Vía Crucis

14ª Estación: Jesús es colocado en el sepulcro

 Te adoramos, oh Cristo y te bendecimos,

que por tu santa cruz redimiste al mundo

 

 Descansa finalmente

el cuerpo sacrosanto

de aquel Cristo sufriente

que amó a los hombres tanto;

 

La Virgen silenciosa

se aleja con confianza.

es la única que guarda

en su Hijo la esperanza.

 

 El sacrosanto cuerpo de Jesús es perfumado con suaves aromas y envuelto cuidadosamente en lienzos. Ahora todo es silencio. El universo entero está de luto contemplando la sepultura de aquel que vino a traer vida.

La Virgen santísima, con sobrehumana fortaleza, le da el último abrazo, y besando con inefable ternura la herida frente de su Hijo lo mira resignada dando un tenue, lento y profundo suspiro que misteriosamente alcanza el cielo.

Todo está consumado Virgen fiel, ya descansa en paz tu Hijo amado que venció la muerte muriendo, que venció al pecado sufriendo y conquistó las almas de los pecadores perdonando.

Madre corredentora, ya ves cómo se cierra el sepulcro y queda adentro tu corazón, mas contigo permanecen tu dolor, tu soledad y tu esperanza.

Considera, alma mía, la desolación de la Virgen Madre, ya ni siquiera tiene el consuelo de ver el cuerpo de su Hijo que se esconde tras la inamovible roca. Contempla el corazón herido de María, entre congojas y esperanza, pues todos se marcharon junto con la vida de Jesús pero ella aún, y más que nunca, tiene fe en las palabras de su hijo: “tened fe y confianza en Dios y en mí” (Jn 14,1).

 Señor y Dios mío, te imploro con toda el alma que sepultes mis pecados tras la roca inquebrantable de tu misericordia; concédeme la gracia de vivir muriendo junto a ti; imprime tu pasión en mi alma acongojada, con la misma santa aceptación que mostraste hasta el sepulcro. Afianza, por tu sangre, mi esperanza en tu sacrificio y otórgame, te lo ruego, la sincera, efectiva y perseverante conversión y odio al pecado. Señor Jesús, por tus benditas llagas, que pregone tu misericordia infinita con mi vida, y haz que no cesen de resonar en mi interior aquellas maravillosas palabras que resumen todo el plan de redención: “yo tampoco te condeno, vete y no peques más” (Jn 8,11)

 (Padre Nuestro, Ave María o Gloria)

P. Jason.

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