“JORNADA MONÁSTICA EN JERUSALÉN… UN APOSTOLADO DEL TODO ESPECIAL”

Queridos amigos:

Dice nuestro Directorio de vida contemplativa: “Toda la vida de los religiosos debe ordenarse a la contemplación como elemento constitutivo de la perfección cristiana; sin embargo, “…es necesario que algunos fieles expresen esta nota contemplativa de la Iglesia viviendo de modo peculiar, recogiéndose realmente en la soledad…”. Ésta ha sido la misión de los monjes, quienes fueron y siguen siendo testigos de lo trascendente, pues proclaman con su vocación y género de vida que Dios es todo y que debe ser todo en todos.”

En esta oportunidad, queremos compartirles un evento del todo especial. Por gracia de Dios, este año pudimos participar por vez primera en una jornada para religiosos de vida contemplativa de Tierra Santa, muy bien organizada en Jerusalén, en la Iglesia de santa Ana, atendida por los padres blancos (Sociedad de los Misioneros de África). Para dicha ocasión, se invitó a más de 40 monasterios de distintas congregaciones presentes en los lugares santos y sus alrededores, para conocernos y a la vez testimoniar aquellos de específico que cada comunidad dedicada a la oración tiene en particular. El evento fue abierto al público, durante la mañana y, posteriormente, desde las 14:00 a las 18:00; donde cada monasterio estaba representado por al menos dos religiosos o religiosas, con un stand y afiche personalizado, y mesas donde se podían poner los folletos e información, así como los productos que cada monasterio hace para ayudar a su sustento, con total disposición en cada momento para recibir a los demás contemplativos, peregrinos y demás curiosos que participaron del evento. Contamos con una excelente ubicación, muy cerca de la entrada, donde pudimos ubicarnos junto con nuestras hermanas, representando a ambos monasterios de nuestra familia religiosa del Verbo Encarnado: Monasterio de la pasión, muerte y Resurrección de nuestro Señor, y Monasterio de la Sagrada Familia.

Es muy digno de mencionar lo bien representada que se vio la gran riqueza de la Iglesia en sus carismas, pues pudimos y compartir con una gran variedad de consagrados especialmente a la oración, lo cual se dejaba ver en todo el colorido que ornamentó la jornada, no sólo metafóricamente sino también los diversos hábitos religiosos que pasaban de un lado a otro acompañando personas, visitando los stand de otros monasterios, haciendo alguna visita a la capilla (que permaneció abierta todo el día) para rezar las horas litúrgicas, escuchar las visitas guiadas del lugar o escuchar a los religiosos y religiosas que formaron en la capilla hermosos coros de canto sacro, el cual en esta capilla es del todo especial, debido a la excelente acústica que posee y ayuda a elevarse con facilidad al escuchar los cantos de “los que se dedican a rezar”.

Entre las hermanas y nosotros pudimos hacer un gran apostolado también con los asistentes, quienes también formaron parte del colorido programa en cuanto a sus lugares de procedencia y respectivas lenguas que no dejaban de pasar y detenerse ante los religiosos, a quienes atendíamos en un momento en francés, luego en inglés, italiano, árabe o hebreo, según a quien le tocaba hablar con alguno de nosotros que supiera dicha lengua… y así, gracias a Dios, nos pudimos complementar muy bien en el apostolado.

Al final de la jornada, ceñida por la invitación general al rezo del santo Rosario, terminamos, obviamente agradecidos; convidados y convidando a rezar a los distintos monasterios, y especialmente alegres de todo el bien que se pudo hacer, dando testimonio de la dicha sobrenatural que implica dar la vida para dedicarse a Dios, buscando que cada momento de la misma valga la pena y sea una búsqueda continua de su gloria.

Nos encomendamos como siempre a sus oraciones; esperamos poder participar el próximo año de esta frutífera jornada, y les pedimos especiales plegarias para que nunca falten y aumentes las almas generosas en decir que sí a este estilo de vida especial del monacato.

