¡Qué ideal tan noble!

Carta de san Alberto Hurtado a su prima

21 de noviembre de 1932, Lovaina

 

Señorita Marta Hurtado Valdés

La paz de Jesucristo sea contigo, mi querida Marta. Tu carta me ha ocasionado una alegría inmensa y he dado gracias con toda mi alma a Nuestro Señor por el beneficio inmenso que nos ha hecho llamándote al Carmelo. El Corazón de Jesús ha escogido para ti la mejor parte. Vivir siempre en Él, no hacer más que su santísima Voluntad conocida hasta en los mayores detalles, y sacrificarse por la conversión de las almas. ¡Qué ideal tan noble! Y cómo nos ha de empujar hacia la santidad. Ahora de una manera especial, que se trata de arrojar a Nuestro Señor de todas partes y se oyen hasta en las familias que se dicen cristianas ideas que están tan lejos de ser cristianas; es necesario que la oración y el sacrificio suban hasta Nuestro Señor y le arranquen gracias eficaces para la conversión de las almas. Y han de ser la oración y el sufrimiento los que obren este milagro, pues ya puede gritar el predicador que si Nuestro Señor no mueve el alma con su gracia todo será en vano.

Esta idea me impresiona cada día más y al estudiar la Sagrada Teología la veo confirmada con toda suerte de argumentos que la prueban hasta la evidencia. Yo creo que la devoción sincera al Sagrado Corazón de Jesús ha de ser un medio eficaz para realizar en la práctica esta idea que la inteligencia ve clara, pero que la voluntad se resiste a abrazar. Esta devoción ha de inflamar en nuestra alma el deseo de reparar y consolar al Sagrado Corazón e insensiblemente nos va acercando a Él y vaciando de nosotros mismos, cosa que tanto necesitamos para hacer un poquito de bien. Él irá también disponiendo las almas de manera que no se resistan a su gracia. Por otra parte, esta devoción es tan consoladora para nosotros que vemos tantas imperfecciones en nosotros a pesar de las gracias inmensas que recibimos cada día, y tan consoladora también para las almas de las personas a que procuramos hacer un poco de bien, ya que les muestra a Nuestro Señor loco de amor por ellas.

En fin, mi querida Marta, hazme el servicio de rogar mucho para que Nuestro Señor me conceda la gracia de empaparme de esta bendita devoción, que tanto la necesita un jesuita que ha de ocuparse por ministerio de trabajar activamente con las almas. Tú has de hacer de María -lo espero- interesándote ante Nuestro Señor por mis futuros ministerios, ya tan próximos, pues con el favor de Dios espero ser ordenado sacerdote dentro de nueve meses. Estos meses que preceden al sacerdocio son preciosos y necesito en ellos más que nunca de tus oraciones y de las de toda esa comunidad. Pídeselo así a las Reverendas Madres, en especial a la Madre María Marta. Dile que le agradezco muchísimo sus oraciones y que yo he procurado también ser fiel al pacto de oraciones.

Junto con la carta que te escribo envío por medio de mi mamá unas cuantas líneas a mi tío Julio y a Elena, felicitándoles por el valor que Nuestro Señor les ha dado y por la bendición que ha enviado sobre la familia, ya que una religiosa es un pararrayos sobre la familia. A pesar de todo el cariño y resignación que te han manifestado tu papá y mamá, sin embargo temo que ha de continuar afligiéndoles un poco el recuerdo de la separación, pero Nuestro Señor irá dulcificando ese dolor y, sin duda alguna, para mis tíos y Elena el mayor consuelo será saber que estás consagrada al Señor. Yo lo he visto tan claro con mi mamá, para quien en medio de tantas penas como ha tenido que pasar, no ha habido mayor consuelo que pensar en mi próximo sacerdocio. No te olvides de rogar por mi mamá, y sobre todo por Miguel, que me da mucho cuidado, y la Raquel. Que Dios tenga misericordia de ellos y arregle todo eso como sea para su mayor gloria.

No te había escrito antes porque he tenido un trabajo abrumador y no quería enviarte cuatro líneas sino una carta larga.

Se encomienda muy de veras en tus oraciones, tu primo,

Alberto s.j.

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