Audiencias de san Juan Pablo II

Fe y revelación

Características de la fe

El carácter de la fe

 

Características de la fe 10.04.85

juanpabloii0111. Hemos dicho varias veces en estas consideraciones, que la fe es la respuesta particular del hombre a la Palabra de dios que se revela a Sí mismo hasta la revelación definitiva en Jesucristo. Esta respuesta tiene, sin duda, un carácter cognoscitivo; efectivamente, da al hombre la posibilidad de acoger este conocimiento (auto-conocimiento) que Dios ´comparte con él´.
La aceptación de este conocimiento de Dios, que en la vida presente es siempre parcial, provisional e imperfecto, da, sin embargo, al hombre la posibilidad de participar desde ahora en la verdad definitiva y total, que un día le será plenamente revelada en la visión inmediata de Dios. ´Abandonándose totalmente a Dios´, como respuesta a la auto-Revelación, el hombre participa en esta verdad. De tal participación toma origen una nueva vida sobrenatural, a la que Jesús llama ´vida eterna´ (Jn 17, 3) y que, con la Carta a los Hebreos, puede definirse ´vida mediante la fe´: ´mi justo vivirá de la fe´ (Heb 10, 38).

2. Si queremos profundizar, pues, en la comprensión de lo que es la fe, de lo que quiere decir ´creer´, lo primero que se nos presenta es la originalidad de la fe en relación con el conocimiento racional de Dios, partiendo ´de las cosas creadas´.
La originalidad de la fe está ante todo en su carácter sobrenatural. Si el hombre en la fe da la respuesta a la ´auto-Revelación de Dios´ y acepta el plan divino de la salvación, que consiste en la participación en la naturaleza y en la vida íntima de Dios mismo, esta respuesta debe llevar al hombre por encima de todo lo que el ser humano mismo alcanza con las facultades y las fuerzas de la propia naturaleza, tanto en cuanto a conocimiento como en cuanto a voluntad: efectivamente, se trata del conocimiento de una verdad infinita y del cumplimiento transcendente de las aspiraciones al bien y a la felicidad, que están enraizadas en la voluntad, en el corazón: se trata, precisamente, de la ´vida eterna´.
´Por medio de la revelación divina -leemos en la Constitución Dei Verbum- Dios quiso manifestarse a Sí mismo y sus planes de salvar al hombre, para que el hombre se haga partícipe de los bienes divinos, que superan totalmente la inteligencia humana´ (n.6). La Constitución cita aquí las palabras del Concilio Vaticano I (Cons. Dei Filius , 12), que ponen de relieve el carácter sobrenatural de la fe.
Si, pues, la respuesta humana a la auto-revelación de Dios, y en particular a su definitiva auto-revelación en Jesucristo, se forma interiormente bajo la potencia luminosa de Dios mismo que actúa en lo profundo de las facultades espirituales del hombre, y, de algún modo, en todo el conjunto de sus energías y disposiciones. Esa fuerza divina se llama gracia, en particular, la gracia de la fe.

3. Leemos también en la misma Constitución del Vaticano II: “Para dar esta respuesta de la fe es necesaria la gracia de Dios, que se adelanta y nos ayuda, junto con el auxilio interior del Espíritu Santo, que mueve el corazón, lo dirige a Dios, abre los ojos del espíritu y concede a todos gusto en aceptar y creer la verdad (palabras del Concilio Arausicano II). Para que el hombre pueda comprender cada vez más profundamente la Revelación, el Espíritu Santo perfecciona constantemente la fe con sus dones´ (Dei Verbum , 5).
La Constitución Dei Verbum se pronuncia de modo sucinto sobre el tema de la gracia de la fe; sin embargo, esta formulación sintética es completa y refleja la enseñanza de Jesús mismo, que ha dicho: ´Nadie puede venir a mí si el Padre, que me ha enviado, no lo atrae´ (Jn 6, 44). La gracia de la fe es precisamente esta ´atracción´ por parte de Dios, ejercida en relación con la esencia interior del hombre, e indirectamente de toda la subjetividad humana, para que el hombre responda plenamente a la ´auto-revelación´ de Dios en Jesucristo, abandonándose a El. Esa gracia previene el acto de fe, lo suscita, sostiene y guía; su fruto es que el hombre se hace capaz ante todo de ´creer a Dios´ y cree de hecho. De este modo, en virtud de la gracia proveniente y cooperante se instaura una ´comunión´ sobrenatural interpersonal que es la misma viva estructura que sostiene la fe, mediante la cual el hombre, que cree en Dios, participa de su ´vida eterna´: ´conoce al Padre y a su enviado Jesucristo´ (Cfr. Jn 17, 3) y, por medio de la caridad entra en una relación de amistad con ellos (Cfr. Jn 14, 23; 15, 15).

4. Esta gracia es fuente de la iluminación sobrenatural que ´abre los ojos del espíritu´; y, por lo mismo, la gracia de la fe abarca particularmente la esfera cognoscitiva del hombre y se centra en ella. Logra de ella la aceptación de todos los contenidos de la Revelación en los cuales se desvelan los misterios de Dios y los elementos del plan salvífico respecto al hombre. Pero, al mismo tiempo, la facultad cognoscitiva del hombre bajo la acción de la gracia de la fe tiende a la comprensión cada vez más profunda de los contenidos revelados, puesto que tiende hacia la verdad total prometida por Jesús (Cfr. Jn 16, 13), hacia la ´vida eterna´. Y en este esfuerzo de comprensión creciente encuentra apoyo en los dones del Espíritu Santo, especialmente en los que perfeccionan el conocimiento sobrenatural de la fe: ciencia, entendimiento, sabiduría.
Según este breve bosquejo, la originalidad de la fe se presenta como una vida sobrenatural, mediante la cual la ´auto-revelación´ de Dios arraiga en el terreno de la inteligencia humana, convirtiéndose en la fuente de la luz sobrenatural, por la que el hombre participa, en la medida humana, pero a nivel de comunión divina, de ese conocimiento, con el que Dios se conoce eternamente a Sí mismo y conoce toda otra realidad en Sí mismo.

