Perseverar en la oración es perseverar en el amor a Dios

Perseverar en el amor

     “Orad constantemente” (1 Ts 5, 17), “dando gracias continuamente y por todo a Dios Padre, en nombre de Nuestro Señor Jesucristo” (Ef 5, 20), “siempre en oración y suplica, orando en toda ocasión en el Espíritu, velando juntos con perseverancia e intercediendo por todos los santos” (Ef6, 18).“No nos ha sido prescrito trabajar, vigilar y ayunar constantemente; pero sí tenemos una ley que nos manda orar sin cesar” (Evagrio Pontico, Capita practica ad Anatolium, 49). Este ardor incansable no puede venir más que del amor. Contra nuestra inercia y nuestra pereza, el combate de la oración es el del amor humilde, confiado y perseverante. Este amor abre nuestros corazones a tres evidencias de fe, luminosas y vivificantes:

     Orar es siempre posible: El tiempo del cristiano es el de Cristo resucitado que está con nosotros “todos los días” (Mt 28, 20), cualesquiera que sean las tempestades (cf Lc 8, 24). Nuestro tiempo está en las manos de Dios:

«Conviene que el hombre ore atentamente, bien estando en la plaza o mientras da un paseo: igualmente el que está sentado ante su mesa de trabajo o el que dedica su tiempo a otras labores, que levante su alma a Dios: conviene también que el siervo alborotador o que anda yendo de un lado para otro, o el que se encuentra sirviendo en la cocina […], intenten elevar la súplica desde lo más hondo de su corazón» (San Juan Crisóstomo, De Anna, sermón 4, 6).

     Orar es una necesidad vital: si no nos dejamos llevar por el Espíritu caemos en la esclavitud del pecado (cf Ga 5, 16-25). ¿Cómo puede el Espíritu Santo ser “vida nuestra”, si nuestro corazón está lejos de él?

«Nada vale como la oración: hace posible lo que es imposible, fácil lo que es difícil […]. Es imposible […] que el hombre […] que ora […] pueda pecar» (San Juan Crisóstomo, De Anna, sermón 4, 5).

«Quien ora se salva ciertamente, quien no ora se condena ciertamente» (San Alfonso María de Ligorio, Del gran mezzo della preghiera, pars 1, c. 1)).

      Oración y vida cristiana son inseparables porque se trata del mismo amor y de la misma renuncia que procede del amor. La misma conformidad filial y amorosa al designio de amor del Padre. La misma unión transformante en el Espíritu Santo que nos conforma cada vez más con Cristo Jesús. El mismo amor a todos los hombres, ese amor con el cual Jesús nos ha amado. “Todo lo que pidáis al Padre en mi Nombre os lo concederá. Lo que os mando es que os améis los unos a los otros” (Jn 15, 16-17).

«Ora continuamente el que une la oración a las obras y las obras a la oración. Sólo así podemos cumplir el mandato: “Orad constantemente”» (Orígenes, De oratione, 12, 2).

Catecismo de la Iglesia Católica, nº 2742-2745

Un regalo de la Divina Providencia

Luego de ocho siglos

¡Santa Misa de Domingo de Resurrección!

 

Querida familia religiosa y amigos:

Como antes les hemos contado, nuestro monasterio se encuentra en lo que fue la casa de Santa Ana, Madre de nuestra Señora. El lugar forma parte de un parque arqueológico, y debido a que se encuentra dentro de un moshav hebreo, siendo tan solo nosotros y las religiosas vecinas los únicos cristianos de la zona, y pese a que celebramos la santa Misa a diario, lo normal es que no contemos con feligresía, razón por la cual siempre hemos asistido para las grandes celebraciones a la Basílica de Nazaret. Pero este año fue diferente, puesto que gracias a que la Divina Providencia se encargó de contactarnos con un grupo de peregrinos mejicanos que querían participar de la liturgia en español y no encontraban lugar, es que luego de ocho siglos pudimos celebrar aquí, en la casa de santa Ana, “la santa Misa de Domingo de resurrección”.

Digna de mención fue la gratitud y devoción con que los casi sesenta peregrinos pudieron participar de la santa Misa, la cual fue presidida por el P. Enrique González, superior del monasterio, mientras los Padres Jason Jorquera y Néstor Andrada se dedicaron a oír confesiones durante toda la celebración, en la cual además más de diez matrimonios renovaron sus promesas matrimoniales, acompañando la liturgia con hermosos y variados cantos y un gran estandarte de nuestra Señora de Guadalupe.

Haber podido celebrar esta santa Misa tan especial para toda la cristiandad aquí, en nuestro monasterio y con tantos feligreses, realmente ha sido una gracia hermosa que esperamos poder prolongar de aquí en adelante, para lo cual nos encomendamos nuevamente a sus oraciones junto con los peregrinos de este lugar, comprometiendo nuevamente las nuestras por sus intenciones. Siempre gracias por acompañarnos a la distancia en este apostolado.

Con nuestra bendición, en Cristo y María: Monjes del Monasterio de la Sagrada Familia.

¡Felices Pascuas!, ¡Jesucristo resucitó!

El espíritu de la Resurrección

El espíritu de la Resurrección

San Alberto Hurtado

Los peces del océano viven en agua salada y a pesar del medio salado, tenemos que echarles sal cuando los comemos: se conservan insípidos, sosos. Así podemos vivir en la alegría de la resurrección sin empaparnos de ella: sosos. Debemos empaparnos, pues, en la resurrección. El mensaje de la resurrección es alentador, porque es el triunfo completo de la bondad de Cristo. Para comprender el papel de un elemento supongamos que eso falta (para saber lo que es el sol, supongamos que no existe: frío y muerte). ¿Qué sería nuestra Iglesia si no hubiera Resurrección? Si terminara el mensaje en el Viernes Santo: Siempre de luto, ¡¡y la duda y el temor del futuro !! Y todos en penitencia desesperante. He conocido un buen padre de familia que tuvo una tristeza horrible y se acabó ese hombre. Tuvo un niño de seis años, rompió la loza, el padre lo castigó y lo mandó a su cama sin un beso… Esa noche murió solo. ¡¡Si hubiera sabido que era su última hora!! Se fue a la eternidad con la tristeza de ese recuerdo. Ahora suponga que Nuestro Señor muere, grita, desaparece… ¡qué triste habría sido! Pero volvió después de su muerte, ¿para decir qué? Que en el Corazón divino no había ningún rencor. ¡Que no había venganza! Que podíamos cooperar con Él. Porque conocemos bien este misterio, no lo apreciamos bastante. No hay que desesperar: los lazos entre el Salvador y los hombres no han sido rotos. Por eso, se presenta tan luego a Pedro, no para decirle que obró mal, sino para decirle que sigue siendo Jefe del Colegio Apostólico y piedra angular de la Iglesia, porque mi muerte es muerte de redención. Éste es su alcance esencial y debe producir la gratitud de mi alma. Es la víctima que vuelve y su primera palabra: “No teman” (Mt 28,10). “Te damos gracias por tu inmensa gloria”, es la resurrección.

Nuestro Señor acabó su papel mortal. ¿Se interesa todavía a la tierra? Cristo que se aparece con frecuencia, y dice: Todo mi interés está en la tierra. Hilvanemos un poco de teología en torno a la esperanza de Nuestro Señor. ¿Tuvo Nuestro Señor las virtudes teologales? Unánimes: tuvo la caridad perfecta en tierra y en el cielo. La fe, unánimes en que no, porque tenía más, la visión beatífica. ¿Y la esperanza? Se dividen: unos que no, porque no puede esperar lo que ya tiene en la tierra y en el cielo: la visión beatífica; otros afirman que en su vida mortal tuvo la verdadera esperanza, y que hoy en el cielo la tiene. El objeto de la esperanza no es como lo dice, sin probarlo, San Agustín: la salvación eterna del hombre que espera, sino la salvación eterna de todos los que son capaces de conseguirla (yo espero el cielo para mí y también para los demás, para todos nosotros, el cielo y las gracias necesarias, virtud social espléndida). San Agustín: sólo para mí espero; Santo Tomás, dijo: es verdad lo de San Agustín, pero nuestros amigos, de un cierto modo, somos nosotros mismos, como lo dijo Aristóteles: puedo esperar por los que son yo, (y en la doctrina del Cuerpo Místico esta doctrina cobra mayor luz: el gran “Yo”). Luego, si el objeto de la esperanza es la salvación de todos los que son capaces, Nuestro Señor esperó y sigue esperando por todos los que son capaces de esperar. El cielo es una gran esperanza hasta el último juicio (la gran fiesta todavía no ha comenzado; están afinando los instrumentos).

