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TODO POR CUSTODIAR A UNA PIEDRA [CRÓNICA]

“El Trabajo del Instituto del Verbo Encarnado en Tierra Santa quiere ser un granito de arena al aporte multisecular y heroico de la Custodia franciscana durante alrededor de 800 años y con la Iglesia peregrina en Jerusalén y en Medio Oriente en cualquiera de sus comunidades cristianas, que son los Santuarios vivos del Pueblo de Dios.”[1] Así, con estas palabras, de un modo muy sintético, resumía nuestro Padre fundador el trabajo del IVE en las tierras de Medio Oriente. ¿Qué decir entonces, cuándo, por gracia de Dios, nos es posible visitar, conocer, rezar en los lugares donde el Verbo Encarnado vivió, actuó, predicó? ¿Qué podemos decir entonces cuándo recibimos el don inconmensurable de ofrecer el Santo Sacrificio en estos lugares? Es la memoria de la pasión, muerte y resurrección del Señor, siendo actualizada en lugares impares en la historia del cristianismo.

Por gracia de Dios, el pasado lunes (12/05), con los monjes del Monasterio de la Sagrada Familia, en Séforis, pudimos realizar un día de peregrinación, siendo que el lugar pensado para conocer un poco mejor fue nada menos que la sede de la Iglesia Madre, la ciudad de Jerusalén.

 Habiendo apuntado un horario para poder celebrar la Santa Misa en el Santo Sepulcro a las 6:00, estuvieron también presentes algunos de nuestros sacerdotes misioneros. Ya por aquí me quedo, dejando para otro momento lo demás que ocurrió en el día, para intentar describir bien, o mejor, compartir lo que se pueda del sentimiento que ha dado vueltas y vueltas en mi corazón desde los días previos y especialmente en el momento de ofrecer el  Santo Sacrificio ahí, en la Tumba del Santo Sepulcro, en el altar sobre la roca que señaliza exactamente el lugar de la Resurrección de Cristo y que, por supuesto, fue el único testigo del hecho admirable de dicha Resurrección de entre los muertos del Hijo de Dios, que murió para redimir al hombre y resucitó para darnos una vida inmortal.

El Evangelio nos dice que la primera peregrinación a la tumba de Jesús tuvo lugar en la madrugada del domingo, es decir, del primer día de la semana. A ejemplo de las santas mujeres nosotros nos desplazamos en dirección a Jerusalén, saliendo de la casa de los padres en Bethlehen a las 4:30 de la mañana, llegando temprano a la basílica del Santo Sepulcro. Estaban terminando su oficio litúrgico en la tumba los griegos ortodoxos, con sus liturgia cantada e incienso ininterrumpido que subía al Cielo en la penumbra de la noche que se terminaba, y en la alborada del día que estaba por empezar.

A las 5:55, ya revestidos con los ornamentos sacerdotales y preparados, nos dirigimos a la Edicola, saliendo de la sacristía de los Frailes Franciscanos. Era muy grande lo que iba a suceder a partir de ahí.

Comenzamos la Santa Misa, siguiendo el proprio de la Misa del Domingo de Pascua, una gracia permitida a los que celebran en el Santo Sepulcro. La Misa transcurrió normalmente -lo que por sí solo ya es una cosa magnífica- y en los distintos momentos dónde uno puede hacer una pausa silenciosa entre las oraciones, fue posible contemplar lo que yacía delante nuestro.

Resonaban en mi mente fragmentos sueltos del Evangelio que tenían conexión con aquel lugar: “María la Magdalena fue al sepulcro al amanecer, cuando aún estaba oscuro, y vio la losa quitada del sepulcro.” (Jn 20,1) / “¿Quién nos correrá la piedra de la entrada del sepulcro?” (Mc 16,3) / “Encontraron corrida la piedra del sepulcro.” (Lc 24,2) / “…un ángel del Señor, bajando del cielo y acercándose, corrió la piedra y se sentó encima.” (Mt 28,2) / “Por qué buscáis entre los muertos al que vive? No está aquí. Ha resucitado.” (Lc 24,5-6) / “No está aquí: ¡ha resucitado!, como había dicho.” (Mt 28,6) / “Entrando, no encontraron el cuerpo del Señor Jesús.” (Lc 24,3) / “No tengáis miedo. ¿Buscáis a Jesús el Nazareno, el crucificado? Ha resucitado. No está aquí. Mirad el sitio donde lo pusieron.” (Mc 16,6)

Por supuesto que le miraba: tenía varias veces la mirada fija ahí, en esta piedra, piedra que fue testigo del hecho de la resurrección de un Dios que había muerto por el hombre, su criatura. Suena como locura esto, ¿verdad?; pero es que así fue. Nosotros no fuimos testigos del momento histórico, pero hemos recibido la predicación desde los apóstoles hasta nuestros días, y en esto creemos: “La Resurrección pertenece al centro del Misterio de la fe, que transciende y sobrepasa a la historia.”[2]

San Pablo, el Apóstol de los gentiles, ha exclamado que “si Cristo no ha resucitado, vana es nuestra predicación y vana también nuestra fe[3], pero sabemos la verdad. Creemos y profesamos que Jesucristo, Hijo Unigénito de Dios, muerto por nosotros los hombres, en el Calvario el Viernes Santo, ha bajado a los infiernos, ha vencido la muerte con su muerte, para traernos la vita: Mors et vita duelo, conflixere mirando –canta la secuencia del Victimae Paschalis el domingo de Pascua- y al final, Dux vitae mortuus, regnat vivus.

Cristo ha resucitado verdaderamente, existe un signo esencial que fue testigo de esta verdad: la piedra del santo Sepulcro. “Ciertamente que lo que más nos movió a prestar el servicio de misioneros para Tierra Santa fue la presencia de un lugar, único en el mundo, que se ha constituido para todos como ‘un signo esencial’ de la Resurrección como ‘acontecimiento histórico y transcendente’: el sepulcro vacío.”[4], nos dejó escrito nuestro fundador en su último libro; y poder celebrar la Santa Misa en este preciso lugar, es algo excepcional. Sé que muchos de los nuestros ya lo han hecho, y creo que para cada uno esto conlleva un sentimiento muy particular que nos marca y nos anima, cada uno a su modo, a seguir el trabajo misionero que nos ha sido encomendado.

Entiendo el motivo por el cual el padre ha querido que los misioneros que fuesen enviados a estas tierras, a Tierra Santa, se preparasen también conociendo, estudiando a la historia, a la geografía de la tierra por donde Jesús vivió, pues, él mismo escribió: “Junto a la ‘historia de la salvación’ existe una ‘geografía de la salvación’. Por tanto, los lugares santos tienen el privilegio de ofrecer a la fe un irrefragable sustento, permitiendo al cristiano venir en contacto directo con el ambiente, en el cual ‘el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros’.[5] Todo el trabajo de nuestra pequeña familia religiosa aquí en estas tierras consiste en ayudar, aunque sea en forma de un granito de arena, a custodiar a una piedra.

Con el prefacio Pascual III, en el Misal Romano, rezamos: Porque él no cesa de ofrecerse por nosotros, intercediendo continuamente ante ti; inmolado, ya no vuelve a morir; sacrificado, vive para siempre. Y con la Santa Misa celebrada ahí, en el Santo Sepulcro, rebosantes de gozo pascual, ofrecimos en el Señor el sacrificio en el que tan maravillosamente renace y se alimenta la Iglesia.[6]

Por fin, hay un pasaje de San Pablo a los Corintios que hermosamente podría concluir estas palabras, dejándonos la síntesis de la fe y la esperanza que nos mueve a seguir adelante en el anuncio de Cristo Resucitado:

Mirad, os voy a declarar un misterio: no todos moriremos, pero todos seremos transformados. En un instante, en un abrir y cerrar de ojos, cuando suene la última trompeta; porque sonará, y los muertos resucitarán incorruptibles, y nosotros seremos transformados. Porque es preciso que esto que es corruptible se vista de incorrupción, y que esto que es mortal se vista de inmortalidad. Y cuando esto corruptible se vista de incorrupción, y esto mortal se vista de inmortalidad, entonces se cumplirá la palabra que está escrita: ‘La muerte ha sido absorbida en la victoria. ¿Dónde está, muerte, tu victoria? ¿Dónde está, muerte, tu aguijón?’. El aguijón de la muerte es el pecado, y la fuerza del pecado, la ley. ¡Gracias a Dios, que nos da la victoria por medio de Nuestro Señor Jesucristo! De modo que, hermanos míos queridos, mantenemos firmes e inconmovibles. Entregaos siempre sin reservas a la obra del Señor, convencidos de que vuestro esfuerzo no será vano en el Señor.”[7]

Y pensar que todo esto solamente es posible porque hay una piedra a ser custodiada…

 

P. Harley D. Carneiro, IVE

Misionero en Tierra Santa.

[1] El Señor es mi Pastor, p. 504

[2] El Señor es mi Pastor, p. 503

[3] 1Cor 15,14

[4] El Señor es mi Pastor, p. 497

[5] El Señor es mi Pastor, p. 498

[6] Cfr. Oración sobre las ofrendas, Misa del Domingo de Pascua

[7] 1Cor 15,51-58

En este último tiempo…

Desde la casa de santa Ana
Queridos amigos:
Por gracia de Dios, desde que comenzó la tregua el ambiente cambió notablemente (al menos así es en esta parte de Medio Oriente), y la casa de santa Ana ha podido palpar notablemente esta nueva etapa que hace poco tiempo hemos comenzado, lo cual se ha dejado ver especialmente en el regreso de los visitantes, tanto los que vienen propiamente como “peregrinos”, es decir, para rezar pidiendo esas gracias especiales que ofrecen los santos lugares, como aquellos que vienen más bien por el aspecto histórico y la curiosidad acerca de lo que es un monasterio y el estilo de vida de los monjes, pues para no pocos de los habitantes locales de la zona es algo más bien desconocido. Dentro de estas visitas podemos resaltar la de nuestros padres y hermanas de las misiones vecinas y más cercanas, con quienes pudimos compartir especialmente durante la octava de Pascua, ese “gran Domingo” prolongado y dedicado a celebrar y alegrarnos de la resurrección de nuestro Señor Jesucristo. Tampoco han faltado -si bien aún no se dejan ver los grupos como antes de la guerra en mayor cantidad-, las almas devotas que han venido a acompañar a nuestro Señor sacramentado o participar de vez en cuando de la santa Misa, como nuestro pequeño grupo de amigos hispanos que asisten a la santa Misa del sábado por la tarde, iniciativa que la Divina Providencia puso en nuestro camino cuando llegaron los primeros a pedirnos la santa Misa dominical en español, la cual gracias a Dios se sigue realizando ya desde hace algunos años; y hasta un par de almas voluntarias para ayudarnos con los trabajos hemos podido recibir, con profunda gratitud de nuestra parte.
Tampoco han faltado los grupos de peregrinos extranjeros que lentamente se van dejando ver por Séforis, así como los primeros grupos escribiéndonos desde la distancia para agendar la celebración de la santa Misa en los meses futuros.
Por supuesto que los trabajos de mantenimiento son parte de la maravillosa custodia de este sencillo santuario, y nos permiten llevar a cabo en el silencio propio del monasterio la misión que se nos ha encomendado, ayudándonos a vivir el “ora et labora” que ha de signar la vida contemplativa.
Y dentro de todo este contexto del Triduo pascual y la celebración de la resurrección, nos ha tocado a todos como Iglesia despedir al santo Padre, el Papa Francisco, a quien encomendamos especialmente a la Sagrada Familia, y por quien hemos recibido muchas condolencias de parte de nuestros amigos locales, principalmente cristianos, pero también de los no cristianos, tanto del vecindario como guías locales, y rezando ahora junto con todos los feligreses por la Iglesia.
Siempre hay mucho para rezar, para trabajar, atender, etc., y pedimos a la Sagrada Familia que nos alcance del Cielo la gracia de vivir así siempre nuestra vida, velando, ocupados en la búsqueda de la Divina voluntad; con el firme deseo de reparar nuestras faltas y adquirir las virtudes que necesitamos para darle a Dios la gloria que le corresponde.
Seguimos rezando siempre por sus intenciones.
“Tú, ¿qué has hecho? La responsabilidad del crecimiento de la Iglesia es mía. Él cumplió su misión, pero quiere que yo cumpla la mía. Quiere servirse de mis pies para caminar, de mis manos para trabajar, de mis labios para bendecir, de mi ejemplo para entrar en las almas. ¿Le negaré mi esfuerzo? Aquí está mi sublime y consoladora realidad.”
San Alberto Hurtado

