5ª Estación: Jesús es ayudado por el cireneo
Te adoramos, oh Cristo y te bendecimos,
que por tu santa cruz redimiste al mundo
De los hombres que vino a salvar
quiso ayuda el Salvador
para hacerlos participar
de su misma redención.
Con vergüenza el cireneo
va a ayudarlo con la cruz,
pero bien comprende luego:
cualquier hombre no es Jesús
Jesús, tembloroso y agotado, apenas puede continuar; ha perdido mucha sangre y las consecuencias de los azotes y el cansancio se dejan ver claramente en todo aquel dañado cuerpo. Entonces el cireneo es forzado a ayudarlo, y lo hace avergonzado y de mala gana, pero pronto comprende que aquella sangre del condenado no fluye solamente por el cuerpo sino que se derrama también por las almas.
Compadécete, alma mía, compadécete de Aquel de quien recibiste compasión. ¿Acaso tu dureza y frialdad son tales que no querrías ayudarlo?, ¿acaso no es la cruz de tus pecados la que carga el Redentor? Ayúdalo tú también, ayúdalo muriendo a tu amor propio, ayúdalo venciendo el respeto humano. ¿Te avergüenzas de quien no se avergonzó de ponerse en tu lugar?; no importa lo que digan los hombres, da testimonio de Él ante ellos y Él abogará por ti ante su Padre.
Concédeme, Señor, la gracia de testimoniar con gran valor la verdad ante los hombres, de ser tu fiel discípulo ante el mundo despreciando la vanagloria y viviendo siempre conforme a tu voluntad.
(Padre Nuestro, Ave María o Gloria)
P. Jason Jorquera M.