Sobre la Pasión de Cristo

Si Él dio su vida por mí, dé yo mi vida por Él…

San Alberto Hurtado

«Hagamos un sencillo recorrido de lo que Jesús dejó por mí. Todo lo que puede constituir el bienestar humano lo sacrificó Jesús por mí. Nació sacrificándolo todo, porque para nacer fue a buscar un humilde establo, lo más miserable que parecía existir sobre la tierra; luego fue prófugo en un país extraño, para darnos ejemplo de ese abandono de todo lo humano y descansar tranquilo en la confianza amorosa del Padre de los cielos…

Pobre había sido siempre el vestido de Cristo. Su túnica mojada en su propia sangre… pero ¡es su túnica! Y la ha de dejar para vestir el vestido de los locos, ser el hazmerreír de todos… Se le despoja de todo: sus vestidos son distribuidos entre sus verdugos y sobre su túnica echaron suertes. Y el Rey del cielo, el que ha creado los astros, el sol y el follaje de las plantas, que viste a las aves del cielo y a los lirios del campo, por amor al hombre, por amor a mí, para enseñarme la sublime lección de sabiduría, el saber dejarlo todo cuanto está de por medio la voluntad de su Padre de los cielos, muere desnudo… Cristo fracasó humanamente. Sepamos por Cristo no exigir éxitos, sino los puestos difíciles, los encargos duros, y cuando fuere necesario aceptar un fracaso, no negarle a Cristo nuestro Jefe lo que Él tomó y aceptó por mí…

En la noche de Getsemaní y probablemente durante todo el drama de la pasión, triste estuvo el alma de Cristo, triste hasta la muerte, turbado, angustiado, casi enloquecido de dolor. Ni siquiera quiso reservarse aquello que hubiera parecido lo menos, la entereza de mostrarse inaccesible al dolor. Y ante estos dolores ¡cómo explicarlo! Pero parece que el Hijo se hubiese despojado de su facultad de ser insensible a fin de ponerse mejor a nivel de su criatura y de su modo de sufrir…

No le queda más que un sacrificio que ofrecer, el mayor de suyo, pero en este caso, el menor. Su vida. Ya la había dado, ya había entregado todo lo que puede hacer amable la vida, pero quiso dar la vida misma, y llevar su humana derrota hasta el fin: muerto por nosotros…

Si yo llegara a tomar en serio esta realidad. ¡Jesús muere por mí! ¡Qué arranques de amor sacaría de mi pobre alma, el comprender algo siquiera de lo que Cristo ha hecho por mí! ¡Mi vida sería entonces entera para Él! Si Él dio su vida por mí, dé yo mi vida por Él… y dándola como Él».