Solemnidad de la Encarnación en Nazaret

Desde la casa de santa Ana

Dice san Alberto Hurtado: “Al buscar a Cristo es menester buscarlo completo. Él ha venido a ser la Cabeza de un Cuerpo, el Cuerpo Místico, cuyos miembros somos o estamos llamados a serlo nosotros los hombres, sin limitación alguna de razas, cualidades naturales, fortuna, simpatías… Basta ser hombre para poder ser miembro del Cuerpo Místico de Cristo, esto es, para poder ser Cristo. El que acepta la encarnación la ha de aceptar con todas sus consecuencias y extender su don no sólo a Jesucristo sino también a su Cuerpo Místico.”
A partir de este breve párrafo, quería resaltar una especie de binomio que podemos deducir del misterio de la Encarnación en relación con nosotros: Jesucristo se encarnó para asumir todo lo auténticamente humano; y a la vez, el hombre rescatado y redimido por Jesucristo, está llamado a “ir asumiendo a Jesucristo”:
En el sentido primero y más externo, ha de aprender a imitar a su santísima humanidad, que nos dejó ejemplo de todas las virtudes y obró de manera siempre referencial para nosotros; pero también en un sentido más profundo todavía, es decir, en el sentido de ir asimilando poco a poco -por la gracia- al Dios que se nos da por el maravilloso misterio de la inhabitación trinitaria. Y nosotros, en cuanto miembros de la familia religiosa del Verbo Encarnado, debemos contribuir especialmente a esto con nuestro apostolado y nuestra predicación en la misión que sea que la Divina Providencia nos haya encomendado; como lo dicen claramente nuestras constituciones: “comprometemos todas nuestras fuerzas para inculturar el Evangelio, o sea, para prolongar la Encarnación en todo hombre, en todo el hombre y en todas las manifestaciones del hombre , de acuerdo con las enseñanzas del Magisterio de la Iglesia .”… prolongar la Encarnación, es decir, contribuir a que se siga extendiendo por la humanidad en gracia a través de esa asimilación de Jesucristo…
“El primer rasgo que nos llama la atención en el Hijo de Dios -dice el P. Hurtado- es su resolución de hacerse hombre por salvarnos a nosotros hombres, y elevar nuestras vidas a la altura de la vida divina.” …Resolución significa determinación, empuje o entereza, que en nuestro caso son irrenunciables cuando se trata de llevar a las almas a Dios, de enseñarles a ir asumiendo el plan divino del que vino a nuestra humanidad para salvarla. Y justamente la entrada en este mundo del Hijo de Dios para realizar su plan divino es lo que pudimos celebrar este 25 de marzo, por gracia de Dios, nuevamente en Nazaret, lugar preciso del anuncio del ángel a María santísima y la Encarnación del Hijo de Dios.
Los Maitines solemnes fueron el día 24 por la tarde y la santa Misa al día siguiente por la mañana, en la Basílica de la Anunciación, donde pudimos renovar nuestra consagración delante de la gruta de Nazaret, dando gracias por tantas gracias recibidas en estos 41 de existencia de nuestra familia religiosa del Verbo Encarnado, pidiendo la gracia de ser fieles a lo que Dios nos pida e interceder siempre con generosidad en bien de las almas.
¡Dios los bendiga, siempre gracias por sus oraciones!
Monjes del Monasterio de la Sagrada Familia.

¡Monasterio lleno!