El carácter de la fe 17.04.85

1. Si la originalidad de la fe consiste en el carácter de conocimiento esencialmente sobrenatural, que proviene de la gracia de Dios y de los dones del Espíritu Santo, igualmente se debe afirmar que la fe posee una originalidad auténticamente humana. En efecto, encontramos en ella todas las características de la convicción racional y razonable sobre la verdad contenida en la divina Revelación. Esta convicción -o sea, certeza- corresponde perfectamente a la dignidad de la persona como ser racional y libre.
Sobre este problema es muy iluminadora, entre los documentos del Concilio Vaticano II, la Declaración Dignitatis humanae . En ella, leemos, entre otras cosas: ´Es uno de los capítulos principales de la doctrina católica, contenido en la Palabra de Dios y predicado constantemente por los Padres, que el hombre, al creer, debe responder voluntariamente a Dios, y que, por tanto, nadie debe ser forzado a abrazar la fe contra su voluntad. Porque el acto de fe es voluntario por su propia naturaleza, ya que el hombre, redimido por Cristo Salvador y llamado en Jesucristo a la filiación adoptiva, no puede adherirse a Dios, que se revela a Sí mismo, a menos que, atraído por el Padre, rinda a Dios el obsequio racional y libre de la fe. Está, por consiguiente, en total acuerdo con la índole de la fe el excluir cualquier género de coacción por parte de los hombres en materia religiosa´ (Dignitatis humanae, 10).
´Dios llama ciertamente a los hombres a servirle en espíritu y en verdad. Por este llamamiento quedan ellos obligados en conciencia, pero no coaccionados. Porque Dios tiene en cuenta la dignidad de la persona humana, que El mismo ha creado, y que debe regirse por su propia determinación y usar la libertad. Esto se hizo patente sobre todo en Cristo Jesús.´ (n.11).

2. Y aquí el documento conciliar explica de que modo Cristo trató de ´excitar y robustecer la fe de los oyentes´, excluyendo toda coacción. En efecto, El dio testimonio definitivo de la verdad de su Evangelio mediante la cruz y la resurrección, ´pero no quiso imponerla por la fuerza a los que le contradecían Cían´. ´Su reino. se establece dando testimonio de la verdad y prestándole oído, y crece por el amor con que Cristo, levantado en la cruz, atrae los hombres a Sí mismo´ (n.11). Cristo encomendó luego a los Apóstoles el mismo modo de convencer sobre la verdad del Evangelio.
Precisamente, gracias a esta libertad, la fe -lo que expresamos con la palabra ´creo´- posee su autenticidad y originalidad humana, además de divina. En efecto, ella expresa la convicción y la certeza sobre la verdad de la revelación, en virtud de un acto de libre voluntad. Esta voluntariedad estructural de la fe no significa en modo alguno que el creer sea ´facultativo´, y que por lo tanto, sea justificable una actitud de indiferentismo fundamental; sólo significa que el hombre está llamado a responder a la invitación y al donde Dios con la adhesión libre y total de sí mismo.

3. El mismo documento conciliar, dedicado al problema de la libertad religiosa, pone de relieve muy claramente que la fe es una cuestión de Conciencia.
Por razón de su dignidad, todos los hombres, por ser personas, es decir, dotados de razón y de voluntad libre y, por tanto, enaltecidos con una responsabilidad personal, son impulsados por su propia naturaleza a buscar la verdad, y además tienen la obligación moral de buscarla, sobre todo, la que se refiere a la religión. Están obligados, asimismo, a adherirse a la verdad conocida y a ordenar su vida según las exigencias de la verdad´ (n.2). Si éste es el argumento esencial a favor del derecho a la libertad religiosa, es también el motivo fundamental por el cual esta misma libertad debe ser correctamente comprendida y observada en la vida social.

4. En cuanto a las decisiones personales, ´cada uno tiene la obligación, y en consecuencia también el derecho, de buscar la verdad en materia religiosa, a fin de que, utilizando los medios adecuados, llegue a formarse prudentemente juicios rectos y verdaderos de conciencia. Ahora bien, la verdad debe buscarse de modo apropiado a la dignidad de la persona humana y a su naturaleza social, mediante la libre investigación, con la ayuda del magisterio o enseñanza, de la comunicación y del diálogo, por medio de los cuales los hombres se exponen mutuamente la verdad que han encontrado o juzgan haber encontrado para ayudarse unos a otros en la búsqueda de la verdad; y una vez conocida ésta, hay que adherirse firmemente a ella con asentimiento personal´(n.3).
En estas palabras hallamos una característica muy acentuada de nuestro ´credo´ como acto profundamente humano, que responde a la dignidad del hombre en cuanto persona. Esta correspondencia se manifiesta en la relación con la verdad mediante la libertad interior y la responsabilidad de conciencia del sujeto creyente.
Esta doctrina, inspirada en la Declaración conciliar sobre la libertad religiosa Dignitatis humanae, sirve también para hacer comprender lo importante que es una catequesis sistemática, tanto porque hace posible el conocimiento de la verdad sobre el proyecto de Dios, contenido en la divina Revelación, como porque ayuda a adherirse cada vez más a la verdad ya conocida y aceptada mediante la fe.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *