Vía Crucis en Séforis

¡Recémoslo especialmente en esta santa Cuaresma!

 

“Estamos aquí, conscientes de que el vía crucis del Hijo de Dios no fue simplemente el camino hacia el lugar del suplicio. Creemos que cada paso del Condenado, cada gesto o palabra suya, así como lo que han visto y hecho todos aquellos que han tomado parte este drama, nos hablan continuamente. En su pasión y en su muerte, Cristo nos revela también la verdad sobre Dios y sobre el hombre.” (San Juan Pablo II).

Como cada viernes de Cuaresma, rezamos comunitariamente el santo Vía Crucis en el Monasterio de la Sagrada Familia a las 11:30. El clima parecía no acompañar: breves lluvias hasta antes de comenzar, tormenta de viento desde hacía una hora antes, frío intenso casi todo el tiempo, salvo algunos pequeños intervalos de sol que de vez en cuando se dejaron ver iluminando la basílica… y los dos monjes que por gracia de Dios custodian este lugar santo en espera de los peregrinos que hace dos años habían comenzado a “ornamentar” cada vez más seguido las ruinas de la casa de santa Ana. Y el clima, como hemos dicho, parecía no acompañar… pero acompañaba: rezar el Vía Crucis implica algo más que las 14 meditaciones de las respectivas estaciones; pues la invitación es más bien a considerar con ello el sendero en su totalidad por el cual el Hijo de Dios decidió libremente caminar hacia la cruz, en favor de nuestras almas y de su triunfo definitivo sobre el pecado y sobre la muerte. Por eso es que propiamente el clima sí acompañó, ya que no fue lo mismo meditar en la capilla (lo cual hubiésemos hecho de haber comenzado a llover como lo hizo durante la mañana), que siguiendo las estaciones que adornan los muros de la basílica que aún permanecen en pie, reflexionando en el dolor del corazón del Cordero sin mancha llevado al matadero (Cf. Is 53,7), entre el fuerte viento y el frío que apenas refrenaban nuestras capuchas. Y como un detalle más, durante la XII estación (“Jesús muere en la cruz”), se dejaron caer algunas gotas que amenazaron hacernos ponernos bajo techo… pero fueron pocas y duraron solamente lo que duró la meditación en esta estación.

Posteriormente rezamos la oración final en la capilla, para concluir con el rezo de sexta y el Ángelus, concluyendo así las oraciones de la mañana y medio día.

Invitamos a todos a participar de esta noble devoción, fuente de abundantes frutos espirituales, así como el rezo diario del santo Rosario, pidiendo de manera especial por los frutos de este tiempo de Cuaresma, tiempo de conversión y mucha generosidad para con Dios, quien más nos da de Él, en la medida en que nosotros también nos demos.

La cruz es la gran escuela del amor y la sabiduría de un Dios clavado y abierto:
“¿Pero cómo, clavado, enseñas tanto?
Debe ser que siempre estás abierto,
¡Oh Cristo, Oh ciencia eterna, Oh libro santo!”
(Lope de Vega)

Con nuestra bendición, en Cristo y María:

Monjes del Monasterio de la Sagrada Familia,

Séforis, Tierra Santa.

Sobre el tiempo cuaresmal

“hasta el día de la pasión es tiempo de contrición…”

San Agustín

En su pasión nuestro Señor Jesucristo puso ante nuestros ojos las fatigas y tribulaciones del mundo presente; en su resurrección, la vida eterna y feliz del mundo futuro. Toleremos lo presente, esperemos lo futuro. Por eso, en estas fechas vivimos días en que, al mortificar nuestras vidas con ayunos y la observancia (cuaresmal), simbolizamos las fatigas del mundo presente; en las fechas venideras, en cambio, simbolizamos los días del mundo futuro. Aún no hemos llegado a él. He dicho «simbolizamos», no «tenemos». Por tanto, hasta el día de la pasión es tiempo de contrición; después de la resurrección, tiempo de alabanza.