Nuestro Señor después de la Resurrección no se contentó con gozar su felicidad. Como la alegría del profesor es la ciencia de sus alumnos… su esperanza no es completa hasta que todos aprenden; como el Capitán del buque no tiene su esperanza completa hasta que se salva el último… ¡Sería pésimo si se contentara con su propia salvación! Todo el cielo es la gran esperanza vuelta hacia la tierra. San Ignacio tiene gran esperanza en nosotros y no la colmará sino cuando haya entrado el último jesuita. La esperanza es el lazo que une el cielo y la tierra. No nos imaginemos el cielo con sillones tranquilos. San Pedro está mirando el Vaticano todo el día. La tierra es el periódico del cielo. Por eso podemos gritar: ¡Eh, sálvanos que perecemos! Acuérdate que es tu obra la que arde. ¡Eh santos, miren su obra! ¡Recen por nosotros! ¡La Iglesia lo hace en forma imperativa! Es como en una operación que comienza un cirujano, y se va: caso de apuro, el otro lo llama, es la misma operación. “También tengo otras ovejas, que no son de este redil… y habrá un solo rebaño, un solo pastor” (Jn 10,16). El Señor espera traerlas al redil. La posesión es la que acaba la esperanza: la posesión de todos nosotros. Cuando uno se sienta a orilla de un mar de marea poderosa, por ejemplo en Jersey: en el momento de la marea en equilibrio, se puede reconocer la primera ola de la marea entrante… ¡hay que huir porque la marea allí va a la velocidad de un caballo al galope! Tres horas después, ¡toda la playa cubierta! Esa marea, esos millones de gotas, ¿por qué? Porque la luna ha pasado. En todo el mundo espiritual están los hombres que hacen actos buenos, buenos deseos… Centro de su unidad, la esperanza infalible de Cristo, de allí vienen las gracias para que todo el mundo sea conforme a la Resurrección del Señor. Esta visión proporciona una gran alegría, una necesidad de trabajar. ¿Qué voy a hacer cada día?, cumplir la esperanza de Cristo. El cielo todavía no está acabado: falta la Iglesia militante. Y cuando llega un pobre hombre cubierto del polvo de la tierra, ¡la alegría que habrá en el cielo! El Señor lo dice: habrá más alegría en el cielo… (Lc 15,7). Allí ya no hay posibilidad de batalla… ¡No se trata solamente de limpiarse, sino que hay que ensanchar este horizonte a las dimensiones de Cristo! ¡Todo el cielo interesándose por la tierra! Y por eso Nuestro Señor se aparece a su Madre… Se interesa a todo, hasta en la pesca de sus apóstoles; en lo que comen ellos: ¿Os queda algo de comer? Comió y distribuyó los pedazos (cf. Jn 21,1-14). Para mostrarnos que más que su felicidad eterna, le interesa su obra en la tierra. ¡La comunidad de la Iglesia triunfante y militante es la razón de nuestros esfuerzos! ¡Comunidad de deseos, de anhelos y de esperanza!

Resurrección

No todo es Viernes Santo. ¡Resucitó Cristo, mi esperanza! “Yo soy la Resurrección” (Jn 11,25). Está el Domingo, y esta idea nos ha de dominar. En medio de dolores y pruebas… optimismo, confianza y alegría. Siempre alegres: Porque Cristo resucitó venciendo la muerte y está sentado a la diestra del Padre. Y es Cristo, mi bien, el que resucitó. Él, mi Padre, mi Amigo, ya no muere. ¡Qué gloria! Así también resucitaré “en Cristo Jesús” he resucitado glorioso, en Él he tomado posesión… y tras estos días de nubarrones veré a Cristo. Porque cada día que paso estoy más cerca de Cristo. Las canas… El cielo está muy cerca (al otro lado de la muralla que es el cuerpo). Cuando esté débil lazo se acabe de romper… “deseo morir y estar con Cristo” (Flp 1,23). Porque Cristo nos consuela: las apariciones… Y así siempre. El pan milagro después de 20 siglos. La paz del alma cristiana. Nuestros Padres en España. Padre Hummelauer: Reboso de alegría. Porque Cristo triunfó y la Iglesia triunfará. La loza, los guardias, creyeron haberlo pisoteado. ¡Las catacumbas! Juliano. En Francia, Alemania, ¡cuándo ha habido un grupo más ferviente! Así sucederá también con nuestra obra cristiana. ¡Triunfará! No son los mayores apóstoles los de más fachada; ni los mejores éxitos los de más apariencia. En la acción cristiana hay ¡el éxito de los fracasos! ¡Los triunfos tardíos! ¡Cuantos fracasan en Cristo! Judas; el joven de la vocación; el anuncio de la Eucaristía; sus leprosos, nadie vino a darle las gracias, los paralíticos. Para que se levante una pared, hay que hundir mucho los cimientos… toneladas de cimiento. ¡Las almas son tan movedizas! ¡Cuánta generosidad oculta hay que modelarle para que lleguen a sostenerse! Pero un día, a la hora señalada por la Providencia, se levanta una basílica. ¡Cuántos siglos para levantar una catedral! El que pone la primera piedra, rara vez la ve terminada. En el mundo de lo invisible, lo que en apariencia no sirve, es lo que sirve más. Un fracaso completo aceptado de buen grado, más éxito sobrenatural que todos los triunfos. Sembrar sin preocuparse de lo que saldrá. No cansarse de sembrar. Dar gracias a Dios de los frutos apostólicos de mis fracasos. Cuando Cristo habló al joven, fracasó, pero, cuántos han escuchado la lección; y ante la Eucaristía, huyeron, pero ¡cuántos han venido después!. ¡Trabajarás!, tu celo parecerá muerto, pero ¡cuántos vivirán gracias a ti!

“Un disparo a la eternidad”Universidad Católica de Chile, Chile 2005 , pp. 315-319)

“Jueves Santo”

Cuando la noche calla y el corazón de Cristo habla…[1]

 P. Jason Jorquera Meneses,

monje IVE.

A menudo, según nuestro lenguaje, atribuimos acciones propiamente humanas a las creaturas más variadas y diversas del hombre para dar una mayor comprensión –al menos retórica- de alguna particularidad que de ellas queramos resaltar. Es así que decimos, por ejemplo, que tal día nos sonríe, que el ocaso vive muriendo, que las estrellas bailan o que la brisa acaricia el prado. De esta misma manera podríamos decir que una noche parece estar callada cuando lo demás pareciera haber desaparecido junto con la oscuridad de las tardías horas, o simplemente cuando no percibimos más que nuestro respirar al cerrar los ojos para entregarnos al letargo. Sí, decimos de muchas noches que están calladas, y, sin embargo, sólo de una podemos decir que “guardó silencio”. Y ésa es esta noche. Esta noche nosotros los creyentes, junto con toda la santa Iglesia, guardamos silencio, porque hoy es Jueves Santo y nuestras plegarias más bien se deben “acallar” –entiéndase del querer oír a Dios- para dejar al alma contemplar e introducirse, cuanto le fuere posible, en el silencioso misterio del herido corazón del Hijo de Dios: esta noche hay que guardar silencio porque Jesucristo, el Varón de dolores[2] que carga nuestros pecados[3] y se ciñe nuestras penas, ha dicho con la más transparente y pura verdad que su alma está triste hasta la muerte[4],  y apenas dijo esto la noche guardó silencio.

     Cuando Dios quiere hablar al alma y comunicarse con ella suele hacerlo en el silencio, y es allí donde la invita al exclusivo e íntimo encuentro con Él, como enseña el profeta (Os 2,16), y ese silencio es oración. Pero la noche del Jueves Santo es diferente; en ella no es tan sólo Dios que le habla al hombre al corazón, sino que es especialmente el corazón del mismo Dios, en la persona del Hijo, quien habla al alma al modo humano y de la manera más “sencillamente íntima”, invitando a los creyentes que lo acompañamos bajo el regazo de esta noche santa a adentrarnos desde ya –anticipándonos a la lanzada de Longinos- en este herido corazón del Verbo encarnado que deja escapar de sí, como la gota en la punta de la hoja que se formó con el rocío, una especie de gemido amoroso que pronunciado por sus purísimos labios se tradujo en un “triste está mi alma hasta la muerte”…, y estas palabras son la impronta humano-divina del Jueves Santo, del jueves con nombre, en que habló a los hombres el corazón de Jesús queriendo ser escuchado y esperando una respuesta de nuestra parte. Y como el corazón de Jesús posee latidos divinos, pocas palabras necesita para decirnos mucho, y de esta manera nos dice en qué consiste la perfección de toda una vida en unas pocas bienaventuranzas[5]; y así también es capaz de suplir todo el proceso judicial de un reo arrepentido por un paternal “yo tampoco te condeno”[6]; o la esencialidad e implicancias de la vocación apostólica con un sucinto “sígueme”[7]; así como también puede resumir toda la salvífica doctrina de la misericordia en un sencillo “amaos los unos a los otros”[8]. Y si triste está su alma hasta la muerte, mucho es lo que nos quiere decir acerca de su amor empecinado en dar cumplimiento a la redención…; ya sólo le queda a su bendito cuerpo caminar hacia el calvario que ya comenzó a recorrer su alma, pues ya están presentes en ella la cruz con sus clavos y la corona de espinas, empapadas no aún con sangre sino con el amor extremista del Cordero de Dios por nosotros.

     En Jueves Santo, por esta razón, toda la liturgia se asocia al Corazón de Cristo e invita a guardar silencio y contemplar este “extremismo” del amor del divino Corazón que sufre, y decimos “extremismo” porque Jesucristo, si bien es el medio perfecto entre dos extremos (Divino-humano), los plenifica de tal manera que ambos no quitan absolutamente nada a su perfección, al contrario, paradójicamente nos la revelan siempre, aun alternando libremente cuando quieren; es por esto que el Hijo de Dios no tuvo inconveniente en manifestar tanto su gloria en el Tabor[9] –extremo divino- cuanto decir ahora su tristeza mortal en el Huerto de los olivos –extremo humano-; que no se engañe nadie entonces viendo en esto debilidad de alma, que no se admite esto en el Varón de dolores[10], sino que triste está porque sabe de la ingratitud de tantas almas, mas no se arredra ante este dolor terrible, porque más grande aun es su extremista amor que sabe bien que de este cáliz que le ofrece el Padre[11] alcanzarán la eterna salvación innumerables hijos nacidos para la gloria de la eternidad. Pero hay que pasar por el Calvario.

     Así debemos vivir nosotros el Jueves Santo, en silencio, porque la noche guarda silencio para que sólo escuchemos al corazón de Cristo que nos habla, y así, en cada monumento que hoy se erige en nuestras iglesias para velar con Jesucristo, Él espera nuestra compañía y nuestro silencio; espera que nuestras almas se prosternen llenas de fe delante de su humanidad que gime de dolor de muerte, pero que esconde los divinos suspiros del Amor que reclama la correspondencia de nuestros corazones. Guardemos, pues, silencio con la noche, y contemplemos y adoremos a nuestro Señor que arrostra por nosotros esta tristeza de muerte…, muerte que, como en el grano de trigo, dará fruto abundante[12] –y en este caso desbordante-, pero que sólo se puede comprender a la luz de la fe, que es la única capaz de romper estas tinieblas: “callen hombres, callen las criaturas… Callemos a todo, para que en el silencio oigamos los susurros del Amor, del Amor humilde, del Amor paciente, del Amor inmenso, infinito que nos ofrece Jesús…”[13]

     En Jueves Santo, vigilia eucarística y conmemoración sacerdotal, nos habla el corazón de Dios. Velemos, pues, y no nos durmamos como los apóstoles[14], más bien aguardemos con Aquel que vela siempre por nosotros su entrada triunfal en la celeste bóveda, y su manifestación gloriosa a todas aquellas almas que se dejaron cautivar por este amante corazón que nos habló especialmente hoy, desde el silencio .

[1] En la Vigilia del Jueves al Viernes santo 2015.

[2] Cfr. Is 53, 3

[3] Cfr. Mt 8,17

[4] Mt 26,38; Mc 14,34

[5] Cfr. Mt 5, 1-12

[6] Jn 8,11

[7] Cfr. Mt 9,9

[8] Cfr.  Jn 13,34; 35; 15,12; 1Pe 1,22; etc.

[9] Cfr. Mt 17,2

[10] Cfr. Is 53,3

[11] Crf. Lc 22,42

[12] Cfr. Jn 12,24

[13] San Rafael Arnaiz

[14] Cfr, Mt 26,40

La confianza filial en la oración

La confianza filial     

     La confianza filial se prueba en la tribulación, ella misma se prueba (cf. Rm 5, 3-5). La principal dificultad se refiere a la oración de petición, al suplicar por uno mismo o por otros. Hay quien deja de orar porque piensa que su oración no es escuchada. A este respecto se plantean dos cuestiones: Por qué la oración de petición no ha sido escuchada; y cómo la oración es escuchada o “eficaz”.

Queja por la oración no escuchada

     He aquí una observación llamativa: cuando alabamos a Dios o le damos gracias por sus beneficios en general, no estamos preocupados por saber si esta oración le es agradable. Por el contrario, cuando pedimos, exigimos ver el resultado. ¿Cuál es entonces la imagen de Dios presente en este modo de orar: Dios como medio o Dios como el Padre de Nuestro Señor Jesucristo?

     ¿Estamos convencidos de que “nosotros no sabemos pedir como conviene” (Rm 8, 26)? ¿Pedimos a Dios los “bienes convenientes”? Nuestro Padre sabe bien lo que nos hace falta antes de que nosotros se lo pidamos (cf. Mt 6, 8), pero espera nuestra petición porque la dignidad de sus hijos está en su libertad. Por tanto es necesario orar con su Espíritu de libertad, para poder conocer en verdad su deseo (cf Rm 8, 27).

     “No tenéis porque no pedís. Pedís y no recibís porque pedís mal, con la intención de malgastarlo en vuestras pasiones” (St 4, 2-3; cf. todo el contexto de St 4, 1-10; 1, 5-8; 5, 16). Si pedimos con un corazón dividido, “adúltero” (St 4, 4), Dios no puede escucharnos porque Él quiere nuestro bien, nuestra vida. “¿Pensáis que la Escritura dice en vano: Tiene deseos ardientes el espíritu que él ha hecho habitar en nosotros” (St 4,5)? Nuestro Dios está “celoso” de nosotros, lo que es señal de la verdad de su amor. Entremos en el deseo de su Espíritu y seremos escuchados:

«No pretendas conseguir inmediatamente lo que pides, como si lograrlo dependiera de ti, pues Él quiere concederte sus dones cunado perseveras en la oración» (Evagrio Pontico, De oratione, 34).

Él quiere «que nuestro deseo sea probado en la oración. Así nos dispone para recibir lo que él está dispuesto a darnos» (San Agustín, Epistula 130, 8, 17).

Para que nuestra oración sea eficaz

     La revelación de la oración en la Economía de la salvación enseña que la fe se apoya en la acción de Dios en la historia. La confianza filial es suscitada por medio de su acción por excelencia: la Pasión y la Resurrección de su Hijo. La oración cristiana es cooperación con su Providencia y su designio de amor hacia los hombres.

     En san Pablo, esta confianza es audaz (cf Rm 10, 12-13), basada en la oración del Espíritu en nosotros y en el amor fiel del Padre que nos ha dado a su Hijo único (cf Rm 8, 26-39). La transformación del corazón que ora es la primera respuesta a nuestra petición.

     La oración de Jesús hace de la oración cristiana una petición eficaz. Él es su modelo. Él ora en nosotros y con nosotros. Puesto que el corazón del Hijo no busca más que lo que agrada al Padre, ¿cómo el de los hijos de adopción se apegaría más a los dones que al Dador?.

     Jesús ora también por nosotros, en nuestro lugar y en favor nuestro. Todas nuestras peticiones han sido recogidas una vez por todas en sus palabras en la Cruz; y escuchadas por su Padre en la Resurrección: por eso no deja de interceder por nosotros ante el Padre (cf Hb 5, 7; 7, 25; 9, 24). Si nuestra oración está resueltamente unida a la de Jesús, en la confianza y la audacia filial, obtenemos todo lo que pidamos en su Nombre, y aún más de lo que pedimos: recibimos al Espíritu Santo, que contiene todos los dones.

Catecismo de la Iglesia Católica, nº2734-2741

Semana Santa: sobre la oración de Jesús en su hora

LA ORACIÓN EN LA HORA DE JESÚS

    Cuando ha llegado su hora, Jesús ora al Padre (cf Jn 17). Su oración, la más larga transmitida por el Evangelio, abarca toda la Economía de la creación y de la salvación, así como su Muerte y su Resurrección. Al igual que la Pascua de Jesús, sucedida “una vez por todas”, permanece siempre actual, de la misma manera la oración de la Hora de Jesús sigue presente en la Liturgia de la Iglesia.

     La tradición cristiana acertadamente la denomina la oración “sacerdotal” de Jesús. Es la oración de nuestro Sumo Sacerdote, inseparable de su sacrificio, de su “paso” [pascua] hacia el Padre donde él es “consagrado” enteramente al Padre (cf Jn 17, 11. 13. 19).

     En esta oración pascual, sacrificial, todo está “recapitulado” en Él (cf Ef 1, 10): Dios y el mundo, el Verbo y la carne, la vida eterna y el tiempo, el amor que se entrega y el pecado que lo traiciona, los discípulos presentes y los que creerán en Él por su palabra, la humillación y su gloria. Es la oración de la unidad.

