Desde la casa de santa Ana
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Santa Ana se llenó de peregrinos
Monseñor Paul Mamba, 25 sacerdotes y 350 feligreses…
Queridos amigos:
Desde que comenzó la guerra, hace ya casi un año, Tierra Santa se contempla de una manera muy diferente: ya no se ven las multitudes de devotos peregrinos llenando los santuarios y sus calles con toda la abundancia de colores y estilos en sus vestimentas, ni se oyen a lo lejos los murmullos de las variadas lenguas que poco a poco suelen irse reconociendo en la medida en que uno se va acercando a ellos, ni las graciosas mímicas que a veces -por fuerza- son la única manera de hacerse más o menos entender, sea para preguntar o responder, en busca de indicaciones respecto a los lugares, los horarios y la atención de los mismos peregrinos… Sí, Tierra Santa está silenciosa, de duelo, solitaria en cierta medida, reflexiva en sus consagrados. Y para nosotros, que somos de vida monástica, podría ser tiempo de soledad más recogida y mayor dedicación a la contemplación; y sí, está más tranquilo cuando no están los aviones pasando por encima y las ventanas no se estremecen para hacerse notar, pero la razón de esta relativa tranquilidad (que tristemente no es sinónimo de paz), es lo que sigue entristeciendo a todos aquellos que seguimos rezando por el fin de esta guerra.
Nuestra zona está dentro de todo más tranquila, aunque no por eso las personas también lo están, sino todo lo contrario; hay gran preocupación por lo que pueda pasar, embebido de una compleja incertidumbre que a muchos pone fuertemente a prueba; y por esta razón la imagen de santa Ana que custodia el monasterio lleva meses contemplando silenciosa la basílica vacía, porque ya no vienen prácticamente peregrinos a acompañarla y elevar desde allí sus oraciones al Cielo, y prácticamente las únicas figuras que pasan a diario delante de ella son los monjes rumbo a la capilla y cuando la vistan para regar sus flores y encenderle aquella pequeña vela que representa las intenciones de todos sus devotos que, a la distancia, hacen llegar sus peticiones hasta este pequeño y apartado lugar pidiendo su intercesión y la de la Sagrada Familia.
Pues bien, con este panorama y todo este contexto, se imaginarán cuán grande ha sido nuestra alegría al recibir la llamada de los guías que hace meses nos habían pedido celebrar aquí la santa Misa para confirmar su asistencia, con su Obispo a la cabeza, Monseñor Paul Mamba, Obispo de Senegal, 25 sacerdotes y 350 feligreses, además de los guías de los distintos buses que traían en grupos a estos entusiastas peregrinos que nos hicieron revivir el colorido y la alegre algarabía que nos anunciaba su llegada, y el silencio respetuoso que se iba produciendo en la medida que iban entrando a la basílica y se encontraban con la hermosa imagen de nuestra querida santa con su hija, para ir a saludarla y poner en sus manos sus devotas oraciones para que ella desde el Cielo las presente delante de su nieto.
Es muy digno de mención el hecho de que, en medio de esta guerra y soledad de Tierra Santa, esta haya sido hasta ahora la primera santa Misa así de concurrida, sin tener en cuenta la del día 26 de julio, día de los santos abuelos del Señor; y acompañada por un obispo y tantos sacerdotes asistiendo a sus feligreses desde antes, pues la celebración era a las 5:00 pero ya desde las 3:30 estaban llegando los primeros y los sacerdotes atendían sus confesiones mientras tanto.
Después de la devota celebración, pudimos saludar a Monseñor y agradecer su visita y su paternal compromiso de rezar por nosotros y la paz del mundo entero.
Finalmente, luego de despedirnos de los peregrinos, nuevamente todo regresó al silencio… pero un silencio diferente, pues esta vez se había convertido en una muy grata acción de gracias; no por haber sido un tiempo de compañía después de todos estos meses solitarios, pues somos monjes y el silencio es lo habitual, sino porque la Sagrada Familia nos concedió la hermosa gracia de ver uno de los frutos por los cuales siempre estamos rezando: para que sean cada vez más las almas devotas que puedan elevar al Cielo sus plegarias desde la casa de santa Ana.
Demos a Dios siempre las gracias.
Sagrada Familia, ruega por nosotros.