En Cristo y María:

Miembros de la familia religiosa del Verbo Encarnado de vida contemplativa.

Virgen pura y limpia

Otra hermosa advocación para la Madre de Dios[1]

P. Gustavo Pascual, IVE.

Vamos a tomar estos dos adjetivos por separado: la pureza y la limpieza.

¿Por qué María es una Virgen pura y limpia? Es pura por su castidad, es decir, por la pulcritud del corazón o por la pureza interior.

El Señor dice: “Bienaventurados los limpios de corazón porque ellos verán a Dios”[2] y con esta bienaventuranza se refiere a la pureza exterior e interior. A la simplicidad del corazón, al corazón sin mancha aunque también al cuerpo sin mancha.

A María le fue concedida la gracia de ser Madre y Virgen. Ella quería permanecer virgen, consagrada a Dios, y Dios la llamó para ser su Madre. “¿Cómo será esto, puesto que no conozco varón?” El ángel le respondió: “El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el que ha de nacer será santo y será llamado Hijo de Dios”[3].

María concibió a Jesús y lo dio a luz permaneciendo virgen. En ella se cumplió el oráculo del profeta Isaías: “he aquí que una doncella está encinta y va a dar a luz un hijo y le pondrá por nombre Emmanuel”[4]. María después de dar a luz permaneció virgen hasta el momento de su tránsito al cielo donde reina como la Virgen de las vírgenes, como la Reina de las vírgenes. Por eso es llamada “la bienaventurada siempre Virgen María”.

La virginidad no sólo implica el no haber corrompido la carne con la unión sexual sino que es más profunda, se extiende al corazón. El no haber apostatado de Dios, el haberle sido fiel sin contaminarse con ningún ídolo. De estos dice el libro del Apocalipsis al describir el acompañamiento del Cordero: “estos son los que no se mancharon con mujer, pues son vírgenes […] en su boca no se encontró mentira; no tienen tacha”[5]. “En sentido metafórico: la lujuria designa tradicionalmente la idolatría[6], aquí el culto de la Bestia[7]. Los ciento cuarenta y cuatro mil han sido comprados[8], son íntegros y fieles[9], han rechazado la idolatría y pueden ser desposados con el Cordero”[10]. El haber preferido la criatura o a nosotros mismos por Dios es una especie de adulterio.

María es la virgen fiel, la que siempre obedeció a la voluntad de Dios, la más pariente de Jesús, la que estuvo más estrechamente unida a Jesús por la fe que por la carne. La virginidad del corazón está en la perfecta fidelidad a la voluntad de Dios.

María también fue limpia, porque su corazón, su alma, jamás tuvo mancha alguna. El pecado mancha el corazón. El mortal mata al alma y la pone, por la ausencia de Dios, monstruosa y horrible. El pecado venial deliberado también mancha al alma, la ensucia, y toda falta por pequeña que sea, cuando es voluntaria, quita belleza y brillo al alma.

María tuvo su alma siempre limpia: “Toda hermosa eres, no hay tacha en ti”[11].

Fue limpia en este sentido negativo de no tener mancha, pero también en el sentido positivo de estar llena de Dios, del tres veces santo, y de su Hijo, el Cordero inmaculado. El alma de María sólo se ocupaba de una cosa, con simplicidad, de vivir en la contemplación de Dios y ninguna otra cosa la distraía ni manchaba su corazón.

María es la Inmaculada Concepción. Concebida sin mancha de pecado. Pero su vida toda, desde su concepción hasta su muerte, fue limpia con la limpieza de la Virgen de las vírgenes y con la limpieza de la Madre de Dios.

La limpieza del corazón nos hace ver a Dios ya desde esta vida. Bienaventurados los limpios de corazón porque ellos verán a Dios. En la otra vida por la luz de la gloria, en esta vida por la luz de la fe.

La luz de la fe iluminó el alma de María y esa luz purificó su corazón, “dichosa la que ha creído”[12]. La pureza y la limpieza aquí se unen. La pureza de la fe y la limpieza del corazón ambas desembocan en la visión de Dios.