     Jesús ha cumplido toda la obra del Padre, y su oración, al igual que su sacrificio, se extiende hasta la consumación de los siglos. La oración de la Hora de Jesús llena los últimos tiempos y los lleva hacia su consumación. Jesús, el Hijo a quien el Padre ha dado todo, se entrega enteramente al Padre y, al mismo tiempo, se expresa con una libertad soberana (cf Jn 17, 11. 13. 19. 24) debido al poder que el Padre le ha dado sobre toda carne. El Hijo que se ha hecho Siervo, es el Señor, el «Pantocrátor». Nuestro Sumo Sacerdote que ruega por nosotros es también el que ora en nosotros y el Dios que nos escucha.

     Si en el Santo Nombre de Jesús, nos ponemos a orar, podemos recibir en toda su hondura la oración que Él nos enseña: “¡Padre Nuestro!”. La oración sacerdotal de Jesús inspira, desde dentro, las grandes peticiones del Padre Nuestro: la preocupación por el Nombre del Padre (cf Jn17, 6. 11. 12. 26), el deseo de su Reino (la gloria; cf Jn 17, 1. 5. 10. 24. 23-26), el cumplimiento de la voluntad del Padre, de su designio de salvación (cf Jn 17, 2. 4 .6. 9. 11. 12. 24) y la liberación del mal (cf Jn 17, 15).

     Por último, en esta oración Jesús nos revela y nos da el “conocimiento” indisociable del Padre y del Hijo (cf Jn 17, 3. 6-10. 25) que es el misterio mismo de la vida de oración.

Catecismo de la Iglesia Católica, nº 2746-2751

Los anuncios de la Pasión (2ª parte)

Los anuncios de la Pasión (2ª parte)

R.P. Gustavo Pascual, monje IVE.

SEGUNDO: SE CUMPLIRÁ TODO LO QUE LOS PROFETAS ESCRIBIERON SOBRE EL HIJO DEL HOMBRE[1]

            Vamos a tomar el compendio de todo lo profetizado por Jesús en las tres predicciones de su Pasión para confrontarlo con lo que dijeron los profetas acerca de ellas.

             El Hijo del hombre, es decir, Jesús, va a sufrir en Jerusalén, cumpliendo allí todo lo que dijeron los profetas. Va a ser entregado a los sumos sacerdotes y escribas que lo reprobarán, lo condenarán a muerte y lo entregarán a los gentiles, para burlarse de él, va a sufrir mucho, lo escupirán, lo insultarán, lo azotarán y le matarán crucificándolo y al tercer día resucitará.

 Va a sufrir en Jerusalén

 Entrada triunfal en Jerusalén (Mt 21, 1-11p)

            “Cuando se aproximaron a Jerusalén, al llegar a Betfagé, junto al monte de los Olivos, entonces envió Jesús a dos discípulos, diciéndoles: «Id al pueblo que está enfrente de vosotros, y enseguida encontraréis un asna atada y un pollino con ella; desatadlos y traédmelos. Y si alguien os dice algo, diréis: El Señor los necesita, pero enseguida los devolverá.» Esto sucedió para que se cumpliese el oráculo del profeta: Decid a la hija de Sión: He aquí que tu Rey viene a ti, manso y montado en un asna y un pollino, hijo de animal de yugo. Fueron, pues, los discípulos e hicieron como Jesús les había encargado: trajeron el asna y el pollino. Luego pusieron sobre ellos sus mantos, y él se sentó encima. La gente, muy numerosa, extendió sus mantos por el camino; otros cortaban ramas de los árboles y las tendían por el camino. Y la gente que iba delante y detrás de él gritaba: « ¡Hosanna al Hijo de David! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor! ¡Hosanna en las alturas!» Y al entrar él en Jerusalén, toda la ciudad se conmovió. « ¿Quién es éste?» decían. Y la gente decía: «Este es el profeta Jesús, de Nazaret de Galilea.»”

 *          *          *

             “Se plantarán sus pies aquel día en el monte de los Olivos que está enfrente de Jerusalén, al oriente” (Za 14, 4).

            “Mirad que Yahveh hace oír hasta los confines de la tierra: «Decid a la hija de Sión: Mira que viene tu salvación; mira, su salario le acompaña, y su paga le precede” (Is 62, 11).

            “¡Exulta sin freno, hija de Sión, grita de alegría, hija de Jerusalén! He aquí que viene a ti tu rey: justo él y victorioso, humilde y montado en un asno, en un pollino, cría de asna” (Za 9, 9)

            “¡Bendito el que viene en el nombre de Yahveh! Desde la Casa de Yahveh os bendecimos.

Yahveh es Dios, él nos ilumina. ¡Cerrad la procesión, ramos en mano, hasta los cuernos del altar!” (Sal 118, 25-26).

            “« ¡Jerusalén, Jerusalén, la que mata a los profetas y apedrea a los que le son enviados! ¡Cuántas veces he querido reunir a tus hijos, como una gallina reúne a sus pollos bajo las alas, y no habéis querido!” (Mt 23, 37p).

             Va a ser entregarlo a los sumos sacerdotes y escribas que lo reprobarán, lo condenarán a muerte.

 Consejo secreto del Sanedrín (Mt 26, 1-5p)

             “Y sucedió que, cuando acabó Jesús todos estos discursos, dijo a sus discípulos: «Ya sabéis que dentro de dos días es la Pascua; y el Hijo del hombre va a ser entregado para ser crucificado.»

         Entonces los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo se reunieron en el palacio del Sumo Sacerdote, llamado Caifás; y resolvieron prender a Jesús con engaño y darle muerte. Decían sin embargo: «Durante la fiesta no, para que no haya alboroto en el pueblo»” (Mt 26, 1-5).

 *          *          *

           “¿Por qué se agitan las naciones, y los pueblos mascullan planes vanos? Se yerguen los reyes de la tierra, los caudillos conspiran aliados contra Yahveh y contra su Ungido” (Sal 2, 1-2)

            “Escucho las calumnias de la turba, terror por todos lados, mientras se aúnan contra mí en conjura, tratando de quitarme la vida” (Sal 31, 14)

Juicio nocturno en casa de Caifás (Mt 26, 57-66p)

             “Los que prendieron a Jesús le llevaron ante el Sumo Sacerdote Caifás, donde se habían reunido los escribas y los ancianos. Pedro le iba siguiendo de lejos hasta el palacio del Sumo Sacerdote; y, entrando dentro, se sentó con los criados para ver el final. Los sumos sacerdotes y el Sanedrín entero andaban buscando un falso testimonio contra Jesús con ánimo de darle muerte, y no lo encontraron, a pesar de que se presentaron muchos falsos testigos. Al fin se presentaron dos, que dijeron: «Este dijo: Yo puedo destruir el Santuario de Dios, y en tres días edificarlo.» Entonces, se levantó el Sumo Sacerdote y le dijo: « ¿No respondes nada? ¿Qué es lo que éstos atestiguan contra ti?» Pero Jesús seguía callado. El Sumo Sacerdote le dijo: «Yo te conjuro por Dios vivo que nos digas si tú eres el Cristo, el Hijo de Dios.» Dícele Jesús: «Sí, tú lo has dicho. Y yo os declaro que a partir de ahora veréis al hijo del hombre sentado a la diestra del Poder y venir sobre las nubes del cielo.» Entonces el Sumo Sacerdote rasgó sus vestidos y dijo: « ¡Ha blasfemado! ¿Qué necesidad tenemos ya de testigos? Acabáis de oír la blasfemia. ¿Qué os parece?» Respondieron ellos diciendo: «Es reo de muerte»”.

 *          *          *

          Fue oprimido, y él se humilló y no abrió la boca. Como un cordero al degüello era llevado, y como oveja que ante los que la trasquilan está muda, tampoco él abrió la boca” (Is 53, 7).

           “No me entregues al ansia de mis adversarios, pues se han alzado contra mí falsos testigos, que respiran violencia” (Sal 27, 12).

            “Y los sacerdotes y profetas, dirigiéndose a los jefes y a todo el pueblo, dijeron: « ¡Sentencia de muerte para este hombre, por haber profetizado contra esta ciudad, como habéis oído con vuestros propios oídos!»” (Jr 26, 11).

Jesús delante del Sanedrín (Lc 22, 66-71p)

             “En cuanto se hizo de día, se reunió el Consejo de Ancianos del pueblo, sumos sacerdotes y escribas, le hicieron venir a su Sanedrín y le dijeron: «Si tú eres el Cristo, dínoslo.» El respondió: «Si os lo digo, no me creeréis. Si os pregunto, no me responderéis. De ahora en adelante, el Hijo del hombre estará sentado a la diestra del poder de Dios.» Dijeron todos: «Entonces, ¿tú eres el Hijo de Dios?» Él les dijo: «Vosotros lo decís: Yo soy.» Dijeron ellos: « ¿Qué necesidad tenemos ya de testigos, pues nosotros mismos lo hemos oído de su propia boca?»”.

 Lo entregarán a los gentiles, para burlarse de él.

 Entrega a Pilato (Mt 27, 2p)

            “Y después de atarle, le llevaron y le entregaron al procurador Pilato”.

 Jesús es coronado de espinas (Mt 27, 27-29.31p)

 
“Entonces los soldados del procurador llevaron consigo a Jesús al pretorio y reunieron alrededor de él a toda la cohorte. Le desnudaron y le echaron encima un manto de púrpura; y, trenzando una corona de espinas, se la pusieron sobre su cabeza, y en su mano derecha una caña; y doblando la rodilla delante de él, le hacían burla diciendo: « ¡Salve, Rey de los judíos!» […] Cuando se hubieron burlado de él, le quitaron el manto, le pusieron sus ropas y le llevaron a crucificarle”.

*          *          *

                       “Todos los que me ven de mí se mofan, tuercen los labios, menean la cabeza” (Sal 22, 7)

            “Si tomo un sayal por vestido, para ellos me convierto en burla, cuento de los que están sentados a la puerta, y copla de los que beben licor fuerte” (Sal 69, 11-12).

                  “Me he hecho el insulto de ellos, me ven y menean su cabeza” (Sal 109, 25).

 Los criados se burlan de Jesús (Mt 26, 67-68; Mc 14, 65)

             “Entonces se pusieron a escupirle en la cara y a abofetearle; y otros a golpearle, diciendo: «Adivínanos, Cristo. ¿Quién es el que te ha pegado?»”.

 *          *          *

             “Ofrecí mis espaldas a los que me golpeaban, mis mejillas a los que mesaban mi barba. Mi rostro no hurté a los insultos y salivazos” (Is 50, 6).

            “Así como se asombraron de él muchos – pues tan desfigurado tenía el aspecto que no parecía hombre, ni su apariencia era humana” (Is 52, 14);

             “Los hombres que le tenían preso se burlaban de él y le golpeaban; y cubriéndole con un velo le preguntaban: « ¡Adivina! ¿Quién es el que te ha pegado?» Y le insultaban diciéndole otras muchas cosas”. (Lc 22, 63-65)

            “Situándolos durante la espera nocturna, antes de la sesión del Sanedrín y no después de ella como en Mt y Mc, los ultrajes en Lc no son cosa de los sanedritas, sino de sus lacayos. Además, a diferencia también de Mt 26, 68; Mc 14, 65, Jesús tiene el rostro cubierto con un velo, de modo que los ultrajes resultan un juego de adivinación, muy conocido en el mundo antiguo y aun en todos los tiempos. Sobre estos detalles el relato de Lc sin duda más verosimilitud que los de Mt y Mc”[2].

 El manto de Herodes (Lc 23, 11)

            “Pero Herodes, con su guardia, después de despreciarle y burlarse de él, le puso un espléndido vestido y le remitió a Pilato”.

            “Vestido de gala, como el que llevaban los príncipes. Herodes quiere mofarse de las pretensiones de Jesús a la realeza”[3].

 Jesús es entregado para la muerte (Mt 27, 29-31)

            “Y, trenzando una corona de espinas, se la pusieron sobre su cabeza, y en su mano derecha una caña; y doblando la rodilla delante de él, le hacían burla diciendo: « ¡Salve, Rey de los judíos!»; y después de escupirle, cogieron la caña y le golpeaban en la cabeza. Cuando se hubieron burlado de él, le quitaron el manto, le pusieron sus ropas y le llevaron a crucificarle”.

 *          *          *

                       “Y yo, gusano, que no hombre, vergüenza del vulgo, asco del pueblo, todos los que me ven de mí se mofan, tuercen los labios, menean la cabeza” (Sal 22, 7-8).

            “Si tomo un sayal por vestido, para ellos me convierto en burla, cuento de los que están sentados a la puerta, y copla de los que beben licor fuerte” (Sal 69, 11-12).

            “Me he hecho el insulto de ellos, me ven y menean su cabeza” (Sal 109, 25).

            “Ofrecí mis espaldas a los que me golpeaban, mis mejillas a los que mesaban mi barba. Mi rostro no hurté a los insultos y salivazos” (Is 50, 6).

 Va a sufrir mucho

 Getsemaní (Mt 26, 36-46p)

         “Entonces va Jesús con ellos a una propiedad llamada Getsemaní, y dice a los discípulos: «Sentaos aquí, mientras voy allá a orar.» Y tomando consigo a Pedro y a los dos hijos de Zebedeo, comenzó a sentir tristeza y angustia. Entonces les dice: «Mi alma está triste hasta el punto de morir; quedaos aquí y velad conmigo.» Y adelantándose un poco, cayó rostro en tierra, y suplicaba así: «Padre mío, si es posible, que pase de mí esta copa, pero no sea como yo quiero, sino como quieras tú.» Viene entonces donde los discípulos y los encuentra dormidos; y dice a Pedro: « ¿Conque no habéis podido velar una hora conmigo? Velad y orad, para que no caigáis en tentación; que el espíritu está pronto, pero la carne es débil.» Y alejándose de nuevo, por segunda vez oró así: «Padre mío, si esta copa no puede pasar sin que yo la beba, hágase tu voluntad.» Volvió otra vez y los encontró dormidos, pues sus ojos estaban cargados. Los dejó y se fue a orar por tercera vez, repitiendo las mismas palabras. Viene entonces donde los discípulos y les dice: «Ahora ya podéis dormir y descansar. Mirad, ha llegado la hora en que el Hijo del hombre va a ser entregado en manos de pecadores. ¡Levantaos!, ¡vámonos! Mirad que el que me va a entregar está cerca.»”.

 *          *          *

             “¿Por qué, alma mía, desfalleces y te agitas por mí? Espera en Dios: aún le alabaré, ¡salvación de mi rostro y mi Dios!” (Sal 42, 6)

            “¿No es para uno una mortal tristeza un compañero o amigo trocado en enemigo?” (Si 37, 2)

            “¡Despierta, despierta! ¡Levántate, Jerusalén! Tú, que has bebido de mano de Yahveh la copa de su ira. El cáliz del vértigo has bebido hasta vaciarlo. Así dice tu Señor Yahveh, tu Dios, defensor de tu pueblo. Mira que yo te quito de la mano la copa del vértigo, el cáliz de mi ira; ya no tendrás que seguir bebiéndolo” (Is 51, 17.22)

            “¿Quién dio crédito a nuestra noticia? Y el brazo de Yahveh ¿a quién se le reveló? Creció como un retoño delante de él, como raíz de tierra árida. No tenía apariencia ni presencia; (le vimos) y no tenía aspecto que pudiésemos estimar. Despreciable y desecho de hombres, varón de dolores y sabedor de dolencias, como uno ante quien se oculta el rostro, despreciable, y no le tuvimos en cuenta. ¡Y con todo eran nuestras dolencias las que él llevaba y nuestros dolores los que soportaba! Nosotros le tuvimos por azotado, herido de Dios y humillado. Él ha sido herido por nuestras rebeldías, molido por nuestras culpas. El soportó el castigo que nos trae la paz, y con sus cardenales hemos sido curados. Todos nosotros como ovejas erramos, cada uno marchó por su camino, y Yahveh descargó sobre él la culpa de todos nosotros. Fue oprimido, y él se humilló y no abrió la boca. Como un cordero al degüello era llevado, y como oveja que ante los que la trasquilan está muda, tampoco él abrió la boca. Tras arresto y juicio fue arrebatado, y de sus contemporáneos, ¿quién se preocupa? Fue arrancado de la tierra de los vivos; por las rebeldías de su pueblo ha sido herido; y se puso su sepultura entre los malvados y con los ricos su tumba, por más que no hizo atropello ni hubo engaño en su boca. Mas plugo a Yahveh quebrantarle con dolencias. Si se da a sí mismo en expiación, verá descendencia, alargará sus días, y lo que plazca a Yahveh se cumplirá por su mano. Por las fatigas de su alma, verá luz, se saciará. Por su conocimiento justificará mi Siervo a muchos y las culpas de ellos él soportará. Por eso le daré su parte entre los grandes y con poderosos repartirá despojos, ya que indefenso se entregó a la muerte y con los rebeldes fue contado, cuando él llevó el pecado de muchos, e intercedió por los rebeldes” (Is 53, 1-12)

 Lo escupirán (Mt 27, 30p)

             “Y después de escupirle, cogieron la caña y le golpeaban en la cabeza”.

 *          *          *

                      “Ofrecí mis espaldas a los que me golpeaban, mis mejillas a los que mesaban mi barba. Mi rostro no hurté a los insultos y salivazos” (Is 50, 6).

 Le insultarán (Mt 27, 27- 29p)

            “Entonces los soldados del procurador llevaron consigo a Jesús al pretorio y reunieron alrededor de él a toda la cohorte. Le desnudaron y le echaron encima un manto de púrpura; y, trenzando una corona de espinas, se la pusieron sobre su cabeza, y en su mano derecha una caña; y doblando la rodilla delante de él, le hacían burla diciendo: « ¡Salve, Rey de los judíos!»”.

