Santa Ana se llenó de peregrinos

Monseñor Paul Mamba, 25 sacerdotes y 350 feligreses…

Queridos amigos:

Desde que comenzó la guerra, hace ya casi un año, Tierra Santa se contempla de una manera muy diferente: ya no se ven las multitudes de devotos peregrinos llenando los santuarios y sus calles con toda la abundancia de colores y estilos en sus vestimentas, ni se oyen a lo lejos los murmullos de las variadas lenguas que poco a poco suelen irse reconociendo en la medida en que uno se va acercando a ellos, ni las graciosas mímicas que a veces -por fuerza- son la única manera de hacerse más o menos entender, sea para preguntar o responder, en busca de indicaciones respecto a los lugares, los horarios y la atención de los mismos peregrinos… Sí, Tierra Santa está silenciosa, de duelo, solitaria en cierta medida, reflexiva en sus consagrados. Y para nosotros, que somos de vida monástica, podría ser tiempo de soledad más recogida y mayor dedicación a la contemplación; y sí, está más tranquilo cuando no están los aviones pasando por encima y las ventanas no se estremecen para hacerse notar, pero la razón de esta relativa tranquilidad (que tristemente no es sinónimo de paz), es lo que sigue entristeciendo a todos aquellos que seguimos rezando por el fin de esta guerra.

 

Nuestra zona está dentro de todo más tranquila, aunque no por eso las personas también lo están, sino todo lo contrario; hay gran preocupación por lo que pueda pasar, embebido de una compleja incertidumbre que a muchos pone fuertemente a prueba; y por esta razón la imagen de santa Ana que custodia el monasterio lleva meses contemplando silenciosa la basílica vacía, porque ya no vienen prácticamente peregrinos a acompañarla y elevar desde allí sus oraciones al Cielo, y prácticamente las únicas figuras que pasan a diario delante de ella son los monjes rumbo a la capilla y cuando la vistan para regar sus flores y encenderle aquella pequeña vela que representa las intenciones de todos sus devotos que, a la distancia, hacen llegar sus peticiones hasta este pequeño y apartado lugar pidiendo su intercesión y la de la Sagrada Familia.

Pues bien, con este panorama y todo este contexto, se imaginarán cuán grande ha sido nuestra alegría al recibir la llamada de los guías que hace meses nos habían pedido celebrar aquí la santa Misa para confirmar su asistencia, con su Obispo a la cabeza, Monseñor Paul Mamba, Obispo de Senegal, 25 sacerdotes y 350 feligreses, además de los guías de los distintos buses que traían en grupos a estos entusiastas peregrinos que nos hicieron revivir el colorido y la alegre algarabía que nos anunciaba su llegada, y el silencio respetuoso que se iba produciendo en la medida que iban entrando a la basílica y se encontraban con la hermosa imagen de nuestra querida santa con su hija, para ir a saludarla y poner en sus manos sus devotas oraciones para que ella desde el Cielo las presente delante de su nieto.

Es muy digno de mención el hecho de que, en medio de esta guerra y soledad de Tierra Santa, esta haya sido hasta ahora la primera santa Misa así de concurrida, sin tener en cuenta la del día 26 de julio, día de los santos abuelos del Señor; y acompañada por un obispo y tantos sacerdotes asistiendo a sus feligreses desde antes, pues la celebración era a las 5:00 pero ya desde las 3:30 estaban llegando los primeros y los sacerdotes atendían sus confesiones mientras tanto.

Después de la devota celebración, pudimos saludar a Monseñor y agradecer su visita y su paternal compromiso de rezar por nosotros y la paz del mundo entero.

Finalmente, luego de despedirnos de los peregrinos, nuevamente todo regresó al silencio… pero un silencio diferente, pues esta vez se había convertido en una muy grata acción de gracias; no por haber sido un tiempo de compañía después de todos estos meses solitarios, pues somos monjes y el silencio es lo habitual, sino porque la Sagrada Familia nos concedió la hermosa gracia de ver uno de los frutos por los cuales siempre estamos rezando: para que sean cada vez más las almas devotas que puedan elevar al Cielo sus plegarias desde la casa de santa Ana.

Demos a Dios siempre las gracias.

Sagrada Familia, ruega por nosotros.

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