Romance sobre los votos en general

Siguiendo las Constituciones, Parte 4, Artículo 1

P. Gonzalo Arboleda, IVE.

 

Tres votos nos ha entregado

Su Divina Majestad

Para por ellos tender

A perfecta caridad.

Y tanto bien es pa’l alma

Vivir según estos votos

Que no hay camino más recto

Al cielo, ni lo hay más corto.

Consideremos, por tanto

Los votos y su sentido

Para mejor apreciar

Lo que Dios ha concedido.

Y para hacerlo, propongo

Con la bondad del Señor

Usar aquel texto hermoso

Que nos diera el Fundador.

En primer lugar, digamos

Que la vida religiosa

Extraerá del bautismo

Su gracia la más copiosa.

Pues en el mismo morimos

Pa’ vivir resucitados;

Los votos, que son más muerte

Dan más vida al consagrado.

Segunda cosa: los votos

Son un martirio incruento

no se derrama la sangre

Pero se derrama el ego.

Pues como dijo el Gregorio

Con su habitual elocuencia

Con la espiritual espada

Matamos concupiscencias.

Si el mártir se va pa’l cielo

Al instante de su muerte

Al religioso inmolado

No le tocará otra suerte.

Siguiendo con lo tercero

Se debe bien destacar

Que la vida religiosa

Es holocausto sin par.

Holocausto significa

La victima abrasada

En el fuego consumida

Y de ella no queda nada.

Así pues, la religiosa

Por los tres votos entrega

Los tres bienes que más ama

Y no queda nada de ella.

Por la pobreza, la herencia

Por la castidad, el cuerpo

Por la obediencia consagro

Sin duda lo que más quiero;

La libertad, el albedrío

La autonomía, el yo

Así el religioso queda

Toda una cosa de Dios.

Que, de hecho, nos lleva al cuarto

Punto de este discurso:

El religioso es sagrado;

No se pertenece, es Suyo.

Sagrado por “consagrado”,

Separado pa’l Tres-Santo;

De aquí se desprende dicha

Pa’ unos, y pa’ otros llanto.

Porque el que por el pecado

De Dios profanara el templo,

A su crimen desgraciado

Aumentará sacrilegio.

Para avanzar el discurso

Y cabalmente entender

La doctrina espiritual

Conviene ahora rever.

Ahora bien, recordemos:

Son tres las inclinaciones

Que heredamos del pecado

De los primogenitores.

El deseo de la carne,

El deseo de los ojos,

La soberbia de la vida;

Las tres te quieren de hinojos.

Que corresponden precisas

A la tentación que el diablo

Le sugirió a Jesucristo

Y que Él venció cómo sabio.

Y las tres concupiscencias

¡Con los votos anulamos!

No sólo con profesarlos

Sino si los practicamos.

Habiendo ya resumido

Los votos en general

Dejemos para otro día

Se estudio en particular.

Y dando fin al discurso

A ti, María, me dirijo

Para suplicar me alcances

La gracia que necesito.

Y no confiando en mí mismo

Sino sólo en tu bondad,

Renuevo hoy mi obediencia

Mi pobreza y castidad,

Y ser siempre yo tu esclavo

Y verte siempre de Madre

Para gloria del Tres-Santo:

Espiritu, Hijo, y Padre.

 

 

 

 

 

 

La cruz y el misionero

(Poesía religiosa)

P. Jason Jorquera M., IVE

I

No se planta la semilla

sin romper antes el suelo;

no se pesca sin anzuelo,

ni se forma la gavilla

si primero no se trilla

con esfuerzo y con sudores,

despreciando los dulzores

con espíritu austero,

como lo hace el misionero

tras celestes amores.

II

Porque el alma que se entrega

al servicio del Dios bueno

por el bien se va de lleno

pero sólo si se niega

a sí misma, mientras riega

con renuncias su misión,

estrechando así la unión

con el Dueño de la mies

que le pide sin doblez

darse entera, sin fracción;

III

Es por eso que el quiera

abrazar la noble empresa

del apóstol que no cesa

de luchar y hacer la guerra

al pecado y su bandera,

no pretenda la conquista

si en las cruces no se alista

con el alma bien briosa,

decidida y generosa

de sufrir lo que la embista…

IV

De las cruces la primera

es aquella que va dentro:

la que quiere ser el centro

y sin cansancio persevera

bien atenta, como fiera,

siendo espina que ha mellado

la existencia del creado

para amar y no lo deja,

como el mal que siempre aqueja:

es la herida del pecado.

V

Pero, aunque haya un aguijón

que acompañe la existencia

no por eso la exigencia

de esta noble vocación

retrocede, y con tesón

se dispone hasta el suplicio

si lo pide el Dios del juicio,

del amor y la piedad,

que establece su amistad

bajo el plan del sacrificio;

VI

Sacrificio generoso,

voluntario y sin sayón

más que el propio corazón

que se ofrece bien celoso

de la gloria del Esposo,

al que sigue en la vigilia

y en la pena que concilia

el afán de misionar

y el pesar de abandonar

a su patria y su familia.