María contempló principalmente a Dios en su Hijo, en el Verbo Encarnado, en el Emmanuel y vivió en esa contemplación un anticipo del cielo: “Esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y al que tú has enviado, Jesucristo”[13].

[1] Advocación a la Virgen de Luján en sus letanías.

[2] Mt 5, 8

[3] Lc 1, 34-35

[4] 7, 14

[5] 14, 4-5

[6] Cf. Os 1, 2ss.

[7] Cf. Ap 17, 1

[8] Cf. Ap 5, 9

[9] v. 5

[10] Jsalén. a Ap 14, 4

[11] Ct 4, 7

[12] Lc 1, 45

[13] Jn 17, 3

María en el misterio de la Iglesia

María, madre de la Iglesia[1]

P. Gustavo Pascual, IVE

La Santísima Virgen ha sido llamada Madre de la Iglesia. Por ser Madre de la Cabeza de la Iglesia, Jesucristo, es también Madre de los miembros de esa Cabeza, es decir, de nosotros, los cristianos. “Jesucristo, que es la Cabeza del género humano, nació de ella; los predestinados, que son los miembros de esa Cabeza, deben también, como consecuencia necesaria, nacer de Ella […] Una misma madre no da a luz la cabeza sin los miembros, ni los miembros sin la cabeza […] de igual modo, en el orden de la gracia, la cabeza y los miembros nacen de una misma madre”[2], “en el Calvario comenzó María de modo particular a ser Madre de toda la Iglesia (San Alfonso María de Ligorio)[3].

Misión de María en el pueblo de Dios

 a) Colaboradora de Dios

+ Dios Padre creó un depósito de todas las aguas y lo llamó mar. Creó un depósito de todas las gracias y la llamó María (Pedro de Celles).

María es el tesoro del Señor (216), de cuya plenitud se enriquecen los hombres.

+ Dios Hijo comunicó a su madre cuanto adquirió mediante su vida y muerte, sus méritos infinitos y virtudes admirables. Ella es la tesorera de cuanto el Padre le dio en herencia.

María es el acueducto por el cual hace pasar suave y abundantemente sus misericordias (142).

+ Dios Espíritu Santo comunicó a su fiel Esposa, María, sus dones inefables y la escogió por dispensadora de cuanto posee.

Ella distribuye a quien quiere, cuanto quiere, como quiere y cuando quiere todos sus dones y gracias.

No se concede a los hombres ningún don celestial que no pase por sus manos.

 b) Influjo maternal de María (cf. 139-143)

El Señor es todavía en el cielo Hijo de María como lo fue en la tierra y por consiguiente, conserva para con ella la sumisión y obediencia del mejor de todos los hijos para con la mejor de todas las madres.

Las plegarias y súplicas son tan poderosas ante Dios que valen como mandatos. Dios no desoye jamás las súplicas de su querida madre porque son siempre humildes y conformes a la voluntad divina.

María impera en el cielo sobre los ángeles y bienaventurados. Por su humildad, Dios le ha dado el poder y la misión de llenar de santos los tronos vacíos del cielo.

c) Señal de fe auténtica (29-30)

 + Dios Padre quiso formarse hijos por medio de María hasta la consumación del mundo.

Todos los verdaderos predestinados e hijos de Dios tienen a Dios por Padre y a María por madre. Y quién no tenga a María por madre, tampoco tiene a Dios por Padre.

El hombre de perversa doctrina, el réprobo, desprecia o es indiferente para con María.

d) María, madre de la Iglesia (31-33)

+ Dios Hijo quiso formarse por medio de María y por decirlo así, encarnarse todos los días en los miembros de su Cuerpo Místico y le dice “entra en la heredad de Israel”[4], “uno por uno todos han nacido en ella”[5].

Un primer hombre nacido de María es el hombre-Dios, Jesucristo, el segundo es un hombre-hombre, hijo de Dios y de María por adopción. Si Jesucristo, Cabeza de la humanidad, ha nacido de ella, los predestinados, que son los miembros de esta Cabeza deben también, por consecuencia necesaria nacer de ella[6].