Solemnidad de santa Ana y san Joaquín en Séforis
Muchas gracias querido seminario…
Durante nuestros años de formación en “la Finca”, como solemos llamar a nuestro amado seminario, además de los estudios, pasamos por una maravillosa gama de actividades que tienen por objetivo justamente el ayudar a prepararse a los futuros misioneros para cuando les toque dejar el hogar común, y llevarse consigo todo aquel bagaje espiritual, intelectual y demás, que allí se fue forjando. Por eso los diversos apostolados, las misiones populares, las jornadas de formación, campamentos, cursos, convivencias, etc., que se ofrecen a las almas desde el seminario; pero también la vida misma del seminario, con todas aquellas cruces que ahora, desde lejos, contemplamos realmente con cariño y hasta con sonrisas, que han sido parte de aquella fundamental preparación para la misión, como por ejemplo aquel loable sacrificio de dejar la patria y la familia por seguir a Jesucristo, y adaptarse a vivir no según los gustos personales ni los haberes propios, sino según lo que teníamos y la sencillez propia de la vida religiosa. No teníamos lujos obviamente y jamás nos faltó lo necesario, pues la Divina Providencia siempre se preocupa de nosotros, simplemente hay que aprender a poner cada uno de su parte a la gloria de Dios y salvación de las almas, y para eso hay que aprender a desgastarse, pero bien, es decir, viviendo una vida intensa, siempre ocupados en la búsqueda de la voluntad de Dios, y ofreciendo todos los esfuerzos necesarios para llevar adelante el plan divino que se va gestando en cada una de las almas. Y justamente en todo esto, con su gran abundancia de ejemplos, recuerdos y muy gratos momentos, íbamos recordando y reflexionando en este último tiempo, especialmente en estas últimas dos semanas de preparación para nuestra gran solemnidad en honor de santa Ana y san Joaquín, pues este año no fue la excepción tanto en la intensidad de los esfuerzos cuanto en lo grandioso de los frutos que acompañaron la novena y celebración de los abuelos de nuestro Señor.
Este año fue particularmente lluvioso hasta hace un par de meses, lo cual nos redobló el trabajo y tiempo invertido para limpiar bien el terreno que recibe a los peregrinos: podamos mucho, desmalezamos mucho, quemamos pasto y ramas secas cuanto pudimos, y aún así, cerca de la fiesta parecía que no avanzábamos mucho, pero había que seguir. Luego comenzamos la novena, pidiendo especialmente a santa Ana por los frutos de la novena misma y posterior celebración, las intenciones de quienes rezan por nosotros, y la paz en el mundo entero, especialmente en Medio Oriente; y el mismo día en que comenzamos fueron apareciendo las ayudas necesarias para honrar a los padres de María santísima: ayuda económica, donaciones, y con ellos un renovado entusiasmo que, pese al cansancio natural de los trabajos del monasterio, por gracia de Dios se mantuvo firme hasta el final.
Gracias a la intercesión de santa Ana, san Joaquín y vuestras oraciones, este año pudimos llenar de flores la imagen de nuestra querida santa; hacer estampitas recordatorias en varios idiomas (ya que siempre son variadas las nacionalidades de los presentes), y celebrar con nuestros religiosos, religiosas y nuevos amigos que asistían por vez primera a la santa Misa solemne realizada en este sencillo lugar santificado por la presencia de la Sagrada Familia.
Si bien no estábamos seguros de cuántas personas podrían asistir, debido al estado de guerra y la tensión que puede verse en muchas partes de Tierra Santa hoy en día, sin embargo, unas 200 personas participaron de la santa Misa, durante la cual había atención de confesiones, y donde nuevamente pudimos compartir de manera especial con nuestros hermanos franciscanos, entre los cuales se encontraba el padre guardián de Nazaret y el párroco de la Basílica, además de los demás frailes y sacerdotes de otras congregaciones que se hicieron presentes.
Después de la santa Misa, se realizó la tradicional procesión hacia la roca del ábside, restos últimos de lo que fuera antaño la casa de santa Ana, para la correspondiente oración y bendición, agregando la solemne incensación de la florida imagen de santa Ana, quien este año, luego de la santa Misa, se llenó de devotos que la fueron a saludar y sacarse fotos con ella y la Virgen niña.
Luego de los festejos, en los que entre nosotros los religiosos y los laicos éramos de varios países (Chile, Argentina, México, Colombia, Perú), no podíamos más que agradecer a nuestro querido seminario, que nos preparó para la misión y nos enseñó muy bien el premio al esfuerzo y el trabajo cuando se hace feliz, buscando la gloria de Dios. Estábamos cansados y con mucho sueño, pero sobre todo dichosos, pues todo lo que se hace no es para nosotros sino sólo para Dios, para los santos abuelos del Señor, para que en este día sean especialmente venerados y por medio de ellos sean muchas las almas colmadas de su valiosísima intercesión desde el Cielo. Este año, de manera muy especial, santa Ana y san Joaquín -nos consta por los variados testimonios que escuchamos directamente de los beneficiados-, nos bendijeron mucho, como saben hacer siempre los buenos abuelos, y a muchas almas, sólo Dios sabe a cuántas y cómo, sea participando de la santa Misa aquí, sea rezando la Novena en su honor desde cualquier parte del mundo, sea ofreciéndoles oraciones confiadas por su intercesión.