SANTA MISA Y VÍA CRUCIS DE NIÑOS
EN LA CASA DE SANTA ANA
Queridos amigos:
Por gracia de Dios, intercesión de la Sagrada Familia y de vuestras oraciones -ciertamente-, hoy por la mañana tuvimos el monasterio lleno. Hace unos pocos días, nos contactaron para pedirnos traer a varios cursos de la escuela -niños de entre 8 y 10 años-, para poder rezar el Vía Crucis y participar de la santa Misa en este lugar santo; imagínense nuestra alegría de recibir a aquellos de los cuales nuestro Señor dice que “de los que son como ellos es el Reino de los Cielos”; y en esta oportunidad, niños cristianos de Rene (pueblo vecino a Nazaret), acompañados por el P. Ibrahim Shómali, párroco; Sister Shatha, nuestro amigo Samer, a quien conocemos desde hace años, y demás profesoras que los acompañaban a rezar. Samer nos contaba que desde que comenzó la guerra es la primera vez que los niños salen lejos del colegio y a rezar así en los lugares santos así que la alegría fue notablemente visible, no sólo en el colorido de sus uniformes y de las imágenes de las estaciones del Vía Crucis que trajeron, sino especialmente en sus rostros inquietos, que nos llenaros de diversos saludos en los idiomas que se les ocurrían para saludar a los monjes extranjeros del monasterio, gracioso recuerdo para nosotros especialmente. Emotiva de ver fue realmente la participación tanto en el Vía Crucis como en la santa Misa, donde parecía que no hubiera ni un solo niño o niña cantando con fuerza y rezando con devoción; al ser cristianos, entraban con gran respeto a la capilla a saludar a quien se encuentra en el Sagrario, y con gran respeto también se despidieron luego de nosotros. Y mientras tanto, durante la sagrada liturgia celebrada afuera -pues eran unos 120 niños sin contar a los adultos-, un grupo de señoras entraba piadosamente también a la capilla a dedicarle varios cantos sagrados a la Virgen y rezar un poco. Providencialmente se encontraban aquí dos de nuestras religiosas, misioneras en Maghar, quienes nos ayudaron con el apostolado durante esta intensa y hermosa mañana llena de peregrinos.
Por gracia de Dios hemos recibido varios mensajes de grupos agendando visitas guiadas por los monjes y algunas celebraciones de la santa Misa, coloreando poco a poco, a su ritmo, la casa de santa Ana y los demás santos lugares que habían permanecido silenciosos durante la guerra.
Seguimos encomendando a vuestras oraciones la casa de santa Ana, y renovamos como siempre nuestro compromiso de rezar por vuestras necesidades e intenciones: no olviden que cada primer Domingo de mes, justamente por ellas ofrecemos la santa Misa desde este apartado y sencillo lugar de Tierra Santa, que sigue esperando silencioso a más devotos peregrinos.
Monjes del Monasterio de la Sagrada Familia, Séforis.

Breves del Monasterio de la Sagrada Familia

Desde la casa de santa Ana

Queridos amigos:

Debido a la abundancia de trabajo se nos ha dificultado poder publicar más material de formación y noticias del monasterio, así que, a continuación, les compartimos un poco de lo que ha sido este último tiempo en la casa de santa Ana.

Gracias a Dios y la Sagrada Familia, la situación es notablemente mejor: las personas se ven más tranquilas y confiadas por las calles, y ya desde hace un par de meses que poco a poco los peregrinos comienzan a colorear las calles e iglesias con su devota presencia. Hemos podido recibir a varios grupos locales, retomando un poco la sencilla visita guiada del monasterio cada vez que algún grupo o quien sea lo solicite; hace tiempo que no sonaba la campana del monasterio llamando al monje portero del día para pedir dicha visita guiada, entrar a la capilla o alguna que otra confesión, hermosos vestigios de lo que implican los “momentos fuertes” que recordamos con gran alegría, cuando a veces a todo eso se sumaba celebrar nosotros mismos la santa Misa para los grupos o familias peregrinas que no disponían de un sacerdote, o dedicarnos a confesar mientras algún grupo celebraba la sagrada liturgia. Ayer fue del todo especial, pues recibimos al primer grupo de peregrinos extranjeros desde hace casi un año (un pequeño grupo de españoles), quienes nos pidieron celebrar aquí la santa Misa en la capilla de la Sagrada Familia, misma donde a diario rezamos por sus intenciones y por el mundo entero, y donde cada jueves el Santísimo Sacramento queda expuesto toda la tarde para quienes deseen venir a acompañarlo.

Por otro lado, terminamos la cosecha de limones y elaboración con ellos de la mermelada que, junto con el aceite, nos ayudan al sostenimiento del lugar; pudiendo podar algunos de los olivos más altos para que el próximo año, con la ayuda de Dios, la producción sea abundante.

También agregamos en la capilla la “caja de intenciones”, donde cada peregrino que lo desee pueda escribir y dejar su pedido de oraciones para que los monjes del monasterio recen por ellas, ofreciendo la santa Misa de cada primer Domingo de mes por esas intenciones especialmente, así como por las de todos aquellos que rezan por nosotros. Si bien, de hecho, cada semana celebramos al menos una santa Misa especialmente por estas intenciones, el hecho de dejarlo escrito para los peregrinos esperamos que los mueva a pedir oraciones pues es parte de nuestro deber como consagrados principalmente a la oración (así que cada primer Domingo de mes, sepan que vuestras intenciones estarán presentes en la santa Misa de la casa de santa Ana).

Finalmente pudimos realizar, como cada año, la peregrinación caminando de ida y vuelta hasta la basílica de la Anunciación en Nazaret, a unos 10 kilómetros de Séforis, donde hicimos la correspondiente Adoración frente a la gruta, y donde luego los padres franciscanos, nos invitaron a participar con ellos del rezo del Ángelus junto al altar que está dentro.

Agradecemos a la Sagrada Familia y a todos ustedes por rezar por nosotros, y correspondemos a diario con nuestras plegarias por sus intenciones y necesidades. En esta oportunidad, les pedimos que nos ayuden a rezar por el regreso de los peregrinos a Tierra Santa, donde tantas gracias especiales están “como escondidas” en los santos lugares, gracias de conversión (de las cuales hemos podido ser testigos tantas veces, ¡bendito sea Dios!), gracias especiales para nuestras almas y para nuestros seres queridos, gracias que saben sorprender a las almas devotas, etc.

 

Siempre en unión de oraciones:

Monjes del Monasterio de la Sagrada Familia,

Séforis, Tierra Santa.

¡La Sagrada Familia llegó a Séforis!