 Las gentes se ríen del crucificado (Mt 27, 39-44p)

             “Los que pasaban por allí le insultaban, meneando la cabeza y diciendo: «Tú que destruyes el Santuario y en tres días lo levantas, ¡sálvate a ti mismo, si eres Hijo de Dios, y baja de la cruz!»

Igualmente los sumos sacerdotes junto con los escribas y los ancianos se burlaban de él diciendo:

«A otros salvó y a sí mismo no puede salvarse. Rey de Israel es: que baje ahora de la cruz, y creeremos en él. Ha puesto su confianza en Dios; que le salve ahora, si es que de verdad le quiere; ya que dijo: “Soy Hijo de Dios.”» De la misma manera le injuriaban también los salteadores crucificados con él”.

*          *          *

             “Y yo, gusano, que no hombre, vergüenza del vulgo, asco del pueblo, todos los que me ven de mí se mofan, tuercen los labios, menean la cabeza” (Sal 22, 6-8)

            “Me he hecho el insulto de ellos, me ven y menean su cabeza” (Sal 109, 25).

            “Es para trocar su tierra en desolación, en eterna rechifla: todo el que pasare se asombrará de ella y meneará la cabeza” (Jr 18, 16).

            “Sobre ti baten palmas todos los que pasan de camino; silban y menean la cabeza sobre la hija de Jerusalén. « ¿Esa es la ciudad que llamaban la Hermosa, la alegría de toda la tierra?»” (Lm 2, 15).

            “Meneará su cabeza, batirá palmas, cuchicheará mucho y mudará de cara” (Si 12, 18).

            “Te avergonzará en sus festines, hasta despojarte dos, tres veces, y para terminar se burlará de ti. Después, si te ve, te dejará a un lado, y meneará la cabeza ante ti” (Si 13, 7).

            “Pues si el justo es hijo de Dios, él le asistirá y le librará de las manos de sus enemigos. Sometámosle al ultraje y al tormento para conocer su temple y probar su entereza. Condenémosle a una muerte afrentosa, pues, según él, Dios le visitará” (Sb 2, 18-20)

 Lo azotarán

             “Pilato entonces tomó a Jesús y mandó azotarle” (Jn 19, 1)

            “Así que le castigaré y le soltaré” (Lc 23, 16)

            “Y entregó a Jesús, después de azotarle, para que fuera crucificado” (Mc 15, 15)

 Le matarán crucificándole

 La crucifixión (Mc 15, 22-27p)

             “Le conducen al lugar del Gólgota, que quiere decir: Calvario. Le daban vino con mirra, pero él no lo tomó. Le crucifican y se reparten sus vestidos, echando a suertes a ver qué se llevaba cada uno. Era la hora tercia cuando le crucificaron. Y estaba puesta la inscripción de la causa de su condena: «El Rey de los judíos.» Con él crucificaron a dos salteadores, uno a su derecha y otro a su izquierda”.

 *          *          *

             “Veneno me han dado por comida, en mi sed me han abrevado con vinagre” (Sal 69, 22).

            “Dad bebidas fuertes al que va a perecer y vino al de alma amargada; que beba y olvide su miseria, y no se acuerde ya de su desgracia” (Pr 31, 6-7).

            “Puedo contar todos mis huesos; ellos me observan y me miran, repártense entre sí mis vestiduras y se sortean mi túnica” (Sal 22, 18-19).

            “Por eso le daré su parte entre los grandes y con poderosos repartirá despojos, ya que indefenso se entregó a la muerte y con los rebeldes fue contado, cuando él llevó el pecado de muchos, e intercedió por los rebeldes” (Is 53, 12).

 Jesús muere (Mt 27, 50p)

             “Pero Jesús, dando de nuevo un fuerte grito, exhaló el espíritu”.

 Y al tercer día resucitará 

Los ángeles anuncian la Resurrección (Lc 24, 3-8p)

             “Y entraron, pero no hallaron el cuerpo del Señor Jesús. No sabían que pensar de esto, cuando se presentaron ante ellas dos hombres con vestidos resplandecientes. Como ellas temiesen e inclinasen el rostro a tierra, les dijeron: « ¿Por qué buscáis entre los muertos al que está vivo? No está aquí, ha resucitado. Recordad cómo os habló cuando estaba todavía en Galilea, diciendo: “Es necesario que el Hijo del hombre sea entregado en manos de los pecadores y sea crucificado, y al tercer día resucite. “» Y ellas recordaron sus palabras”.

            “¡Oh insensatos y tardos de corazón para creer todo lo que dijeron los profetas! ¿No era necesario que el Cristo padeciera eso y entrara así en su gloria?” (Lc 24, 25-26)

 *          *          *

            “Por las fatigas de su alma, verá luz, se saciará” (Is 53, 11)

         “He aquí que prosperará mi Siervo, será enaltecido, levantado y ensalzado sobremanera” (Is 52, 13)

[1] Lc 18, 31

[2] Nota de la Biblia de Jerusalén (1998) a Lc 22, 63

[3] Jsalén a Lc 23, 11

Los anuncios de la Pasión (1ª parte)

Los anuncios de la Pasión (1ª parte)

R.P. Gustavo Pascual, monje IVE.

Introducción

En este trabajo vamos a estudiar primero los anuncios de la pasión en los sinópticos para ver luego en conjunto hasta donde conocían los apóstoles la Pasión y por otra parte conocer en detalle la profecía de Jesús sobre su Pasión en estos tres anuncios. En segundo lugar conociendo la profecía en su conjunto veremos los oráculos proféticos sobre ella.

PRIMERO: PREDICCIONES DE LA PASIÓN

 Primera predicción de la Pasión

 Mateo 16, 21

             “Desde entonces comenzó Jesús a manifestar a sus discípulos que él debía ir a Jerusalén y sufrir mucho de parte de los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, y ser matado y resucitar al tercer día”.

Marcos 8, 31

             “Y comenzó a enseñarles que el Hijo del hombre debía sufrir mucho y ser reprobado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, ser matado y resucitar a los tres días”.

Lucas 9, 22

             “Dijo: «El Hijo del hombre debe sufrir mucho, y ser reprobado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, ser matado y resucitar al tercer día»”.

            Mateo dice que desde entonces comenzó a manifestar a sus discípulos. ¿Desde cuándo? Desde la profesión de Pedro en Cesarea de Filipo. Marcos y Lucas no hacen referencia a un momento particular de la vida de Cristo. Mateo dice que debía ir a Jerusalén, es decir, allí le iban a ocurrir las cosas que luego dice. Marcos y Lucas nada dicen en esta predicción sobre el lugar en que Cristo iba a padecer.

            ¿Quién iba a padecer?, Mateo no le da ningún nombre particular sino que es Jesús el que les está hablando. Marcos y Lucas dicen que al que le van a ocurrir esas cosas es al “Hijo del hombre”. ¿Qué cosas le van a ocurrir? Debe sufrir mucho, dicen los tres sinópticos. Marcos y Lucas agregan que va a ser reprobado. Lo van a matar. Y al tercer día va a resucitar. ¿Quiénes lo van a reprobar? Los ancianos, los sumos sacerdotes y los escriban dicen los tres sinópticos.  Agregamos algún dato más: “esta predicción debió de ser privada, a solos los apóstoles. El contexto así lo persuade. Mt 16, 21 habla de los discípulos. Y Mc 8, 34 dice que después llamó a la muchedumbre juntamente con los discípulos”[1]. Al norte de la Galilea, en el año 29 entre Mayo y Julio[2].

            Podemos concluir de esta primera predicción, la cual, ocurre después de la confesión de Pedro en Cesarea de Filipo, que Jesús, el Hijo del hombre, va a ir a Jerusalén y allí va a sufrir mucho, va a ser reprobado de los ancianos, los sumos sacerdotes y los escriban, lo van a matar y al tercer día va a resucitar.

Segunda predicción de la Pasión

 Mt 17, 22-23

             “Yendo un día juntos por Galilea, les dijo Jesús: «El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres; le matarán, y al tercer día resucitará.» Y se entristecieron mucho”.

Mc 9, 30-32

             “Y saliendo de allí, iban caminando por Galilea; él no quería que se supiera, porque iba enseñando a sus discípulos. Les decía: «El Hijo del hombre será entregado en manos de los hombres; le matarán y a los tres días de haber muerto resucitará.» Pero ellos no entendían lo que les decía y temían preguntarle”.

Lc 9, 44- 45

             “«Poned en vuestros oídos estas palabras: el Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres.» Pero ellos no entendían lo que les decía; les estaba velado de modo que no lo comprendían y temían preguntarle acerca de este asunto”.

            ¿Dónde ocurrió esta predicción? Mateo y Marcos dicen que iban caminando por Galilea probablemente en Daburiyeb, pequeña aldea ubicada a los pies del monte Tabor días después de la primera predicción[3]. Marcos dice: “saliendo de allí”, de la pequeña aldea donde había curado a un endemoniado epiléptico[4]. Marcos dice que entró en una casa y allí le preguntaron sus discípulos sobre el exorcismo. También puede que Marcos haga referencia que la predicción fue al salir de la casa.

