Audiencias de san Juan Pablo II

Fe y revelación

Sagrada Tradición y Sagrada Escritura

Sagrada Escritura: inspiración e interpretación

Sagrada Tradición y Sagrada Escritura 24.04.85

JP II y la biblia1. ¿Donde podemos encontrar lo que Dios ha revelado para adherirnos a ello con nuestra fe convencida y libre?. Hay un ´sagrado depósito´, del que la Iglesia toma comunicándonos sus contenidos.
Como dice el Concilio Vaticano II: ´Esta Sagrada Tradición con la Sagrada Escritura de ambos Testamentos, son el espejo en el que la Iglesia peregrina contempla a Dios, de quien todo lo recibe, hasta el día en que llegue a verlo cara a cara, como El es´ (Dei Verbum , 7).
Con estas palabras la Constitución conciliar sintetiza el problema de la transmisión de la Revelación Divina, importante para la fe de todo cristiano. Nuestro ´credo´, que debe preparar al hombre sobre la tierra a ver a Dios cara a cara en la eternidad, depende en cada etapa de la historia, de la fiel inviolable transmisión de esta auto-revelación de Dios, que en Jesucristo ha alcanzado su ápice y su plenitud.

2. Cristo mandó ´a los Apóstoles predicar a todo el mundo el Evangelio como fuente de toda verdad salvadoras y de toda norma de conducta, comunicándoles así los bienes divinos´ (n.7). Ellos ejecutaron la misión que les fue confiada ante todo mediante la predicación oral, y al mismo tiempo algunos de ellos ´pusieron por escrito el mensaje de salvación inspirados por el Espíritu Santo´ (n. 7). Esto hicieron también algunos del círculo de los Apóstoles (Marcos, Lucas).
Así se formó la transmisión de la Revelación divina en la primera generación de cristianos: ´Para que este Evangelio se conservara siempre vivo e integro en la Iglesia, los Apóstoles nombraron como sucesores a los obispos, dejándoles su función en el magisterio (S. Ireneo)´ (n.7).

3. Como se ve, según el Concilio, en la transmisión de la divina Revelación en la Iglesia se sostienen recíprocamente y se completan la Tradición y la Sagrada Escritura, con las cuales las nuevas generaciones de los discípulos y de los testigos de Jesucristo alimentan su fe, por que ´lo que los Apóstoles transmitieron . comprende todo lo necesario para una vida santa y para una fe creciente del Pueblo de Dios´ (n.8).
´Esta Tradición apostólica va creciendo en la Iglesia con la ayuda del Espíritu Santo; es decir, crece la comprensión de las palabras y de las instituciones transmitidas cuando los fieles las contemplan y estudian re pasándolas en su corazón, cuando comprenden internamente los viven, cuando las proclaman los obispos, sucesores de los Apóstoles en el carisma de la verdad. La Iglesia camina a través de los siglos hacia la plenitud de la verdad, hasta que se cumplan en ella plenamente las palabras de Dios´ (n.8).
Pero en esta tensión hacia la plenitud de la verdad divina la Iglesia bebe constantemente en el único ´depósito´ originario, constituido por la Tradición apostólica y la Sagrada Escritura, las cuales ´manan de una misma fuente divina, se unen en un mismo caudal, corren hacia el mismo fin´ (n.9).

4. A este propósito conviene precisar y subrayar, también de acuerdo con el Concilio, que . La Iglesia no saca exclusivamente de la Sagrada Escritura la certeza de todo lo revelado´ (n.9). Esta Escritura ´es la Palabra de Dios en cuanto escrita por inspiración del Espíritu Santo´. Pero ´la Palabra de Dios, encomendada por Cristo y el Espíritu Santo a los Apóstoles, la transmite íntegra a los sucesores, para que ellos, iluminados por el Espíritu de verdad, la conserven, la expongan y la difundan fielmente en su predicación´ (n.9). ´La misma Tradición da a conocer a la Iglesia el canon íntegro de los Libros Sagrados y hace que los comprenda cada vez mejor y los mantenga siempre activos´ (n.8).
´La Sagrada Tradición y la Sagrada Escritura constituyen un solo depósito sagrado de la Palabra de Dios, confiado a la Iglesia. Fiel a dicho depósito, el pueblo cristiano entero, unido a sus Pastores, persevera siempre en la doctrina apostólica.´ (n.10). Por ello ambas, la Tradición y la Sagrada Escritura, deben estar rodeadas de la misma veneración y del mismo respeto religioso.

