Audiencias de san Juan Pablo II

Fe y revelación

La revelación divina

Jesucristo culmina la revelación

La Revelación divina 27.03.85

jesusmisericordiosostospiritoinsassiacjpii1. Nuestro punto de partida en la catequesis sobre Dios que se revela sigue el texto del Concilio Vaticano II: ´Quiso Dios, con su bondad y sabiduría, revelarse a Sí mismo y manifestar el misterio de su voluntad: por Cristo, la palabra hecha carne, y con el Espíritu Santo, pueden los hombres llegar hasta el Padre y participar de la naturaleza divina. En esta revelación, Dios invisible, movido por amor, habla a los hombres como amigos, trata con ellos para invitarlos y recibirlos en su compañía´. (Dei Verbum , 2).
Pero ya hemos considerado la posibilidad de conocer a Dios con la capacidad de la sola razón humana. Según la constante doctrina de la Iglesia, expresada especialmente en el Concilio Vaticano I, y tomada por el Concilio Vaticano II, la razón humana posee esta capacidad y posibilidad: ´Dios, principio y fin de todas las cosas -se dice- puede ser conocido con certeza con la luz natural de la razón humana partiendo de las cosas creadas´, aun cuando es necesaria la Revelación divina para que ´todos los hombres, en la condición presente de la humanidad, puedan conocer fácilmente, con absoluta certeza y sin error las realidades divinas, que en sí no son inaccesibles a la razón humana´.
Este conocimiento de Dios por medio de la razón, ascendiendo a El ´a partir de las cosas creadas´, corresponde a la naturaleza racional del hombre. Corresponde también al designio original de Dios, el cual, al dotar al hombre de esta naturaleza, quiere poder ser conocido por él. ´Dios creando y conservando el universo por su Palabra, ofrece a los hombres en la creación un testimonio perenne de Sí mismo´ (Dei Verbum, 3). Este testimonio se da como don y, a la vez, se deja como objeto de estudio por parte de la razón humana. Mediante la atenta y perseverante lectura del testimonio de las criaturas, la razón humana se dirige hacia Dios y se acerca a El. Esta es, en cierto sentido, la vía ´ascendente´: por las gradas de las criaturas el hombre se eleva a Dios, leyendo el testimonio del ser, de la verdad, del bien y de la belleza que las criaturas poseen en sí mismas.

2. Esta vía del conocimiento que, en algún sentido, tiene su comienzo en el hombre y en su mente, permite a la criatura subir al Creador. Podemos llamarla la vía del ´saber´. Hay una segunda vía, la vía de la ´fe´. que tiene su comienzo exclusivamente en Dios. Estas dos vías son diversas entre sí, pero se encuentran en el hombre mismo y, en cierto sentido, se completan y se ayudan recíprocamente.
De manera diversa que en el conocimiento mediante la razón a partir ´de las criaturas´, las cuales sólo indirectamente llevan a Dios, en el conocimiento mediante la fe nos inspiramos en la Revelación, con la que Dios ´se da a conocer a Sí mismo´ directamente. Dios se revela, es decir, permite que se le conozca a El mismo manifestando a la humanidad ´el misterio de su voluntad´ (Ef 1, 9). La voluntad de Dios es que los hombres, por medio de Cristo, Verbo hecho hombre, tengan acceso en el Espíritu Santo al Padre y se hagan partícipes de la naturaleza divina. Dios, pues, revela al hombre ´a Sí mismo´, revelando a la vez su plan salvífico respecto al hombre. Este misteriosos proyecto salvífico de Dios no es accesible a la sola fuerza razonadora del hombre. Por tanto, la más perspicaz lectura del testimonio de Dios en las criaturas no puede desvelar a la mente humana estos horizontes sobrenaturales. No abre ante el hombre ´el camino de la salvación sobrenatural´ (como dice la Constitución Dei Verbum, 3), camino que está íntimamente unido al ´don que Dios hace de Sí´ al hombre. Con la revelación de Sí mismo Dios ´invita y recibe al hombre a la comunión con El´ (Cfr. Dei Verbum, 2).

3. Sólo teniendo todo esto ante los ojos, podemos captar que es realmente la fe: cuál es el contenido de la expresión ´creo´.
Si es exacto decir que la fe consiste en aceptar como verdadero lo que Dios ha revelado, el Concilio Vaticano II ha puesto oportunamente de relieve que es también una respuesta de todo el hombre, subrayando la dimensión ´existencial´ y ´personalista´ de ella. Efectivamente, si Dios ´se revela a Sí mismo´ y manifiesta al hombre el salvífico ´misterio de su voluntad´, es justo ofrecer a Dios que se revela esta ´obediencia de la fe´, por la cual todo el hombre libremente se abandona a Dios, prestándole ´el homenaje total de su entendimiento y voluntad´ (Vaticano I), ´asintiendo voluntariamente a lo que Dios revela´ (Dei Verbum, 5).
En el conocimiento mediante la fe el hombre acepta como verdad todo el contenido sobrenatural y salvífico de la Revelación; sin embargo, este hecho lo introduce, al mismo tiempo, en una relación profundamente personal con Dios mismo que se revela. Si el contenido propio de la Revelación es la ´auto-comunicación´ salvífica de Dios, entonces la respuesta de fe es correcta en la medida que el hombre -aceptando como verdad ese contenido salvífico-, a la vez, ´se abandona totalmente a Dios´. Sólo un completo ´abandono a Dios´ por parte del hombre constituye una respuesta adecuada.