            ¿Delante de quién la dijo? De sus discípulos, dice Marcos que agrega que no quería que nadie supiese que estaba allí para poderles enseñar. ¿A quién le van a ocurrir las cosas que predice? Al Hijo del hombre dicen los tres sinópticos. ¿Qué cosas le van a ocurrir? Será entregado en manos de hombres (Mt, Mc y Lc), le matarán y al tercer día resucitará (Mt y Mc). ¿Cuál fue la reacción de los discípulos? Tristeza dice Marcos. Los discípulos no entendían lo que les decía (Mc y Lc), les estaba velado de modo que no comprendían (Lc) y temían preguntarle sobre el asunto (Mc y Lc).

            Podemos concluir de esta predicción que fue dicha al pie del monte Tabor en Galilea ante sus discípulos, probablemente los apóstoles solamente. Les dijo que el Hijo del hombre será entregado en manos de los hombres, los matarán y al tercer día resucitará.            En esta predicción no dice en particular en manos de quien va a ser entregado sino sólo en manos de los hombres. Agrega a la primera la reacción de los discípulos. Primero la tristeza por lo que les decía. Además que no entendían lo que les decía y temían preguntarle.

Tercera predicción de la Pasión

 Mt 20, 17-19

                       “Cuando iba subiendo Jesús a Jerusalén, tomó aparte a los Doce, y les dijo por el camino: «Mirad que subimos a Jerusalén, y el Hijo del hombre será entregado a los sumos sacerdotes y escribas; le condenarán a muerte y le entregarán a los gentiles, para burlarse de él, azotarle y crucificarle, y al tercer día resucitará»”.

Mc 10, 32-34

            “Iban de camino subiendo a Jerusalén, y Jesús marchaba delante de ellos; ellos estaban sorprendidos y los que le seguían tenían miedo. Tomó otra vez a los Doce y comenzó a decirles lo que le iba a suceder: «Mirad que subimos a Jerusalén, y el Hijo del hombre será entregado a los sumos sacerdotes y a los escribas; le condenarán a muerte y le entregarán a los gentiles, y se burlarán de él, le escupirán, le azotarán y le matarán, y a los tres días resucitará»”.

Lc 18, 31-34

            “Tomando consigo a los Doce, les dijo: «Mirad que subimos a Jerusalén, y se cumplirá todo lo que los profetas escribieron sobre el Hijo del hombre; pues será entregado a los gentiles, y será objeto de burlas, insultado y escupido; y después de azotarle le matarán, y al tercer día resucitará.» Ellos nada de esto comprendieron; estas palabras les quedaban ocultas y no entendían lo que decía”.

            ¿Dónde ocurre esta predicción? Camino a Jerusalén (Mt, Mc y Lc). Dice Leal: “La ida a Jericó la consideran los Sinópticos como ascensión a Jerusalén, porque de hecho el término del viaje era la capital, y Jericó iba a ser paso nada más.  El Señor viene de Efrén. No creemos que fuera directamente de Efrén a Betania, sino que de Efrén se dirigió a Jericó y de allí a Betania y Jerusalén. Tal vez ha dado vuelta para hacer tiempo. De hecho en Jerusalén ya hay peregrinos, y echan de menos a Jesús (Jn 11, 55-56)”[5].  ¿Cuándo ocurre? En Febrero del año 30 ya cercana su última Pascua[6].  ¿A quién hizo la predicción? A los doce dicen los tres sinópticos.

            ¿Quién va a ser entregado? El Hijo del hombre en los tres sinópticos.  ¿Qué le va a suceder? Será entregado a los sumos sacerdotes y escribas, le condenarán a muerte y le entregarán a los gentiles, para burlarse de él, (Mt, Mc y Lc); lo escupirán (Mc, Lc), lo insultarán (Lc), lo azotarán (Mt, Mc y Lc) y le matarán (Mc y Lc) con muerte de cruz (Mt) y al tercer día resucitará (Mt, Mc y Lc). Lucas también agrega un dato interesante: se cumplirá lo profetizado acerca del Hijo del hombre.

            Si bien no dice explícitamente donde va a suceder esto, podemos entenderlo de las palabras “Mirad que subimos a Jerusalén” (Mt, Mc y Lc) “y se cumplirá todo lo que los profetas escribieron para el Hijo del hombre” (Lc). Lucas agrega que nada comprendieron de esto, sus palabras les quedaban ocultas y no las entendían.

            Esta tercera predicción es más detallada pues agrega cosas más particulares sobre lo que van a hacer con el Hijo del hombre.

 Conclusión

             ¿Qué nos dicen en resumen las tres predicciones de la Pasión? Que el Hijo del hombre, es decir, Jesús, va a sufrir en Jerusalén, cumpliendo allí todo lo que dijeron los profetas. Va a ser entregado a los sumos sacerdotes y escribas que lo reprobarán, lo condenarán a muerte y lo entregarán a los gentiles, para burlarse de él, va a sufrir mucho, lo escupirán, lo insultarán, lo azotarán y le matarán crucificándolo y al tercer día resucitará.

            Esta es la profecía que dijo Jesús ante sus discípulos en las tres predicciones desde Cesarea de Filipo a Jerusalén. Entre la confesión de Pedro y la última Pascua de su vida.  Sin embargo, a pesar de la claridad de la profecía y de los detalles de ella, los evangelistas dicen que los doce no entendían lo que les decía y temían preguntarle.

            Creo que los datos de la Pasión los entenderían mejor porque conocían casos de crucifixiones y por eso al decirles estas cosas se entristecieron. De todas maneras la crucifixión de Jesús chocaba con la concepción mesiánica que tenían. De hecho, después de la tercera predicción de la pasión se presenta la madre de los Zebedeo[7] para pedirle un puesto en su reino para sus hijos porque seguramente pensarían que sería conquistado al subir a Jerusalén. Además ante la ambición de los doce por ser ministros del reino Jesús les habla sobre el servicio como distintivo de los que pertenezcan al reino que va a instaurar[8]. Hasta Pedro en nombre de los doce después de su confesión quiso apartar a Jesús de su Pasión[9].

            No entendían nada sobre la resurrección pues era para ellos un término y un concepto totalmente nuevo, al menos, sobre una resurrección personal después de tres días de muerto. De hecho sabían de la resurrección final porque lo habían oído hablar de ella ante los saduceos[10] y también habían escuchado la conversación de Marta con Jesús[11]. En aquella conversación Jesús les dijo que Él era “la resurrección y la vida” y ellos vieron con gran asombro el poder de Jesús para resucitar a Lázaro pero nunca llegaron a entender, a mi modo de ver, la resurrección del mismo Jesús aunque la había profetizado. Sólo creyeron en ella después de haber estado con Él en su nueva vida de resucitado y sobre todo con perfección después de Pentecostés.

[1] Leal, Sinopsis Concordada de los Cuatro Evangelios, BAC Madrid 19612, 220

[2] Leal, Sinopsis Concordada de los Cuatro Evangelios…, Plano Gráfico del Ministerio público del Señor.

[3] Cf. Leal, Sinopsis Concordada de los Cuatro Evangelios…, 223

[4] Mc 9, 14-29p

[5] Leal, Sinopsis Concordada de los Cuatro Evangelios…, 249

[6] Leal, Sinopsis Concordada de los Cuatro Evangelios…, Plano Gráfico del Ministerio público del Señor.

[7] Mt 20, 20-28p

[8] Mt 20, 24-28p

[9] Mt 16, 22

[10] Lc 20, 27-39

[11] Jn 11, 24-25

La humilde vigilancia de la oración

Contra las dificultades y tentaciones en la oración

Frente a las dificultades de la oración

     La dificultad habitual de la oración es la distracción. En la oración vocal, la distracción puede referirse a las palabras y al sentido de estas. La distracción, de un modo más profundo, puede referirse a Aquél al que oramos, tanto en la oración vocal (litúrgica o personal), como en la meditación y en la oración contemplativa. Dedicarse a perseguir las distracciones es caer en sus redes; basta con volver a nuestro corazón: la distracción descubre al que ora aquello a lo que su corazón está apegado. Esta humilde toma de conciencia debe empujar al orante a ofrecerse al Señor para ser purificado. El combate se decide cuando se elige a quién se desea servir (cf Mt 6,21.24).

     Mirado positivamente, el combate contra el ánimo posesivo y dominador es la vigilancia, la sobriedad del corazón. Cuando Jesús insiste en la vigilancia, es siempre en relación a Él, a su Venida, al último día y al “hoy”. El esposo viene en mitad de la noche; la luz que no debe apagarse es la de la fe: “Dice de ti mi corazón: busca su rostro” (Sal 27, 8).