Cristo es fruto de María “y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús”.

            Si algún hombre tiene a Cristo formado en su corazón puede decir: gracias María, lo que poseo es obra y fruto tuyo y sin ti no lo tendría.

Y María podría decirle ¡hijito mío! de nuevo sufro los dolores del alumbramiento hasta que Cristo se forme en ti[7].

“Todos los que van al cielo están ocultos en el seno de la Virgen hasta que ella los da a luz para la vida del cielo después de la muerte” (San Agustín).

e) María, figura de la Iglesia (34-36)

 + Dios Espíritu Santo quiere formarse elegidos en ella y por ella.

Ella llena de virtudes a los elegidos de Dios para que crezcan espiritualmente.

Ella se reproduce en sus devotos y el Espíritu Santo se agrada en ellos.

Cuando María hecha raíces en un alma hace en ella maravillas de gracias.

Ella colabora con su Esposo a través de los siglos.

Colaboró en la Encarnación.

Realizará la formación y educación de los grandes santos del fin del mundo.

Cuando el Espíritu Santo la encuentra en un alma, entra en esa alma y la llena con la plenitud de la gracia.

 

  1. Consecuencias

 a) María es Reina de los corazones (37-38)

             María ha recibido de Dios un gran dominio sobre las almas de los elegidos.

María es la Reina del cielo y de la tierra, por gracia.

El reino de la Virgen está principalmente en el interior del hombre.

María tiene por gracia poder sobre su Hijo único y natural y también sobre sus hijos adoptivos.

 b) María es necesaria a los hombres (39-59)

 + Para la salvación

La devoción a María es señal infalible de predestinación.

Así las palabras y figuras del Antiguo y Nuevo Testamento. Así el sentir y ejemplo de los santos. Así la razón y la experiencia. Así lo han confesado obligadamente los demonios y sus secuaces.

“Ser devoto tuyo, oh María, es un arma de salvación que Dios ofrece a los que quiere salvar” (San Juan Damasceno).

+ Para una perfección particular

Nadie puede llegar a una íntima unión con el Señor y a una fidelidad perfecta al Espíritu Santo, sin una unión estrecha con María y con su socorro.

Dios por ella quiere embellecer, levantar, enriquecer las almas y por ella llevarlas a la santidad.

Dios ha entregado a María las llaves que dan entrada a la intimidad del amor divino[8].

“Las personas más ricas en gracia y virtud, los mayores santos son los mas asiduos en rogar a la Santísima Virgen y contemplarla siempre como el modelo perfecto a imitar y la ayuda eficaz que les debe socorrer” (San Bernardo).

Ella es la formadora de los grandes santos de los últimos tiempos.

 

[1] Sigo a SAN Luis María Grignion de Montfort, Tratado de la Verdadera Devoción a la Santísima Virgen… Los números entre paréntesis corresponden al tratado. Uso sus mismas palabras

[2] V.D. nº 32…, 453.

[3] Buela , El Catecismo de los jóvenes…, 52

[4] Si 24, 13

[5] Cf. Sal 86, 6

[6] Cf. L.G. 53

[7] Cf. Ga 4, 19

[8] Cf. San Juan de la Cruz, Cántico Espiritual, Canción 26…, 674-80.

Reglas para sentir con la Iglesia

“No podemos colaborar si no tenemos el espíritu de la Iglesia militante.”

San Alberto Hurtado

 

Reglas para estar siempre con la Iglesia, en el espíritu de la Iglesia militante. No podemos colaborar si no tenemos el espíritu de la Iglesia militante. Nuestra primera idea es buscar enemigos para pelear con ellos… es bastante ordinaria…

Alabar las largas oraciones, los ayunos, las órdenes religiosas, la teología escolástica… Alabar, alabar.

