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Peregrinación a Nazaret

Desde el Monasterio de la Sagrada Familia

Queridos amigos:

Como bien sabemos, una peregrinación significa realizar un viaje a un lugar sagrado o santuario que se emprende por piedad, adoración, penitencia, para pedir alguna gracia o simplemente como acción de gracias, normalmente caminando ya que implica el ofrecer algo a Dios, comenzando por el esfuerzo que lleva consigo el hecho de realizarla. Es así que según las posibilidades, las peregrinaciones serán diversas, pero lo importante es aquel sentido sobrenatural que motiva y acompaña según las razones por las cuales se realiza que hemos citado arriba: “por piedad”, para poder llegar a rezar y venerar una capilla u otro lugar santo y las posibles reliquias o recuerdos de los santos que hayan pasado por allí; “por adoración”, para rendir a Dios el culto que se merece como el Todopoderoso, reconociendo su absoluta soberanía así como sus innumerables beneficios en favor nuestro; “por penitencia”, es decir, como reparación de nuestros pecados y expresión de nuestra reconciliación con Dios, ofreciéndole todo el sacrificio que nos pueda costar el llegar al lugar al que le hemos ofrecido peregrinar, sea una catedral, un santuario dedicado a su Madre, una capilla, etc.; “para pedir alguna gracia”, porque tenemos muchos pasajes de la Sagrada Escritura en los cuales se deja ver bien claro que Dios a menudo nos concede sus gracias, pero para algunas especiales nos pide algo a cambio (comenzando por un sincero acto de fe), ante lo cual nos podemos adelantar proponiéndole nuestras acciones, nuestra conversión y particularmente nuestros sacrificios; y esto no es extraño a lo largo de la historia de la Iglesia, en que tantas veces nos encontramos con personas que le han pedido alguna gracia muy especial a Dios y a cambio le han ofrecido generosos actos de devoción. Finalmente, podemos ofrecer una peregrinación (por más que no sea muy larga, es decir, a veces nos resulta difícil ir muy lejos, pero aun así podemos ofrecerle a Dios ir a rezar a tal o cual lugar, lo importante es la buena intención que acompañe nuestro ofrecimiento), como “simple acción de gracias” por tantos beneficios recibidos, los cuales siempre podemos tener presente, como la vida misma, la vida de la gracia, la posibilidad de practicar nuestra fe y de recibir los sacramentos, etc.

Pues bien, teniendo todo esto presente, por gracia de Dios (y gracia tras gracia…), pudimos realizar una peregrinación a la basílica de la Anunciación en Nazaret, donde hace pocos días pudimos celebrar la solemnidad de la Encarnación junto con nuestra familia religiosa del Verbo Encarnado, con la santa Misa presidida por el Patriarca; esta vez ofreciendo los esfuerzos por todas las almas que se encomiendan a nuestras oraciones y que nos acompañan a la distancia; que son muchas y les estamos muy agradecidos por tantas oraciones y mensajes que nos llegan comprometiendo sus oraciones por “los monjes de Séforis”, y por las intenciones que constantemente les pedimos sumar a las que nos llegan desde varias partes del mundo para rezar. Fue así que emprendimos el viaje luego de la Adoración Eucarística de la mañana y de la santa Misa, comenzando con el ofrecimiento de la peregrinación por todas estas almas que nos acompañan a la distancia -como hemos dicho-, y también por nuestra familia religiosa, nuestros familiares, amigos, bienhechores, etc.; y por las necesidades de la Iglesia y del mundo entero, como la paz en los lugares de guerra y donde a los cristianos les resulta más difícil practicar su fe.

Como no hay un camino especial para los peatones, hicimos el recorrido por el costado de la carrera hacia el centro de Nazaret, a poco más de 10 kilómetros de nuestro monasterio, rezando el santo Rosario apenas salimos a la ruta principal, y luego de dos horas exactas llegamos a nuestro destino: la basílica de la Anunciación, donde pudimos rezar tranquilamente a la vez que nos alegramos de ver nuevamente grupos de peregrinos rezando también frente al lugar donde María santísima se convirtió en la Madre de Dios por la Encarnación.