     Otra dificultad, especialmente para los que quieren sinceramente orar, es la sequedad. Forma parte de la oración en la que el corazón está desprendido, sin gusto por los pensamientos, recuerdos y sentimientos, incluso espirituales. Es el momento en que la fe es más pura, la fe que se mantiene firme junto a Jesús en su agonía y en el sepulcro. “El grano de trigo, si […] muere, da mucho fruto” (Jn 12, 24). Si la sequedad se debe a falta de raíz, porque la Palabra ha caído sobre roca, no hay éxito en el combate sin una mayor conversión (cf Lc 8, 6. 13).

Frente a las tentaciones en la oración

     La tentación más frecuente, la más oculta, es nuestra falta de fe. Esta se expresa menos en una incredulidad declarada que en unas preferencias de hecho. Cuando se empieza a orar, se presentan como prioritarios mil trabajos y cuidados que se consideran más urgentes; una vez más, es el momento de la verdad del corazón y de su más profundo deseo. Mientras tanto, nos volvemos al Señor como nuestro único recurso; pero ¿alguien se lo cree verdaderamente? Consideramos a Dios como asociado a la alianza con nosotros, pero nuestro corazón continúa en la arrogancia. En cualquier caso, la falta de fe revela que no se ha alcanzado todavía la disposición propia de un corazón humilde: «Sin mí, no podéis hacer nada» (Jn 15, 5).

     Otra tentación a la que abre la puerta la presunción es la acedia. Los Padres espirituales entienden por ella una forma de aspereza o de desabrimiento debidos a la pereza, al relajamiento de la ascesis, al descuido de la vigilancia, a la negligencia del corazón. “El espíritu […] está pronto pero la carne es débil” (Mt 26, 41). Cuanto más alto es el punto desde el que alguien toma decisiones, tanto mayor es la dificultad. El desaliento, doloroso, es el reverso de la presunción. Quien es humilde no se extraña de su miseria; ésta le lleva a una mayor confianza, a mantenerse firme en la constancia.

Catecismo de la Iglesia Católica, nº2729-2733

El combate de la oración 2ªparte

EL COMBATE DE LA ORACIÓN

2ª parte

Catecismo de la Iglesia católica nº2734-2745

III. La confianza filial

La confianza filial se prueba en la tribulación, ella misma se prueba (cf. Rm 5, 3-5). La principal dificultad se refiere a la oración de petición, al suplicar por uno mismo o por otros. Hay quien deja de orar porque piensa que su oración no es escuchada. A este respecto se plantean dos cuestiones: Por qué la oración de petición no ha sido escuchada; y cómo la oración es escuchada o “eficaz”.

Queja por la oración no escuchada

He aquí una observación llamativa: cuando alabamos a Dios o le damos gracias por sus beneficios en general, no estamos preocupados por saber si esta oración le es agradable. Por el contrario, cuando pedimos, exigimos ver el resultado. ¿Cuál es entonces la imagen de Dios presente en este modo de orar: Dios como medio o Dios como el Padre de Nuestro Señor Jesucristo?

¿Estamos convencidos de que “nosotros no sabemos pedir como conviene” (Rm 8, 26)? ¿Pedimos a Dios los “bienes convenientes”? Nuestro Padre sabe bien lo que nos hace falta antes de que nosotros se lo pidamos (cf. Mt 6, 8), pero espera nuestra petición porque la dignidad de sus hijos está en su libertad. Por tanto es necesario orar con su Espíritu de libertad, para poder conocer en verdad su deseo (cf Rm 8, 27).

“No tenéis porque no pedís. Pedís y no recibís porque pedís mal, con la intención de malgastarlo en vuestras pasiones” (St 4, 2-3; cf. todo el contexto de St 4, 1-10; 1, 5-8; 5, 16). Si pedimos con un corazón dividido, “adúltero” (St 4, 4), Dios no puede escucharnos porque Él quiere nuestro bien, nuestra vida. “¿Pensáis que la Escritura dice en vano: Tiene deseos ardientes el espíritu que él ha hecho habitar en nosotros” (St 4,5)? Nuestro Dios está “celoso” de nosotros, lo que es señal de la verdad de su amor. Entremos en el deseo de su Espíritu y seremos escuchados:

«No pretendas conseguir inmediatamente lo que pides, como si lograrlo dependiera de ti, pues Él quiere concederte sus dones cunado perseveras en la oración» (Evagrio Pontico, De oratione, 34).

Él quiere «que nuestro deseo sea probado en la oración. Así nos dispone para recibir lo que él está dispuesto a darnos» (San Agustín, Epistula 130, 8, 17).

Para que nuestra oración sea eficaz

La revelación de la oración en la Economía de la salvación enseña que la fe se apoya en la acción de Dios en la historia. La confianza filial es suscitada por medio de su acción por excelencia: la Pasión y la Resurrección de su Hijo. La oración cristiana es cooperación con su Providencia y su designio de amor hacia los hombres.

En san Pablo, esta confianza es audaz (cf Rm 10, 12-13), basada en la oración del Espíritu en nosotros y en el amor fiel del Padre que nos ha dado a su Hijo único (cf Rm 8, 26-39). La transformación del corazón que ora es la primera respuesta a nuestra petición.

La oración de Jesús hace de la oración cristiana una petición eficaz. Él es su modelo. Él ora en nosotros y con nosotros. Puesto que el corazón del Hijo no busca más que lo que agrada al Padre, ¿cómo el de los hijos de adopción se apegaría más a los dones que al Dador?.

Jesús ora también por nosotros, en nuestro lugar y en favor nuestro. Todas nuestras peticiones han sido recogidas una vez por todas en sus palabras en la Cruz; y escuchadas por su Padre en la Resurrección: por eso no deja de interceder por nosotros ante el Padre (cf Hb 5, 7; 7, 25; 9, 24). Si nuestra oración está resueltamente unida a la de Jesús, en la confianza y la audacia filial, obtenemos todo lo que pidamos en su Nombre, y aún más de lo que pedimos: recibimos al Espíritu Santo, que contiene todos los dones.

  1. Perseverar en el amor

“Orad constantemente” (1 Ts 5, 17), “dando gracias continuamente y por todo a Dios Padre, en nombre de Nuestro Señor Jesucristo” (Ef 5, 20), “siempre en oración y suplica, orando en toda ocasión en el Espíritu, velando juntos con perseverancia e intercediendo por todos los santos” (Ef6, 18).“No nos ha sido prescrito trabajar, vigilar y ayunar constantemente; pero sí tenemos una ley que nos manda orar sin cesar” (Evagrio Pontico, Capita practica ad Anatolium, 49). Este ardor incansable no puede venir más que del amor. Contra nuestra inercia y nuestra pereza, el combate de la oración es el del amor humilde, confiado y perseverante. Este amor abre nuestros corazones a tres evidencias de fe, luminosas y vivificantes:

Orar es siempre posible: El tiempo del cristiano es el de Cristo resucitado que está con nosotros “todos los días” (Mt 28, 20), cualesquiera que sean las tempestades (cf Lc 8, 24). Nuestro tiempo está en las manos de Dios:

«Conviene que el hombre ore atentamente, bien estando en la plaza o mientras da un paseo: igualmente el que está sentado ante su mesa de trabajo o el que dedica su tiempo a otras labores, que levante su alma a Dios: conviene también que el siervo alborotador o que anda yendo de un lado para otro, o el que se encuentra sirviendo en la cocina […], intenten elevar la súplica desde lo más hondo de su corazón» (San Juan Crisóstomo, De Anna, sermón 4, 6).

Orar es una necesidad vital: si no nos dejamos llevar por el Espíritu caemos en la esclavitud del pecado (cf Ga 5, 16-25). ¿Cómo puede el Espíritu Santo ser “vida nuestra”, si nuestro corazón está lejos de él?

«Nada vale como la oración: hace posible lo que es imposible, fácil lo que es difícil […]. Es imposible […] que el hombre […] que ora […] pueda pecar» (San Juan Crisóstomo, De Anna, sermón 4, 5).

«Quien ora se salva ciertamente, quien no ora se condena ciertamente» (San Alfonso María de Ligorio, Del gran mezzo della preghiera, pars 1, c. 1)).

Oración y vida cristiana son inseparables porque se trata del mismo amor y de la misma renuncia que procede del amor. La misma conformidad filial y amorosa al designio de amor del Padre. La misma unión transformante en el Espíritu Santo que nos conforma cada vez más con Cristo Jesús. El mismo amor a todos los hombres, ese amor con el cual Jesús nos ha amado. “Todo lo que pidáis al Padre en mi Nombre os lo concederá. Lo que os mando es que os améis los unos a los otros” (Jn 15, 16-17).

«Ora continuamente el que une la oración a las obras y las obras a la oración. Sólo así podemos cumplir el mandato: “Orad constantemente”» (Orígenes, De oratione, 12,

Monjes contemplativos del Instituto del Verbo Encarnado