¡¡No se trata de vendarse los ojos y decir amén a todos!! Pero el presupuesto profundo está un poco escondido. Hay un pensamiento espléndido, a veces olvidado: tengo que alabar del fondo de mi corazón lo que legítimamente no hago. ¡¡No medir el Espíritu divino por mis prejuicios!! Voy a alabar largas oraciones en casa, que yo no hago… Alabar las procesiones, que yo no hago.

La mente de la Iglesia es la anchura de espíritu. Si legítimamente ellos lo hacen, yo legítimamente no lo hago. La idea central es que, en la Iglesia, para manifestar su riqueza divina, hay muchos modos: “En la casa de mi Padre hay muchas habitaciones” (Jn 14,2). La vida de la Iglesia es sinfonía. Cada instrumento tiene el deber de alabar a los demás, pero no de imitarlos. El tambor no imita la flauta, pero no la censura… Es un poco ridículo, pero tiene su papel. ¿Los demás pueden mofarse del bombo? No porque no son bombo. Es como el arco iris… El rojo ¿puede censurar al amarillo? Cada uno tiene su papel (qué bien cuadra esto dentro del Espíritu del Cuerpo Místico).

Luego, no encerrar la Iglesia dentro de mi espíritu, de mi prejuicio de raza, de mi clase, de mi nación. La Iglesia es ancha. Los herejes so pretexto de libertad estrecharon la mente humana. Nosotros con nuestros prejuicios burgueses, hubiéramos acabado con las glorias de la Iglesia.

En el siglo IV: “Queremos servir a Dios a nuestro modo. Vamos a construir una columna y encima de la columna una plataforma pequeña… bastante alta para quedar fuera del alcance de las manos, y no tanto que no podamos hablarles… La caridad de los fieles nos dará alimento, ¡oraremos!”. Nosotros ¿qué habríamos hecho? -Esos son los locos… ¿Por qué no hacen como todos? El hombre no es ningún loco. La Iglesia no echó ninguna maldición, ¡les dio una gran bendición! Ustedes pueden hacerlo, pero no obliguen a los demás. Ustedes en su columna, pero el obispo puede ir sentarse en su trono y los fieles dormir en su cama. De todo el mundo Romano venían a verlos, arreglaban los vicios, predicaban. San Simón Estilita, y con él otros. Voy a alabar a los monjes estilitas, pero no voy a construir la columna.

Otro grupo raro: “Nos vamos al desierto, a los rincones más alejados para toda la vida. Vamos a pelear contra el diablo, a ayunar y a orar… a vivir en una roca”. ¿Y nosotros? Con nuestro buen sentido burgués barato, diríamos: Quédense en la ciudad. Hagan como toda la gente. Abran un almacén; peleen con el diablo en la ciudad. La Iglesia tiene para ellos una inmensa bendición. ¡No peleen demasiado entre sí! Pero no obliguen a los demás a ir al desierto; lo que ustedes legítimamente hacen, ¡¡otros no lo hacen!! Nosotros hoy, despedazados al loco ritmo de la vida moderna, recordamos a los Anacoretas con un poco de nostalgia; todos los santos monjes y eremitas, ustedes que hallaron a Dios en la paz: rogad por nosotros.

El tiempo de las Cruzadas. La gran amenaza contra el Islam. Llegan unos religiosos bien curiosos. ¿Para nosotros qué es un religioso? ¿Manso, manos en las mangas, modesto, oye confesiones de beatas, birrete? No tienen birrete sino casco, espada en lugar de Rosario… Religiosos guerreros. Hacían los tres votos de religiosos para pelear mejor. Hacían un cuarto voto: el de los templarios, voto solemne: “no retroceder lo largo de su lanza, cuando solos tenían que enfrentar a tres enemigos”. Era el cuarto voto. La Iglesia lo aprobó. Luego, ¿todos tienen que pelear y ser matamoros? Lo que ellos legítimamente hacen; nosotros, no.

Vienen otros, tímidos, humildes, pordioseros:

-Un poco de oro y de plata, pero oro es mejor…

-¿Qué van a hacer con el oro de los cristianos?

-¡Llevarlo a los Moros!