Gracias seminario querido por la formación recibida, gracias Sagrada Familia por vuestra santa intercesión, gracias a todos aquellos que rezan por nosotros y que de una u otra manera nos ayudan y nos han ayudado especialmente este año para poder celebrar a los santos abuelos del Señor. Nos seguimos encomendando a vuestras oraciones y comprometiendo las nuestras por vuestras necesidades e intenciones.
Monjes del Monasterio de la Sagrada Familia.
(Fotos en facebook)
Juntos y en paz
ביחד ובשלום
Concierto de música clásica en la casa de santa Ana
Como bien sabemos, actualmente Tierra Santa se encuentra en una situación difícil. El estado de guerra continúa, así como los dolores y angustias de tantas personas afectadas directa o indirectamente por todo lo que está pasando. De vez en cuando alguna sirena de alarma, constantemente aviones y helicópteros pasando por arriba del monasterio y alrededores, recordándonos que no debemos dejar de rezar y ofrecer sacrificios para que pronto todo esto termine y la tierra que vio entrar al Hijo de Dios en el mundo pueda volver a ser el escenario de numerosas peregrinaciones y gracias especiales que tantos devotos vienen a pedir y recibir en los santos lugares.
Y la casa de santa Ana -a diferencia de lo que estaba comenzando hasta antes de la pandemia y posteriormente esta triste situación-, ha seguido recibiendo visitantes, aunque notablemente menos, pues a veces puede pasar casi una semana entera sin que nadie se aparezca por acá; y si bien para la vida contemplativa el silencio es una parte tan importante que, de hecho, impregna toda la jornada, sin embargo, la razón de este silencio no puede pasar desapercibida sin su dejo de amargura. La principal razón del silencio monástico es aprender a escuchar mejor la voz de Dios, acallando las pasiones desordenadas y preocupaciones mundanas, para comprender y obrar según lo que Dios quiere decir a cada uno de nosotros según su santa voluntad, pero ahora este silencio del monasterio trae tintes de incertidumbre, temor, angustia y hasta desesperanza para algunos; es por eso que, dentro de toda esta situación, no podía dejar de ser algo muy especial el realizar nuevamente, con grandes esfuerzos, un nuevo concierto de música clásica, el cual por una tarde, por el hermoso fragmento de una tarde, nos hizo dejar de lado aquel penoso silencio del que hablamos, para invitarnos a disfrutar con la belleza de las melodías que, desde los simples, longevos y cansados muros que conforman las actuales ruinas de la basílica, se dejaron oír con especial deleite de todos los presentes, llenándola con creces pues faltaron sillas para todos (más de 300 personas adentro), y dejando a varios escuchando desde afuera de la puerta de entrada o por el jardín, donde está la cruz del monasterio y la imagen de la Virgen, detalle muy significativo considerando que la gran mayoría de los asistentes no eran cristianos, aunque no faltaron algunos frailes de Nazaret y algunas de nuestras hermanas que vinieron también para el evento.
Los encargados de la organización nos pidieron decir algunas palabras de recibimiento, lo cual aprecian mucho y es realmente importante para ellos, pues con el paso de los años y nuestra presencia en el Moshav (barrio hebreo, siendo nosotros los únicos cristianos), nuestra relación con ellos es del todo cordial y respetuosa, fruto natural del testimonio de vida que sabe abrirse paso en la medida de nuestra continua búsqueda de la voluntad de Dios y el equilibrio que se debe mantener entre la inculturación y la fidelidad a nuestro carisma y estilo concreto de vida.
El primero en hablar fue uno de los encargados, vecino nuestro, quien destacó que este año era la primera vez que la hermosa imagen de santa Ana estaba presente en el concierto, así como la gran alegría que era poder disfrutar nuevamente del evento en un lugar importante para Séforis. A continuación, en nombre del monasterio, quise resaltar algo que ya había hablado en más de una oportunidad con algunos de los vecinos, y es el hecho de que, en Séforis gracias a Dios “todos nosotros queremos y podemos vivir juntos y en paz”, ante lo cual el asentimiento fue general, así como la gratitud de saber que cada día rezamos por la paz.
El concierto estuvo hermoso, y durante casi dos horas sobre el Cielo que contempla la casa de santa Ana, pareciera no haber pasado ningún avión ni nada, al menos no se vio ni se escuchó, era simplemente el cielo al atardecer y la música en el monasterio; nadie miraba hacia arriba sino hacia adelante, a los músicos, cuyo telón de fondo era ni más ni menos que la dueña de casa, nuestra querida santa Ana; la que sigue intercediendo por sus fieles devotos, la que seguirá esperando a los peregrinos, la misma a quien encomendamos junto con toda la Sagrada Familia las necesidades e intenciones de todos aquellos que rezan por este sencillo monasterio.
Siempre encomendados a sus oraciones y rezando por ustedes,
Monjes del Monasterio de la Sagrada Familia.