A continuación, visitamos el lugar donde la Tradición sitúa la sinagoga donde Jesucristo leyó el rollo de la Escritura afirmando que aquel día “se cumplía esa escritura” (Lc 4, 21), leyendo el Evangelio de dicho acontecimiento y visitando luego la Iglesia Melquita que se encuentra justamente al lado, acompañados por el sacerdote que vive allí quien se acercó a saludarnos y amablemente nos mostró él mismo el hermoso templo mientras nos conta

Finalmente regresamos también caminando al monasterio, agradecidos de esta oportunidad de rezar y hacer apostolado con las personas que nos preguntaban que quiénes éramos y qué hacíamos allí, para descansar un poco y retomar luego nuestra vida normal, con la Adoración Eucarística de la tarde y la gran satisfacción de haber podido realizar y ofrecer una nueva peregrinación.

En Cristo y María:

P. Jason Jorquera y P. Gonzalo Arboleda,

Monjes del Monasterio de la Sagrada Familia.

Vía Crucis en Séforis

¡Recémoslo especialmente en esta santa Cuaresma!

 

“Estamos aquí, conscientes de que el vía crucis del Hijo de Dios no fue simplemente el camino hacia el lugar del suplicio. Creemos que cada paso del Condenado, cada gesto o palabra suya, así como lo que han visto y hecho todos aquellos que han tomado parte este drama, nos hablan continuamente. En su pasión y en su muerte, Cristo nos revela también la verdad sobre Dios y sobre el hombre.” (San Juan Pablo II).

Como cada viernes de Cuaresma, rezamos comunitariamente el santo Vía Crucis en el Monasterio de la Sagrada Familia a las 11:30. El clima parecía no acompañar: breves lluvias hasta antes de comenzar, tormenta de viento desde hacía una hora antes, frío intenso casi todo el tiempo, salvo algunos pequeños intervalos de sol que de vez en cuando se dejaron ver iluminando la basílica… y los dos monjes que por gracia de Dios custodian este lugar santo en espera de los peregrinos que hace dos años habían comenzado a “ornamentar” cada vez más seguido las ruinas de la casa de santa Ana. Y el clima, como hemos dicho, parecía no acompañar… pero acompañaba: rezar el Vía Crucis implica algo más que las 14 meditaciones de las respectivas estaciones; pues la invitación es más bien a considerar con ello el sendero en su totalidad por el cual el Hijo de Dios decidió libremente caminar hacia la cruz, en favor de nuestras almas y de su triunfo definitivo sobre el pecado y sobre la muerte. Por eso es que propiamente el clima sí acompañó, ya que no fue lo mismo meditar en la capilla (lo cual hubiésemos hecho de haber comenzado a llover como lo hizo durante la mañana), que siguiendo las estaciones que adornan los muros de la basílica que aún permanecen en pie, reflexionando en el dolor del corazón del Cordero sin mancha llevado al matadero (Cf. Is 53,7), entre el fuerte viento y el frío que apenas refrenaban nuestras capuchas. Y como un detalle más, durante la XII estación (“Jesús muere en la cruz”), se dejaron caer algunas gotas que amenazaron hacernos ponernos bajo techo… pero fueron pocas y duraron solamente lo que duró la meditación en esta estación.

Posteriormente rezamos la oración final en la capilla, para concluir con el rezo de sexta y el Ángelus, concluyendo así las oraciones de la mañana y medio día.

Invitamos a todos a participar de esta noble devoción, fuente de abundantes frutos espirituales, así como el rezo diario del santo Rosario, pidiendo de manera especial por los frutos de este tiempo de Cuaresma, tiempo de conversión y mucha generosidad para con Dios, quien más nos da de Él, en la medida en que nosotros también nos demos.

La cruz es la gran escuela del amor y la sabiduría de un Dios clavado y abierto:
“¿Pero cómo, clavado, enseñas tanto?
Debe ser que siempre estás abierto,
¡Oh Cristo, Oh ciencia eterna, Oh libro santo!”
(Lope de Vega)

Con nuestra bendición, en Cristo y María:

Monjes del Monasterio de la Sagrada Familia,

Séforis, Tierra Santa.

Santa Misa y caminata en el desierto de Judea

Desde la casa de santa Ana

Escribía san Juan de la Cruz: “…Así lo hacían los anacoretas y otros santos ermitaños, que en los anchísimos y graciosísimos desiertos escogían el menor lugar que les podía bastar, edificando estrechísimas celdas y cuevas y encerrándose allí; donde san Benito estuvo tres años, y otro, que fue san Simón, se ató con una cuerda para no tomar más ni andar más que lo que alcanzase; y de esta manera muchos, que nunca acabaríamos de contar. Porque entendían muy bien aquellos santos que, si no apagaban el apetito y codicia de hallar gusto y sabor espiritual, no podían venir a ser espirituales.”