5. Aquí nace el problema de la interpretación auténtica de la Palabra de Dios, escrita o transmitida por la Tradición. Esta función ha sido encomendada ´únicamente al Magisterio vivo de la Iglesia, el cual lo ejercita en nombre de Jesucristo´ (n.10). Este Magisterio ´no está por encima de la palabra de Dios, sino a su servicio, para enseñar puramente lo transmitido, pues por mandato divino y con la asistencia del Espíritu Santo, lo escucha devotamente, lo custodia celosamente, lo explica fielmente; y de este depósito de la fe saca todo lo que propone como revelado por Dios para ser creído´(n.10).

6. He aquí, pues, una nueva característica de la fe: creer de modo cristiano significa también: aceptar la verdad revelada por Dios, tal como la enseña la Iglesia. Pero al mismo tiempo el Concilio Vaticano II recuerda que ´ la totalidad de los fieles. no pueden equivocarse cuando cree, y esta prerrogativa peculiar suya la manifiesta mediante el sentido sobrenatural de la fe de todo el pueblo, cuando desde los obispos hasta los últimos fieles laicos prestan su consentimiento universal en las cosas de fe y costumbres. Con este sentido de la fe, que el Espíritu de verdad suscita y mantiene, el Pueblo de Dios se adhiere indefectiblemente a la fe confiada de una vez para siempre a los santos, penetra más profundamente en ella con juicio certero y le da más plena aplicación en la vida guiado en todo por el sagrado Magisterio´ (LumenGentium, 12).

7. La Tradición, la Sagrada Escritura, el Magisterio de la Iglesia y el sentido sobrenatural de la fe de todo el pueblo de Dios forman ese proceso vivificante en el que la divina Revelación se transmite a las nuevas generaciones. ´Así Dios, que habló en otros tiempos, sigue conversando con la esposa de su Hijo amado; así el Espíritu Santo, por quien la voz viva del Evangelio resuena en la iglesia, y por ella en el mundo entero, va introduciendo a los fieles en la verdad plena y hace que habite en ellos intensamente la palabra de Cristo´ (Dei Verbum, 8).
Creer de modo cristiano significa aceptar ser introducidos y conducidos por el Espíritu a la plenitud de la verdad de modo consciente y voluntario.

Sagrada Escritura: inspiración e interpretación 1.05.85

1. Repetimos hoy una vez más las hermosas palabras de la Constitución conciliar Dei Verbum ; ´ Así Dios, que habló en otros tiempos.´ (n.8).
Digamos, de nuevo que significa ´creer´.
Creer de modo cristiano significa precisamente: ser introducidos por el Espíritu Santo en la verdad plena de la divina Revelación. Quiere decir: ser una comunidad de fieles abiertos a la Palabra del Evangelio de Cristo. Una y otra cosa son posibles en cada generación, porque la viva transmisión de la divina Revelación, contenida en la Tradición y la Sagrada Escritura, perdura integra en la Iglesia, gracias al servicio especial del Magisterio, en armonía con el sentido sobrenatural del Pueblo de Dios.

2. Para completar esta concepción del vínculo entre nuestro ´credo´ católico y su fuente, es importante también la doctrina sobre la inspiración de la Sagrada Escritura y de su interpretación auténtica. Al presentar esta doctrina seguimos (como en las catequesis anteriores) ante todo la Constitución Dei Verbum.
Dice el Concilio: ´La Santa Madre Iglesia fiel a la fe de los Apóstoles, reconoce que todos los libros del Antiguo y Nuevo Testamento, con todas sus partes, son sagrados y canónicos, en cuanto que, que escritos por inspiración del Espíritu Santo, tienen a Dios como autor, y como tales han sido confiados a la Iglesia´ (n.11).
Dios -como Autor invisible y transcendente- ´se valió de hombres elegidos, que usaban de todas sus facultades y talentos; de este modo. como verdaderos autores, pusieron por escrito todo y sólo lo que Dios quería´ (n.11). Con este fin el Espíritu Santo actuaba en ellos y por medio de ellos (Cfr. n.11).