Fotos en facebook: https://www.facebook.com/m.seforis/posts/pfbid02oFoCuhWfLBVAP3Zw54VtbYcv1521JFZjQhE1PQ39upuqhdfoCUCu3NNfpoE9bBn5l
UN GRAN GRUPO NOS VISITA
Desde la casa de santa Ana
Queridos amigos:
Pese a la actual situación de Tierra Santa, la zona de Galilea en general está más tranquila, incluido el monasterio y sus alrededores (Nazaret, Rene, Caná, etc.); lo cual ha permitido últimamente el poder trasladarse con mayor facilidad, aunque estando siempre atentos a eventuales dificultades. Dicha situación nos ha permitido ir recibiendo pequeños grupos locales, alguna que otra familia, y a nuestro “pequeño redil” de la santa Misa de los sábados en español. Pero hoy tuvimos una visita especial, ya que el grupo no era nada pequeño, y pasaron por el monasterio como parte de un recorrido más extenso que abarca tanto el parque nacional de Séforis como los avances respecto a los antiguos acueductos en los cuales se está trabajando. También forma parte del recorrido la presentación histórica acerca de la importancia de Séforis desde la antigüedad, como el hecho de haber sido la capital de Galilea, el lugar que antaño acogiera al sanedrín y donde se escribiera la Mishná; punto estratégico para el comercio, la cultura y los estudios incluso en tiempos de nuestro Señor Jesucristo; ejemplo de convivencia entre judíos y cristianos en los primeros tiempos, y probablemente la última parada de los cruzados que se dirigían a la histórica batalla de los Cuernos de Hattin, entre otros tantos eventos importantes.
Pues bien, para nosotros ha sido una gran alegría haber podido recibir a este grupo de universitarios y profesores del “Technion” (Instituto Tecnológico que está ubicado en Haifa y es el principal y más antiguo instituto científico y tecnológico del país); quienes junto con la nueva directora del Parque nacional de Séforis, y el encargado de los trabajos que se están realizando en los históricos acueductos de la zona, decidieron comenzar aquí la jornada de formación, pidiéndonos tomar parte de la misma con una pequeña charla acerca del monasterio y la vida contemplativa, una verdadera bendición ya que nuevamente tuvimos la gracia de poder dar testimonio de lo que es e implica la vida consagrada para nosotros, los católicos, y puntualmente lo que hace a la vida contemplativa en un lugar tan especial. Como suele suceder, los oyentes estaban muy atentos pues les llama mucho la atención este estilo de vida que “unos extranjeros”, venidos desde tan lejos, han venido a realizar a este lugar tan apartado y “tan especial”, como ellos mismos suelen decir. Las preguntas que nos hacen suelen ser más o menos siempre las mismas: ¿te preguntaron o te mandaron tan lejos?, ¿hasta cuándo estarás acá?, ¿qué dice tu familia de que estés tan lejos?, ¿por qué no te casas como otros religiosos?, ¿te gusta Séforis?, ¿no extrañas el ruido?, etc.; y la respuesta también suele ser similar en grupos como estos, que puntualmente han venido a saber qué es un monje católico: “qué interesante”, “te ves feliz”, “qué bueno es poder hablar así con confianza”, etc.
Cuando les hablamos acerca de la importancia de la oración, eje de nuestro estilo de vida, aprovechamos para decirles que estamos rezando a diario por el fin de la guerra, a lo cual todos asintieron con gran respeto, lo cual nos dio pie para concluir comentándoles que, pese a tener diferentes creencias, todos nosotros ahora queremos la paz más que nunca; que en Séforis podemos ver un ejemplo de lo que es “querer y poder vivir en paz”, incluso como amigos, cada uno respetando la fe del otro, palabras que dejaron muy agradecidos a los visitantes.
Damos gracias a Dios por todos los beneficios recibidos en estos días, y en estos 18 años de presencia en Séforis; donde nuestros monjes han ido construyendo poco a poco y con mucho esfuerzo, estos puentes de diálogo ameno con las demás creencias, así como los lazos fraternales con los demás religiosos que custodian los santos lugares, con quienes nos alegramos de poder estar aquí, en Tierra Santa, pasando por las pruebas que haya que pasar, y alegrándonos del obrar que la Divina Providencia va forjando poco a poco y según sus sabios designios de salvación.
Encomendamos a sus oraciones la casa de santa Ana, para que sea siempre un lugar donde los peregrinos puedan venir a rezar, donde los monjes den testimonio su especial estilo de vida, y donde el diálogo con los no cristianos sea cada vez más fecundo.
Monjes del Monasterio de la Sagrada Familia.
En Facebook (fotos): https://www.facebook.com/m.seforis/posts/pfbid0S1fiPRsM5aMc997ZxQUiZPWRKwa315NZ6smNEMS1boUCEiW4ZzJhdFNSz6Ys7dpjl
“Providencialmente llegó para la cuaresma”
Nueva imagen de nuestro Señor para el Vía Crucis de la basílica
Queridos amigos:
Acabamos de comenzar el tiempo de Cuaresma, invitación a la conversión mediante la contemplación de la sagrada Pasión de nuestro Señor. En este tiempo debemos acrecentar nuestra piedad y nuestra vida de oración, para alcanzar aquellas gracias que la Divina Providencia ha dispuesto de manera especial en este tiempo para transformarnos espiritualmente en mejores; tiempo de dar más limosnas a quienes lo necesitan y así reparar nuestras faltas y practicar la caridad; tiempo de sacrificios y privaciones por amor a Dios, por amor a la virtud, al bien, a lo mejor… a la santidad. Es por eso que, además del santo rosario y demás prácticas de devoción que siempre son fecundas, siempre nos benefician, también es muy recomendable rezar el santo Vía Crucis, y mejor si es en comunidad, porque “donde hay dos o tres reunidos en el nombre del Señor, allí está Él en medio de ellos”, y en este caso de manera muy especial, pues esta piadosa devoción produce grandes frutos en el alma que la reza con profunda piedad y aprende a adentrarse más y más ese gran misterio del Dios encarnado viniendo a tomar el lugar que le corresponde a los culpables y sufrir lo indecible, sin retroceder jamás, pues la nobleza de su amor lo llevó hasta las últimas consecuencias, hasta el calvario y la cruz por cada uno de nosotros.
Es por eso que hace años rezamos en cuaresma el santo Vía Crucis por la basílica, recorriendo cada una de las estaciones que ornamentan con llamativa sencillez los muros de las ruinas que resguarda el monasterio, pero este año es diferente, especial, pues por gracia de Dios pudimos conseguir y colocar una hermosa imagen de nuestro Señor Jesucristo en la 12ª estación, y llegó justo para la Cuaresma gracias a esas cosas de Dios:
Un sacerdote amigo de un sacerdote nuestro, le contó acerca de un lugar donde vendían cosas antiguas: muebles, vajilla, adornos, etc., pero también imágenes que venían tristemente de iglesias que se habían cerrado; fue así que, una vez conseguida la dirección fuimos a tratar de rescatar al menos alguna de esas imágenes y devolverlas a la devoción de los feligreses, y la verdad es que gracias a Dios pudimos conseguir más de una, tanto nosotros como nuestras hermanas (nosotros gracias a nuestros padres misioneros que nos regalaron una hermosa Sagrada Familia de Nazaret y un bellísimo Sagrado Corazón, además de un crucifijo para el altar); y si bien nos hubiera encantado traerlas todas, no tenemos obviamente ni el dinero ni el lugar donde ponerlas, pero lo importante es que varias están ahora donde les corresponde: conventos, monasterios y capillas. Pero volviendo un poco atrás, el día en que llegamos al lugar había que ponerse a recorrer y buscar entre muebles polvorientos, lámparas, espejos, y tantas otras cosas, para encontrar lo que buscábamos. Y fue justamente detrás de una puerta que daba a una vieja escalera, la cual subía a unas viejas habitaciones, donde entre un montón de cuadros viejos y tapados de tierra, se dejaba ver apenas un hermoso rostro, en el suelo, sucio, un poco roto y despintado, pero realmente hermoso… Fue en ese mismo momento en que “se dejó encontrar” por nosotros que en seguida fue pensado para estar donde ahora está: formando parte del Vía Crucis del monasterio, mirando hacia la imagen de santa Ana, en la 12ª estación que conmemora la muerte más importante de la historia porque es la única capaz de producir vida, salvación y eternidad. Así que, una vez en casa y restaurado, sólo quedaba ubicarlo donde corresponde y se destaca, llamando la atención de los turistas (los no cristianos que vienen a visitar por el aspecto histórico de este lugar), respondiendo a la piedad de los peregrinos, y contribuyendo delicadamente a la oración comunitaria de los monjes. Y, por supuesto, hicimos la solemne bendición de esta hermosa imagen.
Damos gracias a Dios y a la Sagrada Familia por cada uno de esos “detalles” que la Divina Providencia tiene constantemente con la casa de la abuela de nuestro Señor, gracias a ustedes por sus oraciones a la distancia por apartado lugar que poco a poco ha ido reviviendo y llamando a los peregrinos a rezar en la sencillez de sus muros y simplicidad de su capilla. Les deseamos a todos una muy fecunda cuaresma, y que cada uno de nosotros se determine seriamente a ser generosos con Dios en nuestro tiempo para rezar y acompañarlo a su sagrada Pasión en este próximo Triduo Pascual. Que aprendamos de nuestro Señor a abrazar también nuestra cruz con alegría sobrenatural, sabiendo que esconde en sí un manantial de bendiciones para quienes la sepan aprovechar principalmente para unirse más a Dios:
“La llevas hoy conmigo y por mí y, de una manera admirable, quieres que ahora yo, como entonces Simón de Cirene, lleve contigo tu cruz y que, acompañándote, me ponga contigo al servicio de la redención del mundo. Ayúdame para que mi Vía crucis sea algo más que un momentáneo sentimiento de devoción. Ayúdanos a acompañarte no sólo con nobles pensamientos, sino a recorrer tu camino con el corazón, más aún, con los pasos concretos de nuestra vida cotidiana. Que nos encaminemos con todo nuestro ser por la vía de la cruz y sigamos siempre tus huellas.” Benedicto XVI
Monjes del Monasterio de la Sagrada Familia.
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¡Llenemos el Cielo de oraciones!
Desde Tierra Santa
Queridos amigos, queridos muchísimos amigos:
Como ya todos saben, el pasado 7 de octubre cambió absolutamente el ambiente en Tierra Santa y más allá, pues ha hecho eco, y ese eco se sigue extendiendo. Personalmente, me encontraba en el jardín con el hermano Diego poniendo los letreros nuevos de la oración a santa Ana y san Joaquín, y estábamos realmente felices pues cada último arreglo en el monasterio, por pequeño que fuera, había sido realizado gracias a la ayuda de los últimos grupos que nos venían a visitar de manera cada vez más seguida. Pero a eso del mediodía revisé el teléfono, y vi que me estaban entrando un montón de mensajes preguntando si estábamos bien, a partir de los cuales revisamos las noticias y nos encontramos ante esta triste realidad que desde entonces sigue azotando esta bendita tierra y sus contornos, triste acontecimiento ante el cual no hay más que doblar las rodillas ante el sagrario y redoblar las oraciones y los sacrificios suplicando por el fin de esta guerra que como siempre y como todas, no deja de golpear y llevarse con ella a tantos inocentes y dejando dolor por donde pasa y más allá, pues la injusticia de sus males grita fuerte y los dolores que genera llegan lejos, llegan dentro, y no pueden pasar desapercibidos por nuestros corazones y los de todos aquellos que hoy por hoy miran hacia Tierra Santa con aflicción…, pero no tan sólo aquí, pues en diversas partes del mundo este mal tiene sus sucursales de sufrimiento. Sin embargo, ante esta triste realidad que nos ha envuelto con su sombra, quiero compartir con ustedes también aquella otra realidad que para muchos está pasando desapercibida, una realidad que aun en medio de todo este dolor arrastra aires de consuelo, consuelo sobrenatural, claro, aquel en sabe ofrecer esperanza entre las lágrimas, aquel que ofrece paz interior al que pone sus ojos en el Cielo, aquel que entusiasma y mueve a abrazar la cruz de Cristo y la nuestra con todas nuestras fuerzas, con toda su crudeza, sí, pero también con aquella misteriosa convicción de que “todo ocurre para el bien de los que aman a Dios”, palabras difíciles de comprender en circunstancias tan oscuras como estas, pero no por eso menos verdaderas pues son palabra de Dios y Dios no miente, y es Él mismo quien no deja de ofrecer su eternidad a todos aquellos que, pese a todo sufrimiento, perseveren con fe hasta el final. Esa realidad, esa consoladora realidad, es el aquella que nos dice que nuestro Dios nos ama tanto, que aun en medio de toda esta situación no deja de sacar bienes; porque su paterna bondad no deja de abrirse paso entre los escombros, ni entre las heridas más profundas o ante la angustia más cruel. Sé bien lo difícil que puede ser leer estas palabras, pero no deseo más que compartirles lo que desde este lugar, y en medio de todo esto, no dejamos de contemplar con gran esperanza sobrenatural; pues no podemos llegar a percibir los bienes sobrenaturales, reitero, que se están suscitando y extendiendo al mismo tiempo que el mal desea hacerlo, y que son más poderosos, porque apuntan hacia el Cielo, porque hacen milagros en las almas: no podría en este momento contar la cantidad de mensajes de apoyo desde tantas partes del mundo que nos han llegado a partir de aquel oscuro y terrible 7 de octubre; no podemos mensurar la cantidad de personas que están comprometiendo sus oraciones y sacrificios por la paz en Medio Oriente y en el mundo entero, formando parte de una especie de cruzada espiritual en la que cada día se unen más corazones para clamar al Cielo por el fin de la guerra, es decir, todo este mal que es ciertamente real, cruel, horrible, y sin embargo no ha podido impedir el obrar de Dios en tantos corazones que, movidos por la compasión, por la fraternidad, por la misma fe, han comenzado a sentirse y saberse enardecidos por la el santo deber cristiano de rezar unos por otros, especialmente por los más necesitados. Con esto, obviamente, no pretendo aminorar en nada esta espantosa calamidad, ¡nada de eso!: debemos seguir rezando más y más para que todo esto termine y no haya más víctimas inocentes ni de uno ni de otro bando, ¡ni de ninguna parte!; lo que estamos diciendo es que debemos continuar y hacer imparable este bien espiritual de la oración y el sacrificio ofrecidos por el término de las guerras y por el bien espiritual de tantas almas que quizás se han podido mantener en pie gracias a estas oraciones y sacrificios que se están uniendo con constancia y confianza a la gracia de Dios que es la que concede fortaleza y la esperanza sobrenatural. “Donde hay dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos” dice Jesucristo, sí, el Hijo de Dios y Dios verdadero, el que “nos sostiene en nuestras luchas”; ahora bien, desde todo el mundo no somos solamente dos o tres sino innumerables corazones, y cada vez más, los que estamos rezando y llenando el Cielo de oraciones y sacrificios en este momento, unidos por esta noble causa y santa obligación de amor; pero no sólo eso, sino que muchas personas a partir de esta generosidad en elevar fielmente sus plegarias, han comenzado a recibir hermosas gracias en recompensa, especialmente gracias de conversión, que han encontrado una veta de entrada en sus corazones a partir de la compasión por sus hermanos más necesitados; muchas almas se están comprometiendo con Dios en este momento; muchas almas que antes no lo hacían están comenzando a rezar; muchas almas que en el mundo habían tomado cierta distancia de otras por diversas razones, se están uniendo ahora para presentar al Cielo sus ofrendas espirituales en favor de los demás. Nos han escrito personas de otras religiones comprometiendo sus oraciones por nosotros; nos han llegado mensajes de personas que hace años habían dejado de asistir a la Iglesia para decirnos que nos tienen presente en sus oraciones; acá mismo, sólo Dios sabe cuántas almas se habrán acercado al sacramento de la confesión de cara a la posibilidad de tener que presentarse ante el Creador solamente con sus obras, es decir, lo que hemos hecho con el don de la vida; cuántas personas en los lugares más afectados se han reunido en las iglesias para rezar como nunca antes lo habían hecho, descubriendo y aferrándose al hermoso tesoro de saberse en paz con Dios, de tener la certeza de encontrarse entre sus amigos más cercanos, sus íntimos, por saberse en gracia y estar ahora sincera y confiadamente abandonados a su santa voluntad; cuántos grupos de oración se han revitalizado o se han formado, incluso entre las familias; cuántas cadenas de oración se han ido extendiendo; cuántas novenas, triduos, peregrinaciones, etc., han comenzado en estos días para seguir llenando el Cielo, como hemos dicho, de oraciones y sacrificios; cuántas familias se han acercado o reconciliado con sus seres queridos, especialmente los que están en los lugares de mayor peligro, etc.
La lista podría ser bastante más extensa, pero creo que con esto es suficiente para dar una pincelada acerca de lo que desde acá podemos constatar y deseamos compartirles, un ápice de aquellos bienes ocultos y fecundísimos que, pese a todos estos sufrimientos, no dejan de abrirse paso silenciosamente hasta llegar a lo más profundo de las almas que más los necesitan, todo gracias a la bondad divina y a vuestras valiosísimas oraciones y sacrificios.
Queridos todos, sigamos rezando por favor, sigamos ofreciendo y no dejemos, no nos cansemos de golpear las puertas de los Cielos pidiendo el fin de esta y de todas las guerras.
Desde este sencillo lugar, correspondemos a vuestras plegarias con las nuestras, y pedimos especialmente por medio de la Sagrada Familia, que Dios siga bendiciendo vuestra bondad y ofrecimientos con abundantes gracias espirituales; y les pedimos también unirse a una especial petición que llevamos haciendo desde hace un tiempo y ahora más que nunca deseamos compartir: que Dios suscite grandes santos en estos tiempos difíciles, para que con sus oraciones y ejemplos nos sostengan y “arrastren” con su caridad a incontables almas para el Cielo.
P. Jason, IVE.
Monasterio de la Sagrada Familia.
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Solemnidad de santa Ana y san Joaquín en Séforis
¡Santa Ana llegó a su casa!
Finalmente en su lugar…
Hace más de 4 años tuvimos uno de aquellos encuentros que la Divina Providencia sabe disponer muy bien según sus bondadosos designios. Una mañana, mientras me encontraba sacando malezas y barriendo junto al muro que da hacia el valle, vi pasar por abajo a un sacerdote con quien desde lejos nos saludamos alzando las manos, y luego de eso simplemente seguí trabajando. A los pocos minutos entraba el joven sacerdote que resultó hablar español, y luego de darle la bienvenida y presentarnos brevemente me preguntó qué lugar era este, a lo cual le respondí con simplicidad que era el lugar donde estaba la casa de santa Ana, haciendo esbozar al padre una gran sonrisa que lo acompañó todo el tiempo que le expliqué un poco acerca de la tradición de los abuelos del Señor aquí con María santísima niña, luego la Virgen con san José y Jesús con total probabilidad y luego algo acerca de nuestra presencia allí desde que la Custodia de Tierra Santa nos abrió amablemente las puertas del lugar para poder dedicarnos a cuidarlo y rezar. A continuación, vino su respuesta a mi breve explicación, la cual esta vez fue a mí a quien le arrancó una gran sonrisa, también de admiración, cuando me dijo que justamente su parroquia, en Arizona, se llamaba “santa Ana”, y que no sabía que existía este lugar ni mucho menos que Dios lo haría llegar aquí para sorprenderlo.