Desde la casa de santa Ana…

Queridos amigos:

Como bien saben, en este lugar santo que alberga los restos de la basílica cruzada erigida en honor de santa Ana, se encuentra el sencillo Monasterio de la Sagrada Familia, y la razón de haberlo nombrado así al llegar nuestros primeros monjes, es el hecho de que históricamente toda la Sagrada Familia debió haber pasado por aquí en algún momento; es decir, sabemos por la Tradición que santa Ana era oriunda de Séforis y probablemente haya nacido aquí, en la antigua capital de Galilea en tiempos de Herodes el grande, también llamada Diocesarea por los romanos, actualmente “Tsippori” (“pájaro” en hebreo, ya que se encuentra en la parte alta del valle, como un ave que observa desde las alturas), y donde -justamente por ser la Capital y estar en construcción durante la infancia y adolescencia de nuestro Señor-, estaba de hecho el trabajo, a diferencia del pequeño pueblo de Nazaret en aquel entonces. Es por este aspecto histórico, además de la sagrada Tradición, que podemos afirmar dicho paso de toda la Sagrada Familia por aquí, sea por vivienda, sea por trabajo, santificando este lugar con su presencia. Pues bien, en atención a este maravilloso dato que solemos compartir con cada grupo que nos visita, es que desde el principio quisimos dedicar la sencilla y pequeña capilla del monasterio a la Sagrada Familia toda, es decir, santa Ana, san Joaquín, la Virgen, san José y, por supuesto, nuestro Señor en sus primeros años habiendo asumido nuestra humanidad. Y para resaltar mejor este grande y silencioso detalle, es que habíamos propuesto mandar a hacer una hermosa pintura que pudiera resaltar al centro de la capilla, y no fue sino hasta hace poco más de dos años que pudimos vislumbrar más de cerca este sueño, cuando un grupo de peregrinos venidos de Taiwan, junto con uno de nuestros sacerdotes y una hermana, pasaron por aquí dejándonos la ayuda que necesitábamos para poder encargar dicha empresa; a continuación, nos hacía falta encontrar al artista, que comprendiera bien no tan sólo el aspecto histórico sino también espiritual al momento de comenzar a realizar su obra, y fue así que por esas cosas de la Divina Providencia nos pusimos en contacto con la hermana María de Jesús sacramentado, de nuestra familia religiosa, quien pese a encontrarse muy ocupada por sus demás trabajos, en seguida se entusiasmó con el proyecto y lo dejó agendado para realizar en cuanto le fuera posible; y fue así que hace poco nos llegó el esperado mensaje avisándonos de que la anhelada pintura estaba terminada; y como si fuera poco, la Sagrada Familia -ciertamente- intercedió, y dispuso todo para que justamente un amigo del monasterio que estaba por viajar nos ofreciera traer lo que nos hiciera falta desde san Rafael, Argentina, donde visitaría a su familia y donde estaba la obra de arte ya terminada.

Sólo Dios sabe la emoción que sentimos al abrir el rollo que contenía una imagen tan hermosa que nos dejó un buen rato con los ojos fijos en ella y nuestra más profunda gratitud a Dios, a la Sagrada Familia, a todos aquellos que de una u otra manera intervinieron para que finalmente llegara hasta Séforis (la hermana que la pintó, la ayuda de los peregrinos, quienes la trajeron y enmarcaron; y todos quienes rezan por nosotros). Finalmente, como corresponde, estas primeras vísperas del Domingo 4º de Adviento, cuyo Evangelio está dedicado a la santísima Virgen María yendo presta a ayudar a santa Isabel, su familia, celebramos la santa Misa como corresponde: siempre solemne, pero además esta vez con la piadosa colocación y bendición de la hermosa pintura que, desde hoy en adelante, ornamentará con gran belleza y devoción la simple capilla dedicada a nuestros amados intercesores en el Cielo.

A continuación, les compartimos la explicación que amablemente nos envió la artista apenas le dimos la buena noticia de que la pintura había llegado sana y salva a su destino:

“…el cuadro lo centré en la Pasión, en la sangre de Jesús. Por eso Él está en el centro. De su Corazón saqué las líneas de la perspectiva, por eso hay uvas, viña; el Niño tiene una uva en la mano, San Joaquín también. Hay rosas rojas, símbolo de la Pasión; la fuente con el león y los tres pajaritos: un petirrojo, un pinzón y un jilguero, a los tres se les llama “pajaritos de la Pasión”, por una leyenda que dice que quisieron sacarle las espinas de la cabeza a Jesús y quedaron rojos salpicados por la sangre. San José lleva una paloma, por la inocencia de Cristo, por eso el Niño está de blanco: la sencillez. Santa Ana y Joaquín de verde por el antiguo testamento. El asiento de la Virgen es corintio, símbolo de la mujer virgen; el de santa Ana es jónico, símbolo de la mujer. La fuente, el león y los pajaritos están atrás del Niño, como figura de Él.”

 

Con grande alegría y gratitud,

Monjes del Monasterio de la Sagrada Familia.

Séforis, Tierra Santa.

 

Cosechando en familia

Desde la casa de santa Ana

Queridos amigos:
El año pasado fue notablemente el peor en lo que respecta a la cosecha, y esto en todo el país; de hecho, tuvimos que esperar a que el lugar donde llevamos las aceitunas para hacer el aceite estuviera abierto, lo cual fue unos pocos días a la semana ya que muy pocos llevaban sus frutos, y el tema común mientras esperábamos nuestro turno era siempre la poca cantidad que había salido ese año. Pero por gracia de Dios este año fue mejor, hay más aceitunas y esperamos poder cosechar un poco más.
El trabajo es intenso, no agotador pero intenso; hay que cosechar las partes altas de los árboles que no alcanzamos a podar el año pasado con escaleras y palos largos, juntar, limpiar, embolsar; llevar hasta el pueblo que tiene las máquinas y esperar varias horas hasta conseguir un turno. Luego envasar, etiquetar, etc.; es así que la ayuda que nos ofrecieron nuestras hermanas así como algunos amigos y feligreses del monasterio, ha sido una grandísima ayuda para nosotros, y se ha convertido en una hermosa ocasión para compartir y hasta conocer voluntarios nuevos que se sumaron también a ayudar. La cosecha de este año ha sido, además, un alivio dentro de esta guerra terrible que sigue afectando a tantas personas en Tierra Santa y sus alrededores. Comenzamos el trabajo temprano y durante la jornada hemos podido compartir variados temas sobre la fe, la esperanza, la voluntad de Dios, la Divina Providencia, etc.; además de compartir el almuerzo en el correspondiente clima de alegría y gratitud que hasta hace pasar desapercibida, de vez en cuando, la especial situación por la que estamos pasando.
El año pasado, repetimos, apenas pudimos cosechar unas pocas aceitunas para tener algo de aceite, pero este año es diferente, los frutos son más, abundantes, de igual manera que las gracias de Dios que se abren paso entre toda esta complejidad de Tierra Santa y no han dejado de llegar a bendecir la casa de santa Ana, fruto a su vez de las oraciones de todos ustedes a quienes no dejamos de encomendar a diario a la Sagrada Familia: hemos conocido a nuevos amigos, hemos podido visitar y recibir la visita de nuestros padres y hermanas de otras comunidades; no dejamos de recibir sus saludos y oraciones por nosotros y, gracias a Dios, los motivos para rezar y el trabajo por hacer jamás se acaban, así que seguimos dedicados a vivir nuestra vida religiosa en estas circunstancias particulares siempre hacia adelante, a través de la cruz, con el triunfo de la cruz, y asistidos siempre por Aquel que por nosotros murió en la cruz.
La pequeña reflexión que deseamos compartirles en esta ocasión, es el hecho de que siempre estaremos en guerra: contra el demonio, contra el espíritu mundano, contra nuestras pasiones desordenadas y defectos; pero hay que estar tranquilos: ¡Cristo ya venció!, solamente hay que seguir luchando por unirse a ese triunfo maravilloso, poco a poco, a nuestro ritmo, a través de las pruebas; con trabajo, con esfuerzo, ¡con oración!, siempre con santo entusiasmo por la virtud y agradecidos de las bendiciones de Dios que ningún mal puede impedir, comenzando por la gracia divina en el alma. Habrán años con menor cosecha en el ámbito terreno, pero no es la misma norma para el plano espiritual, donde por el contrario, las sequías y tormentas del alma, bien llevadas y ofrecidas, traen por fuerza una cosecha abundante en gracias: perseverancia, fortaleza, fe, caridad, generosidad, entrega, santo abandono, etc.
Sigamos rezando por el fin de la guerra en todo el mundo, sigamos ofreciendo oraciones y sacrificios; sembremos actos de virtud y cosecharemos virtudes.
Dios los bendiga, muchas gracias a todos por ayudarnos con sus oraciones, cada día se agradecen.
(Más fotos en Facebook)

Santa Ana se llenó de peregrinos

Monseñor Paul Mamba, 25 sacerdotes y 350 feligreses…

Queridos amigos:

Desde que comenzó la guerra, hace ya casi un año, Tierra Santa se contempla de una manera muy diferente: ya no se ven las multitudes de devotos peregrinos llenando los santuarios y sus calles con toda la abundancia de colores y estilos en sus vestimentas, ni se oyen a lo lejos los murmullos de las variadas lenguas que poco a poco suelen irse reconociendo en la medida en que uno se va acercando a ellos, ni las graciosas mímicas que a veces -por fuerza- son la única manera de hacerse más o menos entender, sea para preguntar o responder, en busca de indicaciones respecto a los lugares, los horarios y la atención de los mismos peregrinos… Sí, Tierra Santa está silenciosa, de duelo, solitaria en cierta medida, reflexiva en sus consagrados. Y para nosotros, que somos de vida monástica, podría ser tiempo de soledad más recogida y mayor dedicación a la contemplación; y sí, está más tranquilo cuando no están los aviones pasando por encima y las ventanas no se estremecen para hacerse notar, pero la razón de esta relativa tranquilidad (que tristemente no es sinónimo de paz), es lo que sigue entristeciendo a todos aquellos que seguimos rezando por el fin de esta guerra.

 

Nuestra zona está dentro de todo más tranquila, aunque no por eso las personas también lo están, sino todo lo contrario; hay gran preocupación por lo que pueda pasar, embebido de una compleja incertidumbre que a muchos pone fuertemente a prueba; y por esta razón la imagen de santa Ana que custodia el monasterio lleva meses contemplando silenciosa la basílica vacía, porque ya no vienen prácticamente peregrinos a acompañarla y elevar desde allí sus oraciones al Cielo, y prácticamente las únicas figuras que pasan a diario delante de ella son los monjes rumbo a la capilla y cuando la vistan para regar sus flores y encenderle aquella pequeña vela que representa las intenciones de todos sus devotos que, a la distancia, hacen llegar sus peticiones hasta este pequeño y apartado lugar pidiendo su intercesión y la de la Sagrada Familia.

Pues bien, con este panorama y todo este contexto, se imaginarán cuán grande ha sido nuestra alegría al recibir la llamada de los guías que hace meses nos habían pedido celebrar aquí la santa Misa para confirmar su asistencia, con su Obispo a la cabeza, Monseñor Paul Mamba, Obispo de Senegal, 25 sacerdotes y 350 feligreses, además de los guías de los distintos buses que traían en grupos a estos entusiastas peregrinos que nos hicieron revivir el colorido y la alegre algarabía que nos anunciaba su llegada, y el silencio respetuoso que se iba produciendo en la medida que iban entrando a la basílica y se encontraban con la hermosa imagen de nuestra querida santa con su hija, para ir a saludarla y poner en sus manos sus devotas oraciones para que ella desde el Cielo las presente delante de su nieto.

Es muy digno de mención el hecho de que, en medio de esta guerra y soledad de Tierra Santa, esta haya sido hasta ahora la primera santa Misa así de concurrida, sin tener en cuenta la del día 26 de julio, día de los santos abuelos del Señor; y acompañada por un obispo y tantos sacerdotes asistiendo a sus feligreses desde antes, pues la celebración era a las 5:00 pero ya desde las 3:30 estaban llegando los primeros y los sacerdotes atendían sus confesiones mientras tanto.

Después de la devota celebración, pudimos saludar a Monseñor y agradecer su visita y su paternal compromiso de rezar por nosotros y la paz del mundo entero.

Finalmente, luego de despedirnos de los peregrinos, nuevamente todo regresó al silencio… pero un silencio diferente, pues esta vez se había convertido en una muy grata acción de gracias; no por haber sido un tiempo de compañía después de todos estos meses solitarios, pues somos monjes y el silencio es lo habitual, sino porque la Sagrada Familia nos concedió la hermosa gracia de ver uno de los frutos por los cuales siempre estamos rezando: para que sean cada vez más las almas devotas que puedan elevar al Cielo sus plegarias desde la casa de santa Ana.

Demos a Dios siempre las gracias.

Sagrada Familia, ruega por nosotros.

Solemnidad de santa Ana y san Joaquín en Séforis

Muchas gracias querido seminario…

Durante nuestros años de formación en “la Finca”, como solemos llamar a nuestro amado seminario, además de los estudios, pasamos por una maravillosa gama de actividades que tienen por objetivo justamente el ayudar a prepararse a los futuros misioneros para cuando les toque dejar el hogar común, y llevarse consigo todo aquel bagaje espiritual, intelectual y demás, que allí se fue forjando. Por eso los diversos apostolados, las misiones populares, las jornadas de formación, campamentos, cursos, convivencias, etc., que se ofrecen a las almas desde el seminario; pero también la vida misma del seminario, con todas aquellas cruces que ahora, desde lejos, contemplamos realmente con cariño y hasta con sonrisas, que han sido parte de aquella fundamental preparación para la misión, como por ejemplo aquel loable sacrificio de dejar la patria y la familia por seguir a Jesucristo, y adaptarse a vivir no según los gustos personales ni los haberes propios, sino según lo que teníamos y la sencillez propia de la vida religiosa. No teníamos lujos obviamente y jamás nos faltó lo necesario, pues la Divina Providencia siempre se preocupa de nosotros, simplemente hay que aprender a poner cada uno de su parte a la gloria de Dios y salvación de las almas, y para eso hay que aprender a desgastarse, pero bien, es decir, viviendo una vida intensa, siempre ocupados en la búsqueda de la voluntad de Dios, y ofreciendo todos los esfuerzos necesarios para llevar adelante el plan divino que se va gestando en cada una de las almas. Y justamente en todo esto, con su gran abundancia de ejemplos, recuerdos y muy gratos momentos, íbamos recordando y reflexionando en este último tiempo, especialmente en estas últimas dos semanas de preparación para nuestra gran solemnidad en honor de santa Ana y san Joaquín, pues este año no fue la excepción tanto en la intensidad de los esfuerzos cuanto en lo grandioso de los frutos que acompañaron la novena y celebración de los abuelos de nuestro Señor.

Este año fue particularmente lluvioso hasta hace un par de meses, lo cual nos redobló el trabajo y tiempo invertido para limpiar bien el terreno que recibe a los peregrinos: podamos mucho, desmalezamos mucho, quemamos pasto y ramas secas cuanto pudimos, y aún así, cerca de la fiesta parecía que no avanzábamos mucho, pero había que seguir. Luego comenzamos la novena, pidiendo especialmente a santa Ana por los frutos de la novena misma y posterior celebración, las intenciones de quienes rezan por nosotros, y la paz en el mundo entero, especialmente en Medio Oriente; y el mismo día en que comenzamos fueron apareciendo las ayudas necesarias para honrar a los padres de María santísima: ayuda económica, donaciones, y con ellos un renovado entusiasmo que, pese al cansancio natural de los trabajos del monasterio, por gracia de Dios se mantuvo firme hasta el final.

Gracias a la intercesión de santa Ana, san Joaquín y vuestras oraciones, este año pudimos llenar de flores la imagen de nuestra querida santa; hacer estampitas recordatorias en varios idiomas (ya que siempre son variadas las nacionalidades de los presentes), y celebrar con nuestros religiosos, religiosas y nuevos amigos que asistían por vez primera a la santa Misa solemne realizada en este sencillo lugar santificado por la presencia de la Sagrada Familia.

Si bien no estábamos seguros de cuántas personas podrían asistir, debido al estado de guerra y la tensión que puede verse en muchas partes de Tierra Santa hoy en día, sin embargo, unas 200 personas participaron de la santa Misa, durante la cual había atención de confesiones, y donde nuevamente pudimos compartir de manera especial con nuestros hermanos franciscanos, entre los cuales se encontraba el padre guardián de Nazaret y el párroco de la Basílica, además de los demás frailes y sacerdotes de otras congregaciones que se hicieron presentes.

Después de la santa Misa, se realizó la tradicional procesión hacia la roca del ábside, restos últimos de lo que fuera antaño la casa de santa Ana, para la correspondiente oración y bendición, agregando la solemne incensación de la florida imagen de santa Ana, quien este año, luego de la santa Misa, se llenó de devotos que la fueron a saludar y sacarse fotos con ella y la Virgen niña.

