Para aprender a escuchar…
P. Fernando Lamas, IVE
Hay momentos en los cuales el mejor diálogo es callar, por que las palabras romperían la armonía de aquel instante que ya no es; fue un momento, un soplo, un casi eterno, donde se siente que el tiempo no es nuestro, que corre vertiginoso en contra de nuestra voluntad, es un momento donde tomamos conciencia de nuestra existencia pobre y caduca.
Un momento de silencio, es quietud, es angustia y libertad, es nuestro cuando somos sus creadores, nos pertenece en la medida que nosotros lo permitimos.
Hay un silencio de sorpresas, antes de la lluvia, un instante donde todo se detiene, hasta el tirano de las agujas parece asustado, el viento deja su silbido de orquestas eternas, los pajarillos dejan su trinar, los hombres dejan sus pensamientos, elevan el rostro al cielo, llenos de esperanza e ilusión, saben muy bien que el agua es vida, que el agua hace bien al espíritu.
Y sin quererlo, con una timidez de primavera, se rompe el instante de silencio, y una tras otra, irrepetibles y únicas, caen como centellas las gotas, chocan contra todo, no les importa destruirse.
Y ese silencio casi divino se rompió, y las gotas son como aplauso de gratitud a tan inmenso momento, aplausos que elogian al silencio.
Solo se aprende a escuchar cuando se ha aprendido a callar…