Luego de rezar largamente en la capilla, el P. Sergio se vino a despedir amablemente diciéndome que estaba muy agradecido de Dios por esta sorpresa y que deseaba hacer algún regalo a futuro para este lugar santo, y fue así como le confié en seguida el deseo que tenía desde que llegué: colocar una imagen de santa Ana para conmemorar su estadía en Séforis, pero que solamente le pedía oraciones a él y a su parroquia que rezaran por esta intención, pues escapaba absolutamente a nuestras posibilidades; “cuenten con nuestras oraciones” fue su pronta respuesta antes de despedirnos y quedar contactados por mail.
Pues bien, 3 meses después recibo un mail del P. Sergio, lo cual me dio mucho gusto ya que se encontraba ya presente en nuestras oraciones así que saber algo de él me alegró bastante, así que abrí el correo y al comenzar a leer ya el resto fue todo emoción, ya que me comunicaba que había hablado con sus parroquianos para contarles cómo la Divina Providencia lo había sorprendido, y fue así que él y toda la parroquia decidieron poner manos a la obra, y con admirable generosidad comenzaron a juntar ayuda y hacer lo posible para contribuir a la intención que les habíamos encomendado en sus oraciones, y que se había traducido en una de las mejores y más emocionantes noticias que el monasterio ha recibido: ellos mismos donarían la imagen de santa Ana con la Virgen niña para que nuestra santa “volviera a estar presente en su casa”… no recuerdo haber danzado de alegría como el rey David, pero sí que el corazón me saltó de emoción, llenándome de la gratitud que para siempre tendrá esta parroquia y el padre de parte de nuestro monasterio, el cual siempre los tendrá presente en sus plegarias.
El resto fue realmente un abrirse paso a través de variadas dificultades hasta poder finalmente recibir a santa Ana en el monasterio, por lo cual nos repetíamos a menudo, “esta imagen será de grandes bendiciones, pues está costando hacerla llegar”; así hubieron inconvenientes en aduana, después con la colocación, luego con los costos inaccesibles para nosotros respecto a las grúas, luego el hecho de encontrar la maquinaria precisa, etc. Finalmente, luego de rezarle especialmente a santa Ana y toda la Sagrada Familia, la Divina Providencia puso en nuestro camino personas buenas y generosas que nos ayudaron a conseguir la ayuda necesaria para llevar a término dicha empresa. Desde hace meses la intención de colocar la imagen de manera definitiva no dejó de estar presente en nuestras oraciones, en la santa Misa, pidiendo rezar a nuestros amigos de Facebook y peregrinos; y religiosos y religiosas de nuestras misiones por el mundo, especialmente de los monasterios.
Ayer, finalmente, y luego de haber conseguido con grandes esfuerzos la maquinaria, y haber tenido que sacar los portones del monasterio para hacer entrar la grúa “literalmente con un centímetro de separación del muro a cada lado de la grúa”, santa Ana llegó a su casa, a su lugar definitivo, sobre una base colocada junto al altar que preparamos en su honor. Tanta era nuestra alegría que apenas salieron los trabajadores, después de haber colocado nuevamente los portones no sin gran esfuerzo, nos fuimos corriendo a preparar la santa Misa de acción de gracias junto a santa Ana y la Virgen, quienes desde ahora miran hacia en lugar donde la pequeña María santísima habrá jugado en su niñez, donde san Joaquín y santa Ana habrán compartido con ella sus juegos inocentes y la habrán visto crecer; donde san José habrá trabajado con Jesús en algún momento dejando su santa huella, santificando lo cotidiano, santificando la familia y el trabajo, y donde ahora, después de varios siglos, nuevamente hay un sagrario resguardado por la sencillez del monasterio, y donde los peregrinos poco a poco comienzan a aparecer para venerar lo que fue la casa de santa Ana, convertida en monasterio y santuario que siempre en silencio los espera para ofrecer esa grande y profunda consideración, breve pero que en sí misma encierra mucho: por aquí pasó y vivió toda la Sagrada Familia.
Gracias a todos aquellos que nos han ayudado con sus oraciones y económicamente, gracias al P. Sergio y la Parroquia santa Ana, gracias a todas las almas que desde la distancia contribuyen con sus plegarias y sacrificios, y gracias especialmente a la Sagrada Familia, cuya intercesión de deja conocer constantemente estando aquí.
Con nuestra bendición, en Cristo y María:
Monjes del Monasterio de la Sagrada Familia,
Séforis, Tierra Santa.
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