-¿Van a enriquecer a los Moros? ¡¿El tesoro de la cristiandad que se va?!

-En la cristiandad no hay mejor tesoro que la libertad de los cristianos.

Los de la Merced, un voto: ¡quedarse como rehenes para lograr la libertad de los fieles! Bendijo la Iglesia a los militares y a la Merced.

¿Qué habríamos hecho nosotros con San Francisco de Asís? ¡Lo habríamos encerrado como loco! ¿No es de loco desnudarse totalmente en el almacén de su padre para probar que nada hay necesario? ¿No era de loco cortar los cabellos de Santa Clara sin permiso de nadie? Cuando el fuego le devoraba el hábito, dice: “no lo apagues, es tu hermano fuego que tiene hambre”. ¿Qué habríamos hecho nosotros? En el almacén, el obispo le arrojó su manto, símbolo de la Iglesia que lo acepta.

Vienen los Cartujos, que no hablan hasta la muerte. Si el superior le manda a predicar, puede decir: ¡No, es contra la Regla! ¡Absurdo, después de 7 años… a predicar! La Iglesia mantuvo la libertad de los Cartujos: quieren mantenerse en silencio, ¡pueden hacerlo! Pozos de ciencia, sin hablar. ¡Nuestro sentido burgués!

Vienen los Frailes Predicadores, los Dominicos: le da su bendición a los Predicadores… Lo que ustedes legítimamente…

San Francisco de Asís: una idea: construir un templo con cuatro paredes sin ventanas, un pilar, un techo, un altar, dos velas y un crucifijo. ¡Ah no! Eso es un galpón… Vamos a colgar cuadritos… vamos a poner bancos y cojines… ¡Nada!, dice San Francisco. Gran bendición a su Iglesia y fabulosas indulgencias. Es el recuerdo del Pesebre de Belén.

En los primeros tiempos de los Jesuitas, hay dos cardenales Farnese y Ludovisi y construyen el Gesù y San Ignacio. El Gesù: columnas torneadas, oro y lapislázuli… La bóveda… 20 años pintando la bóveda: Nubes, santos y bienaventurados. Y San Luis… ángeles mofletudos y barrigones… El altar hasta el techo, con Moisés y Abraham bien barbudos. Nosotros diríamos: “eso es demasiado, falta de gusto, de moderación”. Y la Iglesia bendijo al Gesù y San Ignacio. No es el pesebre, es la gloria tumultuosa de la Resurrección.

En la Iglesia se puede rezar de todos modos: vocal, meditación, contemplación, hasta con los pies (es decir, en romería). Los herejes, en cambio: fuera lámpara, fuera imágenes, fuera medallas… Hay pueblos que no quieren besar el anillo, sino que lo olfatean. ¡Bien, pueden hacerlo! Iglesias en estilo chino ¿De dónde sacan que el Gótico es el único estilo? Santa Sofía, San Pedro…

¡Todos los desastres de la Iglesia vienen de esa estrechez de espíritu! ¡El clero secular contra el regular, y orden contra orden! Para pensar conforme a la Iglesia hay que tener el criterio del Espíritu Santo que es ancho.

En el Congo ¿podemos pintar Ángeles negros? ¡Claro! ¿Y Nuestra Señora negra y Jesús negro? ¡Sí! Ese Jesús chino… ¡admirable! Nuestro Señor, en los límites de su cuerpo mortal, no podía manifestar toda su riqueza divina. En el Congo un Padre compró cuadros de la Bonne Presse. Muestra el infierno, y los negros entusiasmados. No había ningún negro, ¡sólo blancos! ¡Ningún negro en el infierno!

En la Compañía de Jesús a veces odio, por carecer de este espíritu. Los demás que se queden cada uno conforme a su vocación. Este es un pensamiento genial de San Ignacio, expuesto sencillamente: alabar, alabar, alabar. Alabemos todo lo que se hace en la Iglesia bajo la bendición del Espíritu Santo. ¡Cuando la Iglesia mantiene una libertad, alabémosla!