El desierto, como bien sabemos, no es propiamente un lugar que ofrezca consuelos y comodidades en cuanto tal, es decir, cuando se edifica algo en el desierto, se podrá adaptar, aclimatar y hasta acomodar para poder quedarse allí, pero todo esto sólo se puede realizar en la medida en que se le quite al desierto -al menos en un punto específico-, lo que tiene de propio y característico, que es su rudeza, soledad, extensión, aridez, etc.; figura perfecta del trabajo arduo que debe realizar un alma para disponerse a adentrase en las arideces y soledades de la purificación de sus desórdenes para encaminarse hacia la unión con Dios; la cual depende de nuestras renuncias, de nuestros despojos de todo aquello que ocupa el lugar que sólo a Dios le corresponde en nuestra alma, y que debemos preparar y disponer echando afuera el pecado, el desorden, y hasta las imperfecciones voluntarias en cuanto a que éstas Dios tampoco las quiere, porque refrenan nuestro vuelo hacia la santidad… en definitiva, la figura del desierto es la figura del despojo, del vaciarse de sí mismo para dejar a Dios llenar Él mismo ese lugar. Por esta razón aquellas almas heroicas que iniciaron el monacato cristiano se apartaban al desierto, para combatir contra sí mismos y conquistar así la estrecha unión con Dios, asentando las bases de lo que deben ser hasta nuestros días los monasterios, “desiertos” en que el alma se dedique a tratar a solas con Dios en bien del mundo entero y de ella misma, mediante el despojo y las renuncias… dedicando la vida entera a esta purificación y unión con Dios: “A medida, pues, que nos veamos libres de toda falta, de cualquier imperfección, de toda criatura, de todo móvil humano, para pensar sólo en Él, para obrar según su beneplácito, más abundante irá siendo la vida en nosotros, y con mayor plenitud se nos dará Dios a sí mismo”, decía Dom Columba Marmion a sus monjes; y el gran Maestro de la Cruz nos exhorta: “mejor es aprender a poner las potencias en silencio y callando, para que hable Dios; …cuando venga el alma según estas sus potencias a soledad y le hable Dios al corazón” (San Juan de la Cruz).

Pues bien, teniendo esto siempre presente, para nosotros los llamados por la Divina Misericordia a la vida monástica y en el inicio de esta santa Cuaresma, ha sido realmente una gracia muy grande haber podido celebrar la santa Misa en el desierto de Judea, teniendo como retablo las soledades que hace 2000 años se vieran ornamentadas por la santa presencia de nuestro Señor Jesucristo, incluido el llamado “Monte de las tentaciones” según la antigua tradición, en donde el Hijo de Dios padeció las tentaciones que nos dejó como ejemplo de victoria sobre el demonio y el pecado (Mt 4, 1-11; Mc 1:12-13; Lc 4,1-13), asentando de manera clara las bases de la lucha que todo cristiano realmente comprometido con Dios y con su fe, también deberá padecer en esta vida y sobrellevar para darle gloria a su Señor e ir aprendiendo a ensanchar el alma, que se irá santificando en la medida que lo hagan sus batallas y victorias… o su volver a levantarse con fuerzas y propósitos renovados por la Divina Misericordia.

Para esta ocasión, salimos muy temprano con nuestros padres de Belén hacia el testigo del largo ayuno de nuestro Señor, habiendo preparado los ánimos y todo lo necesario para la santa Misa y posterior caminata a través del yermo.