Jesucristo culmina la revelación 3.04.85

1. La fe -lo que encierra la expresión ´creo´- está en relación esencial con la Revelación. La respuesta al hecho de que Dios se revela ´a Sí mismo´ al hombre, y simultáneamente desvela ante él el misterio de la eterna voluntad de salvar al hombre mediante la ´participación de la naturaleza divina´, es el ´abandono en Dios´ por parte del hombre, en el que se manifiesta la ´obediencia de la fe´. La fe es la obediencia de la razón y de la voluntad a Dios que revela. Esta ´obediencia´ consiste ante todo en aceptar ´como verdad´ lo que Dios revela: el hombre permanece en armonía con la propia naturaleza racional en este acoger el contenido de la revelación. Pero mediante la fe el hombre se abandona del todo a este Dios que se revela a Sí mismo, y entonces, a la vez que recibe el don ´de lo Alto´, responde a Dios con el don de la propia humanidad. De este modo, con la obediencia de la razón y de la voluntad a Dios que revela, comienza un modo nuevo de existir de toda la persona humana en relación a Dios.
La Revelación -y, por consiguiente, la fe- ´supera´ al hombre, porque abre ante él las perspectivas sobrenaturales. Pero en estas perspectivas está puesto el más profundo cumplimiento de las aspiraciones y de los deseos enraizados en la naturaleza espiritual del hombre: la verdad, el bien, el amor, la alegría, la paz. San Agustín expresó esta realidad con la famosa frase: ´Nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en Ti´ (Confesiones, I, 1).Santo Tomás dedica las primeras cuestiones de la segunda parte de la Suma Teológica a demostrar, como desarrollando el pensamiento de San Agustín, que sólo en la visión y en el amor de Dios se encuentra la plenitud de la realización de la perfección humana y, por tanto, el fin del hombre. Por esto, la divina Revelación se encuentra, en la fe, con la capacidad transcendente de apertura del espíritu humano a la Palabra de Dios.

2. La Constitución conciliar Dei Verbum hace notar que esta ´economía de la revelación´ se desarrolla desde el principio de la historia de la humanidad. ´Se realiza por obras y palabras intrínsecamente ligadas; las obras que Dios realiza en la historia de la salvación manifiestan y confirman la doctrina y las realidades que las palabras significan; a la vez, las palabras proclaman las obras y explican su misterio´ (Dei Verbum, 2). Puede decirse que esa economía de la Revelación contiene en sí una particular ´pedagogía divina´. Dios ´se comunica´ gradualmente al hombre, introduciéndole sucesivamente en su ´auto-revelación´ sobrenatural, hasta el culmen, que es Jesucristo.
Al mismo tiempo, toda la economía de la Revelación se realiza como historia de la salvación, cuyo proceso impregna la historia de la humanidad desde el principio. ´Dios creando y conservando el universo por su Palabra, ofrece a los hombres en la creación un testimonio perenne de Sí mismo; queriendo además abrir el camino de la salvación sobrenatural, se revelo desde el principio a nuestros primeros padres´ (Dei Verbum, 3).
Así, pues, como desde el principio el ´testimonio de la creación habla al hombre atrayendo su mente hacia el Creador invisible, así también desde el principio perdura en la historia la auto-revelación de Dios, que exige una respuesta justa en el ´creo´ del hombre. Esta Revelación no se interrumpió por el pecado de los primeros hombres. Efectivamente, Dios ´después de su caída, los levantó a la esperanza de la salvación, con la promesa de la redención: después cuidó continuamente del género humano, para dar la vida eterna a todos los que buscan la salvación con la perseverancia en las buenas obras. Al llegar el momento, llamó a Abrahán para hacerlo padre de un gran pueblo. Después de la edad de los Patriarcas. Instruyó a dicho pueblo por medio de Moisés y los Profetas, para que lo reconociera a El como Dios único y verdadero, como Padre providente y justo juez; para que esperara al Salvador prometido. De este modo fue preparando a través de los siglos el camino del Evangelio´ (Dei Verbum, 4).
La fe como respuesta del hombre a la palabra de la divina Revelación entró en la fase definitiva con al venida de Cristo, cuando ´al final´ Dios ´nos habló por medio de su Hijo´ (Heb 1, 1-2).

3. ´Jesucristo, pues, Palabra hecha carne, hombre enviado a los hombres, habla las palabras de Dios y realiza la obra de la salvación que el Padre le encargó. Por eso, quien ve a Jesucristo, ve al Padre; El, con su presencia y manifestación, con sus palabras y obras, signos y milagros, sobre todo con su muerte y gloriosa resurrección, con el envío del Espíritu de la verdad, lleva a plenitud toda la Revelación y la confirma con testimonio divino; a saber, que Dios está con nosotros para librarnos de las tinieblas del pecado y de la muerte y para hacernos resucitar a una vida eterna´ (Dei Verbum, 4).
Creer en sentido cristiano quiere decir acoger la definitiva auto-revelación de Dios en Jesucristo, respondiendo a ella con un ´abandono en Dios´, del que Cristo mismo es fundamento, vivo ejemplo y mediador salvífico.
Esta fe incluye, pues, la aceptación de toda la ´economía cristiana´ de la salvación como una nueva y definitiva alianza, que ´no pasará jamás´. Como dice el Concilio: . no hay que esperar otra revelación pública antes de la gloriosa manifestación de Jesucristo nuestro Señor´ (Dei Verbum , 4)
Así el Concilio, que en la Constitución Dei Verbum nos presenta de manera concisa, pero completa, toda la ´pedagogía´ de la divina Revelación, nos enseña, al mismo tiempo, que es la fe, que significa ´creer´, y en particular ´creer cristianamente´, como respondiendo a la invitación de Jesús mismo; ´Creéis en Dios, creed también en mí´ (Jn 14, 1).

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