En aquella vida, en el reino de Dios, ésa será nuestra ocupación: ver, amar, alabar. ¿Qué hemos de hacer, pues, allí? En esta vida unas obras son fruto de la necesidad y otras de la iniquidad. ¿Qué obras son fruto de la necesidad? Sembrar, arar, binar, navegar, moler, cocer, tejer, y otras semejantes. También son fruto de la necesidad aquellas nuestras buenas obras. Tú no tienes necesidad de repartir tu pan con el hambriento, pero la tiene aquel a quien se lo das. Acoger al peregrino, vestir al desnudo, rescatar al cautivo, visitar al enfermo, aconsejar a quien delibera, liberar al oprimido: todas estas cosas caen dentro de la limosna y son fruto de la necesidad. ¿Cuáles son fruto de la iniquidad? Robar, asaltar a mano armada, emborracharse, participar en juegos de fortuna, cobrar intereses; ¿quién es capaz de enumerar todos los frutos de la maldad? En aquel reino no habrá obras fruto de la necesidad, porque no habrá miseria alguna; ni existirán los frutos de la iniquidad, porque desaparecerá cualquier molestia de unos a otros. Donde no hay miseria, no reclama obras la necesidad y donde no hay malicia no las produce la iniquidad. ¿Cómo vas a trabajar por el alimento, si nadie tiene hambre? ¿Cómo vas a dar limosnas? ¿Con quién repartes tu pan, si nadie tiene necesidad de él? ¿A qué enfermo visitas donde reina la salud perpetua? ¿A qué muerto das sepultura donde la inmortalidad nunca muere? Desaparecen las obras que son fruto de la necesidad; en cuanto a las obras fruto de la iniquidad, si las haces aquí, no llegas allí. ¿Qué hemos de hacer allí? Decídmelo. ¿Nos dedicaremos a dormir? En efecto, aquí, cuando los hombres no tienen nada que hacer, se entregan al sueño. Allí no hay sueño, porque no hay desfallecimiento alguno. Si no hemos de hacer obra de necesidad alguna, si no nos entregamos al sueño, ¿qué vamos a hacer? Que nadie se asuste ante la perspectiva del aburrimiento, que nadie piense que también allí va a darse. ¿Acaso ahora te hastía el estar sano? En este mundo todas las cosas producen hastío; sólo la salud está excluida de ello. Si la salud no causa tedio, ¿lo causará la condición de inmortal? ¿Cuál será entonces nuestra actividad? El Amén y el Aleluya.Una cosa es la que hacemos aquí y otra la que haremos allí -no digo día y noche, sino en el día sin fin-: lo que ya ahora dicen sin cansarse las potestades del cielo, los serafines: Santo, santo, santo es el Señor, Dios de los ejércitos. Esto lo repiten sin cansarse.¿Se fatiga, acaso, ahora el latir de tu pulso? Mientras vives, tu pulso sigue latiendo. Haces algo, te fatigas, descansas, vuelves a tu tarea, pero tu pulso no se fatiga. Como tu pulso no se cansa mientras estás sano, tampoco tu lengua y tu corazón se cansarán de alabar a Dios cuando goces de la inmortalidad. Escuchad un testimonio sobre vuestra actividad. ¿A qué me refiero con «vuestra actividad»? Esa actividad será un «ocio»; una actividad ociosa, ¿en qué consistirá? En alabar al Señor. Escuchad una frase que habla de ello: Dichosos los que habitan en tu casa. Es el salmo quien lo dice: Dichosos los que habitan en tu casa.Y por si buscamos el origen de esa dicha: «¿Tendrán mucho oro?». Quienes tienen mucho oro son, en igual medida, miserables. Dichosos son los que habitan en tu casa.¿Qué les hace dichosos? Ésta es su dicha: Te alabarán por los siglos de los siglos.