3. Dado este origen, se debe reconocer ´que los libros de la Sagrada Escritura enseñan sólidamente, fielmente y sin error la verdad que Dios hizo consignar en dichos libros para la salvación nuestra´ (n.11). Lo confirman las palabras de San Pablo en la Carta a Timoteo: ´Toda la Escritura es divinamente inspirada y útil para enseñar, para argüir, para corregir, para educar en la justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto y consumado en toda obra buena´ (2 Tim. 3, 16-17).
La Constitución sobre la divina revelación, siguiendo a San Juan Crisóstomo, manifiesta admiración por la particular ´condescendencia´, que es como un ´inclinarse´ de la eterna Sabiduría. ´La Palabra de Dios, expresada en lenguas humanas, se hace semejante al lenguaje humano, como la Palabra del Eterno Padre, asumiendo nuestra débil condición humana, se hizo semejante a los hombres´ (n.13).

4. De la verdad sobre la divina inspiración de la Sagrada Escritura se deriva lógicamente algunas normas que se refieren a su interpretación. La Constitución Dei Verbum las resume brevemente:
El primer principio es que ´porque Dios habla en la Escritura por medio de hombres y en lenguaje humano, el intérprete de la Sagrada Escritura, para conocer lo que Dios quiso comunicarnos, debe estudiar con atención lo que los autores querían decir y Dios quería dar a conocer con dichas palabras´ (n.12).
Con esta finalidad -y éste es el segundo punto- es necesario tener en cuenta, entre otras cosas, ´los géneros literarios´. ´Pues la verdad se presenta y enuncia de modo diverso en obras de diversa índole histórica, en libros proféticos o poéticos, o en otros géneros literarios´ (n.12). El sentido de lo que el autor expresa depende precisamente de estos géneros literarios, que se deben tener, pues, en cuenta sobre el fondo de todas las circunstancias de una poca precisa y de una determinada cultura.
Y, por esto, tenemos el tercer principio para una recta interpretación de la Sagrada Escritura: ´Para comprender exactamente lo que el autor sagrado propone en sus escritos, hay que tener muy en cuenta los habituales y originarios modos de pensar, de expresarse, de narrar que se usaban en el tiempo del escritor, y también las expresiones que entonces solían emplearse en la conversación ordinaria´ (n.12).

5. Estas indicaciones bastantes detalladas, que se dan para la interpretación de carácter histórico-literario, exigen una relación profunda con las premisas de la doctrina sobre la divina inspiración de la Sagrada Escritura. ´La escritura se ha de leer e interpretar con el mismo Espíritu con que fue escrita´ (n.12). Por esto, ´hay que tener muy en cuenta el contenido y la unidad de toda la Escritura, la Tradición viva de toda la Iglesia, la analogía de la fe´ (n.12).
Por ´analogía de la fe´ entendemos la cohesión de cada una de las verdades de fe entre sí y con el plan total de la Revelación y la plenitud de la divina economía encerrada en él.

6. La misión de los exegetas, es decir, de los investigadores que estudian con métodos idóneos la Sagrada Escritura, es contribuir, según dichos principios, ´para ir penetrando y exponiendo el sentido de la Sagrada Escritura, de modo que con dicho estudio pueda madurar el juicio de la Iglesia´ (n.12). Puesto que la Iglesia tiene ´el mandato y el ministerio divino de Conservar e interpretar la Palabra de Dios´, todo lo que se refiere ´al modo de interpretar la Escritura, queda sometido al juicio definitivo de la Iglesia´ (n.12).
Esta norma es importante para precisar la relación recíproca entre exégesis (y la teología) y el Magisterio de la Iglesia. Es una norma que está en relación muy íntima con lo que hemos dicho anteriormente a propósito de la transmisión de la divina Revelación. Hay que poner de relieve una vez más que el Magisterio utiliza el trabajo de los teólogos-exegetas y, al mismo tiempo, vigila oportunamente sobre los resultados de sus estudios. Efectivamente, el Magisterio está llamado a custodiar la verdad plena, contenida en la divina Revelación.

7. Creer de modo cristiano significa, pues, adherirse a esta verdad gozando de la garantía de verdad que por institución de Cristo mismo se le ha dado a la Iglesia. Esto vale para todos los creyentes: y, por tanto -en su justo nivel y en el grado adecuado-, también para los teólogos y exegetas. Para todos se revela en este campo la misericordiosa providencia de Dios, que ha querido concedernos no sólo el don de su auto-revelación, sino también la garantía de su fiel conservación, interpretación y explicación, confiándola a la Iglesia.

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