Luego de los festejos, en los que entre nosotros los religiosos y los laicos éramos de varios países (Chile, Argentina, México, Colombia, Perú), no podíamos más que agradecer a nuestro querido seminario, que nos preparó para la misión y nos enseñó muy bien el premio al esfuerzo y el trabajo cuando se hace feliz, buscando la gloria de Dios. Estábamos cansados y con mucho sueño, pero sobre todo dichosos, pues todo lo que se hace no es para nosotros sino sólo para Dios, para los santos abuelos del Señor, para que en este día sean especialmente venerados y por medio de ellos sean muchas las almas colmadas de su valiosísima intercesión desde el Cielo. Este año, de manera muy especial, santa Ana y san Joaquín -nos consta por los variados testimonios que escuchamos directamente de los beneficiados-, nos bendijeron mucho, como saben hacer siempre los buenos abuelos, y a muchas almas, sólo Dios sabe a cuántas y cómo, sea participando de la santa Misa aquí, sea rezando la Novena en su honor desde cualquier parte del mundo, sea ofreciéndoles oraciones confiadas por su intercesión.

Gracias seminario querido por la formación recibida, gracias Sagrada Familia por vuestra santa intercesión, gracias a todos aquellos que rezan por nosotros y que de una u otra manera nos ayudan y nos han ayudado especialmente este año para poder celebrar a los santos abuelos del Señor. Nos seguimos encomendando a vuestras oraciones y comprometiendo las nuestras por vuestras necesidades e intenciones.

Monjes del Monasterio de la Sagrada Familia.

(Fotos en facebook)

Juntos y en paz

ביחד ובשלום

Concierto de música clásica en la casa de santa Ana

Como bien sabemos, actualmente Tierra Santa se encuentra en una situación difícil. El estado de guerra continúa, así como los dolores y angustias de tantas personas afectadas directa o indirectamente por todo lo que está pasando. De vez en cuando alguna sirena de alarma, constantemente aviones y helicópteros pasando por arriba del monasterio y alrededores, recordándonos que no debemos dejar de rezar y ofrecer sacrificios para que pronto todo esto termine y la tierra que vio entrar al Hijo de Dios en el mundo pueda volver a ser el escenario de numerosas peregrinaciones y gracias especiales que tantos devotos vienen a pedir y recibir en los santos lugares.

Y la casa de santa Ana -a diferencia de lo que estaba comenzando hasta antes de la pandemia y posteriormente esta triste situación-, ha seguido recibiendo visitantes, aunque notablemente menos, pues a veces puede pasar casi una semana entera sin que nadie se aparezca por acá; y si bien para la vida contemplativa el silencio es una parte tan importante que, de hecho, impregna toda la jornada, sin embargo, la razón de este silencio no puede pasar desapercibida sin su dejo de amargura. La principal razón del silencio monástico es aprender a escuchar mejor la voz de Dios, acallando las pasiones desordenadas y preocupaciones mundanas, para comprender y obrar según lo que Dios quiere decir a cada uno de nosotros según su santa voluntad, pero ahora este silencio del monasterio trae tintes de incertidumbre, temor, angustia y hasta desesperanza para algunos; es por eso que, dentro de toda esta situación, no podía dejar de ser algo muy especial el realizar nuevamente, con grandes esfuerzos, un nuevo concierto de música clásica, el cual por una tarde, por el hermoso fragmento de una tarde, nos hizo dejar de lado aquel penoso silencio del que hablamos, para invitarnos a disfrutar con la belleza de las melodías que, desde los simples, longevos y cansados muros que conforman las actuales ruinas de la basílica, se dejaron oír con especial deleite de todos los presentes, llenándola con creces pues faltaron sillas para todos (más de 300 personas adentro), y dejando a varios escuchando desde afuera de la puerta de entrada o por el jardín, donde está la cruz del monasterio y la imagen de la Virgen, detalle muy significativo considerando que la gran mayoría de los asistentes no eran cristianos, aunque no faltaron algunos frailes de Nazaret y algunas de nuestras hermanas que vinieron también para el evento.

Los encargados de la organización nos pidieron decir algunas palabras de recibimiento, lo cual aprecian mucho y es realmente importante para ellos, pues con el paso de los años y nuestra presencia en el Moshav (barrio hebreo, siendo nosotros los únicos cristianos), nuestra relación con ellos es del todo cordial y respetuosa, fruto natural del testimonio de vida que sabe abrirse paso en la medida de nuestra continua búsqueda de la voluntad de Dios y el equilibrio que se debe mantener entre la inculturación y la fidelidad a nuestro carisma y estilo concreto de vida.

El primero en hablar fue uno de los encargados, vecino nuestro, quien destacó que este año era la primera vez que la hermosa imagen de santa Ana estaba presente en el concierto, así como la gran alegría que era poder disfrutar nuevamente del evento en un lugar importante para Séforis. A continuación, en nombre del monasterio, quise resaltar algo que ya había hablado en más de una oportunidad con algunos de los vecinos, y es el hecho de que, en Séforis gracias a Dios “todos nosotros queremos y podemos vivir juntos y en paz”, ante lo cual el asentimiento fue general, así como la gratitud de saber que cada día rezamos por la paz.

El concierto estuvo hermoso, y durante casi dos horas sobre el Cielo que contempla la casa de santa Ana, pareciera no haber pasado ningún avión ni nada, al menos no se vio ni se escuchó, era simplemente el cielo al atardecer y la música en el monasterio; nadie miraba hacia arriba sino hacia adelante, a los músicos, cuyo telón de fondo era ni más ni menos que la dueña de casa, nuestra querida santa Ana; la que sigue intercediendo por sus fieles devotos, la que seguirá esperando a los peregrinos, la misma a quien encomendamos junto con toda la Sagrada Familia las necesidades e intenciones de todos aquellos que rezan por este sencillo monasterio.

Siempre encomendados a sus oraciones y rezando por ustedes,

Monjes del Monasterio de la Sagrada Familia.

 

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