tanto, el alma que en este mundo se siente desamparada y desolada, mientras peregrina lejos del Señor91, manifiesta con su perseverancia y fervorosa súplica una cierta viudez a Dios, su defensor. Ora tú como viuda de Cristo que todavía no gozas de la presencia de aquel cuyo auxilio suplicas. Y, aunque seas riquísima, ora como pobre. Porque todavía no posees las auténticas riquezas del siglo futuro, en donde ya no tendrás que temer daño ninguno. Aunque tengas hijos y nietos y una numerosa familia, como ya dijimos, ora como desamparada. Es incierto todo lo temporal, aunque para nuestra consolación se conserve hasta el fin de la vida presente. Si es que buscas y saboreas las cosas de arriba92, deseas las eternas y seguras, y pues todavía no las tienes, debes considerarte desolada, aunque conserves todos tus bienes y te obsequien todos. Y no sólo tú, sino tu religiosísima nuera con tu ejemplo y las demás santas viudas y vírgenes que se hallan bajo vuestra protección. Cuanto mejor llevéis vuestra casa, tanto más debéis insistir en la oración, sin dejaros absorber por los negocios de las cosas presentes, a no ser los que reclama una causa piadosa.
- No te olvides, en fin, de orar por mí con diligencia. No quiero un tal honor como el que me prestáis y llevo con peligro, si me habéis de sustraer la ayuda que yo tengo por necesaria. La familia de Cristo oró por Pedro y oró por Pablo93. Celebro que vosotros os contéis en esa familia. Pero ya veis que necesito incomparablemente más que Pedro y Pablo de las oraciones fraternas. Rivalizad en éstas con una santa y concorde emulación, puesto que no rivalizáis unos contra otros, sino todos contra el diablo, enemigo natural de todos los santos. La oración recibe un poderoso refuerzo con el ayuno, las vigilias y toda mortificación corporal. Cada una de vosotras haga lo que pudiere. Lo que una no puede hacer lo hace por medio de la otra, si ama en ésta lo que hace y ella no puede hacer. Por lo tanto, la que menos puede no impida a la que puede más, ni ésta exija a la que puede menos. Porque todas debéis vuestra conciencia a Dios. En cambio, a ningunade vosotras os debéis nada, sino la mutua caridad94. Escúchete el Señor, quien puede hacer más que lo que nosotros pedimos o entendemos95.
De la carta 130 de San Agustín a Proba