Cosechando en familia

Desde la casa de santa Ana

Queridos amigos:
El año pasado fue notablemente el peor en lo que respecta a la cosecha, y esto en todo el país; de hecho, tuvimos que esperar a que el lugar donde llevamos las aceitunas para hacer el aceite estuviera abierto, lo cual fue unos pocos días a la semana ya que muy pocos llevaban sus frutos, y el tema común mientras esperábamos nuestro turno era siempre la poca cantidad que había salido ese año. Pero por gracia de Dios este año fue mejor, hay más aceitunas y esperamos poder cosechar un poco más.
El trabajo es intenso, no agotador pero intenso; hay que cosechar las partes altas de los árboles que no alcanzamos a podar el año pasado con escaleras y palos largos, juntar, limpiar, embolsar; llevar hasta el pueblo que tiene las máquinas y esperar varias horas hasta conseguir un turno. Luego envasar, etiquetar, etc.; es así que la ayuda que nos ofrecieron nuestras hermanas así como algunos amigos y feligreses del monasterio, ha sido una grandísima ayuda para nosotros, y se ha convertido en una hermosa ocasión para compartir y hasta conocer voluntarios nuevos que se sumaron también a ayudar. La cosecha de este año ha sido, además, un alivio dentro de esta guerra terrible que sigue afectando a tantas personas en Tierra Santa y sus alrededores. Comenzamos el trabajo temprano y durante la jornada hemos podido compartir variados temas sobre la fe, la esperanza, la voluntad de Dios, la Divina Providencia, etc.; además de compartir el almuerzo en el correspondiente clima de alegría y gratitud que hasta hace pasar desapercibida, de vez en cuando, la especial situación por la que estamos pasando.
El año pasado, repetimos, apenas pudimos cosechar unas pocas aceitunas para tener algo de aceite, pero este año es diferente, los frutos son más, abundantes, de igual manera que las gracias de Dios que se abren paso entre toda esta complejidad de Tierra Santa y no han dejado de llegar a bendecir la casa de santa Ana, fruto a su vez de las oraciones de todos ustedes a quienes no dejamos de encomendar a diario a la Sagrada Familia: hemos conocido a nuevos amigos, hemos podido visitar y recibir la visita de nuestros padres y hermanas de otras comunidades; no dejamos de recibir sus saludos y oraciones por nosotros y, gracias a Dios, los motivos para rezar y el trabajo por hacer jamás se acaban, así que seguimos dedicados a vivir nuestra vida religiosa en estas circunstancias particulares siempre hacia adelante, a través de la cruz, con el triunfo de la cruz, y asistidos siempre por Aquel que por nosotros murió en la cruz.
La pequeña reflexión que deseamos compartirles en esta ocasión, es el hecho de que siempre estaremos en guerra: contra el demonio, contra el espíritu mundano, contra nuestras pasiones desordenadas y defectos; pero hay que estar tranquilos: ¡Cristo ya venció!, solamente hay que seguir luchando por unirse a ese triunfo maravilloso, poco a poco, a nuestro ritmo, a través de las pruebas; con trabajo, con esfuerzo, ¡con oración!, siempre con santo entusiasmo por la virtud y agradecidos de las bendiciones de Dios que ningún mal puede impedir, comenzando por la gracia divina en el alma. Habrán años con menor cosecha en el ámbito terreno, pero no es la misma norma para el plano espiritual, donde por el contrario, las sequías y tormentas del alma, bien llevadas y ofrecidas, traen por fuerza una cosecha abundante en gracias: perseverancia, fortaleza, fe, caridad, generosidad, entrega, santo abandono, etc.
Sigamos rezando por el fin de la guerra en todo el mundo, sigamos ofreciendo oraciones y sacrificios; sembremos actos de virtud y cosecharemos virtudes.
Dios los bendiga, muchas gracias a todos por ayudarnos con sus oraciones, cada día se agradecen.
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