EL CONOCIMIENTO PROPIO
P. Alfonso Torres
Frontera definida
Una de las cosas que más recomiendan en la vida espiritual es vivir hacia adentro. Entre conocerse a sí mismo, vivir hacia adentro, etc., y ocuparse de sí y abismarse en el propio yo, hay una diferencia muy sutil y que fácilmente se desconoce. Aquí es facilísimo pasar del conocimiento propio al ocuparse de sí. Quisiera que se fijaran en ciertos síntomas que descubren esta enfermedad espiritual.
- Uno de los síntomas es éste: que, cuando hemos pasado del conocimiento propio que Dios quiere a este ocuparnos de nosotros, se nos acaba la paz del corazón; no hay paz.
- Otra de las señales de este espíritu es que el alma se siente imposibilitada para considerar los beneficios divinos, y, en cambio, fácilmente se encarniza en las propias miserias. Ahí sí, ahí se mantiene como encarnizada.
- Tercero: este espíritu tiene otro síntoma clarísimo, y es una tal marejada de pensamientos, de suspicacias, de temores, que anda pobre el alma como quien se ha perdido en el seno de una nube oscura y da manotazos sin saber por dónde va.
- Cuarto síntoma: un alma así es un alma profundamente amargada; aun en las cosas más dulces de la vida espiritual, encuentra pronto hieles.
¿Qué remedio contra este mal? Claro, el remedio fundamental, en este como en todos los males, es la obediencia, pero, para indicar algún otro remedio concreto que el alma puede poner, les diré esto: a un alma así le conviene, en vez de practicar el conocimiento propio, el olvido de sí.
Si queremos saber lo que somos delante de Dios, no tenemos más que mirar a nuestras obras. Y no nos engañemos, porque si el árbol es bueno llevará obras buenas, y si es malo, las llevará malas. Esta es la piedra de toque para conocernos.
Humildad y realismo
De las propias miserias se puede sacar muchísimo mal y se puede sacar muchísimo bien; porque a veces se saca esa situación que he descrito con toda su amargura y con toda su desconfianza; pero otras veces se saca arrepentimiento, humildad y confianza en Dios y recurso a Dios, que esto es lo capital.
El conocimiento propio, cuando es verdadero, como pone mucho en la verdad, y pone en la verdad con buen ánimo, acaba siempre dando la paz. Este otro conocimiento, que viene del mal espíritu, en vez de dar paz, lo que trae es continua turbación.
Cada cual debe mirar su propia historia, sin empeñarse en ser más pecador de lo que es, pero tampoco sin atenuar las faltas.