VII

Luego vienen los dolores

que en silencio va llevando

el que vive cultivando

las razones superiores,

misteriosos bienhechores

que combaten el orgullo

con firmeza y sin barullo,

demostrándole al alma

que sólo reina la calma

si renuncia a lo que es suyo;

VIII

Los dolores escondidos

que conoce sólo el Cielo,

como el grande desconsuelo

de saberse incomprendido,

o quedarse confundido

por la falta de respuesta

del rebaño que le cuesta

oración y penitencia,

juntamente con paciencia,

tan probada como expuesta.

IX

Además, en la misión,

siempre hay lobo si hay cordero,

por lo cual el misionero

no está exento de aluvión,

y hasta la persecución

puede ser su compañera

si el Eterno permitiera

que golpeara su puerta;

y por eso estar alerta

nunca es opción somera…

X

¿Qué es lo que hace al consagrado,

sin embargo, ser feliz?;

¿qué razón le da el matiz

de una dicha que ha empezado

al momento que el arado

tomó firme, con sus manos,

dejando casa y hermanos

sin querer mirar atrás?;

justamente aquella Faz

de designios arcanos;

XI

Es feliz el misionero

pues la fe le da la luz

para hallar allí en la Cruz

al Señor que lo hizo obrero

de su mies y amó primero;

cruz que ahora le comparte

pues allí se hizo el arte

del amor crucificado

-el más grande y acendrado-,

que hoy se ha vuelto su baluarte.

 

 

Convivium en el Monasterio de la Sagrada Familia

Desde la casa de santa Ana

Queridos amigos:

Durante el tiempo de formación en nuestras casas religiosas, ya sea en los seminarios como en los conventos, normalmente una vez al año realizábamos los siempre recordados “Convivium”, que consisten básicamente en juntarse un día específico a compartir con todos los que deseen participar, poesías, canciones, ensayos, etc., compuestos normalmente por nuestros religiosos, fomentando así el desarrollo de los talentos de los consagrados, y siendo un gesto más de la fraternidad que, gracias a Dios, se vive notablemente durante el tiempo de formación.

De alguna manera los días previos a los Convivium no podían pasar desapercibidos, ya que siempre se encontraba a algún compañero durante el tiempo libre escribiendo, memorizando, o ensayando alguna canción o poesía; y llegado el día se disponía una de las aulas de clase para recibir a los participantes. El ambiente, por supuesto, es sumamente familiar, ya que están algunos de los sacerdotes y compañeros de los distintos cursos de filosofía y teología, así como más de una guitarra y órgano para las exposiciones de los trabajos que tanto disfrutábamos escuchar, y que en más de una ocasión nos revelaron un talento desconocido hasta el momento, especialmente con los de los primeros años. A veces el Convivium proponía un tema específico, otras simplemente era tema libre… lo importante era compartir.

Pues bien, queriendo revivir de alguna manera estos momentos que tantos buenos recuerdos nos dejaron antes de partir a nuestras tierras de misión, quisimos realizar un Convivium en nuestro monasterio, bajo el tema de  “La vida consagrada”, invitando a los que quisieran venir de nuestros religiosos, bastante conscientes de que sería muy difícil que todos pudieran asistir debido a las actividades y trabajos propios de cada lugar de misión; sin embargo, gracias a Dios y con un gran esfuerzo, contamos con la presencia y participación de nuestros padres misioneros en Belén y Jerusalén, así como las hermanas de la nueva comunidad de Mughar, a pocos kilómetros de aquí, con quienes luego del clásico canto que siempre abría los Convivium (https://www.youtube.com/watch?v=l9yeUvimgoU), pudimos escuchar lo que cada uno preparó para compartir: un himno pidiendo por la santidad de los sacerdotes; una antífona de consagración a la Virgen; poesías a los sagrados votos, a la cruz del misionero, a san Pedro, la Cruz y el Santo Sepulcro, a la misma consagración y una breve exposición sobre la primera Iglesia dedicada a la “Teothokos” en Jerusalén.

Finalmente dimos gracias a Dios por todos los beneficios recibidos, y también a quienes pudieron participar de esta fructífera actividad.

Agradecemos a la Sagrada Familia y a nuestros formadores, quienes supieron inculcarnos e incentivarnos más aún, a escribir, desarrollar y compartir con los demás los posibles dones y habilidades, así como a valorar desde la misión, todo aquello de grandioso que recibimos en el seminario para llevarlo y hacerlo fructificar en el destino al cual Dios quiera llevarnos.

Con nuestra bendición, en Cristo y María:

Monjes del Monasterio de la Sagrada Familia,

Séforis, Tierra Santa.