Debido a la época, el desierto deja ver algunas partes verdes y hasta flores en la zona en que celebramos el santo sacrificio, las cuales después desaparecerán por casi todo el resto del año, y que dejamos de ver apenas nos apartamos del lugar, donde dicha santa Misa la ofrecimos por tantas intenciones de las almas que se encomiendan a nuestras oraciones, además del término de la guerra (pidiendo especialmente por Ucrania). A continuación, luego de viajar un poco más al sur, comenzamos la travesía por el árido aunque hermoso paisaje, con gran entusiasmo interior, bastante agua en la mochila, y solamente el sol y su calor por techo; conversando a ratos (cuando no eran subidas o bajadas que exigieran algo más de aliento), y aprovechando para rezar y meditar cuando solamente el viento se dejaba oír… en definitiva, una salida muy acorde a este tiempo penitencial que nos regala nuevamente la Iglesia, para reflexionar sobre nuestras vidas, extirpar lo que haya que extirpar (cualquier desorden o pecado que haya hecho nido en el corazón), adquirir las virtudes que haya que adquirir, y ser más generosos para con Dios en nuestras ofrendas, especialmente las espirituales; reparando así nuestros pecados, enderezando nuestras almas hacia la eternidad, y caminando decididamente por la senda de la santificación.

Les deseamos una muy fructífera y santa Cuaresma.

Con nuestra bendición, en Cristo y María:

Monjes del Monasterio de la Sagrada Familia,

Séforis, Tierra Santa.

Convivium en el Monasterio de la Sagrada Familia

Desde la casa de santa Ana

Queridos amigos:

Durante el tiempo de formación en nuestras casas religiosas, ya sea en los seminarios como en los conventos, normalmente una vez al año realizábamos los siempre recordados “Convivium”, que consisten básicamente en juntarse un día específico a compartir con todos los que deseen participar, poesías, canciones, ensayos, etc., compuestos normalmente por nuestros religiosos, fomentando así el desarrollo de los talentos de los consagrados, y siendo un gesto más de la fraternidad que, gracias a Dios, se vive notablemente durante el tiempo de formación.

De alguna manera los días previos a los Convivium no podían pasar desapercibidos, ya que siempre se encontraba a algún compañero durante el tiempo libre escribiendo, memorizando, o ensayando alguna canción o poesía; y llegado el día se disponía una de las aulas de clase para recibir a los participantes. El ambiente, por supuesto, es sumamente familiar, ya que están algunos de los sacerdotes y compañeros de los distintos cursos de filosofía y teología, así como más de una guitarra y órgano para las exposiciones de los trabajos que tanto disfrutábamos escuchar, y que en más de una ocasión nos revelaron un talento desconocido hasta el momento, especialmente con los de los primeros años. A veces el Convivium proponía un tema específico, otras simplemente era tema libre… lo importante era compartir.

Pues bien, queriendo revivir de alguna manera estos momentos que tantos buenos recuerdos nos dejaron antes de partir a nuestras tierras de misión, quisimos realizar un Convivium en nuestro monasterio, bajo el tema de  “La vida consagrada”, invitando a los que quisieran venir de nuestros religiosos, bastante conscientes de que sería muy difícil que todos pudieran asistir debido a las actividades y trabajos propios de cada lugar de misión; sin embargo, gracias a Dios y con un gran esfuerzo, contamos con la presencia y participación de nuestros padres misioneros en Belén y Jerusalén, así como las hermanas de la nueva comunidad de Mughar, a pocos kilómetros de aquí, con quienes luego del clásico canto que siempre abría los Convivium (https://www.youtube.com/watch?v=l9yeUvimgoU), pudimos escuchar lo que cada uno preparó para compartir: un himno pidiendo por la santidad de los sacerdotes; una antífona de consagración a la Virgen; poesías a los sagrados votos, a la cruz del misionero, a san Pedro, la Cruz y el Santo Sepulcro, a la misma consagración y una breve exposición sobre la primera Iglesia dedicada a la “Teothokos” en Jerusalén.

Finalmente dimos gracias a Dios por todos los beneficios recibidos, y también a quienes pudieron participar de esta fructífera actividad.

Agradecemos a la Sagrada Familia y a nuestros formadores, quienes supieron inculcarnos e incentivarnos más aún, a escribir, desarrollar y compartir con los demás los posibles dones y habilidades, así como a valorar desde la misión, todo aquello de grandioso que recibimos en el seminario para llevarlo y hacerlo fructificar en el destino al cual Dios quiera llevarnos.

Con nuestra bendición, en Cristo y María:

Monjes del Monasterio de la Sagrada Familia,

Séforis, Tierra Santa.

 

Breves del Monasterio de la Sagrada Familia

Queridos amigos:
Junto con la correspondiente acción de gracias a Dios, a la Sagrada Familia y a sus constantes oraciones, considerando los muchos e incontables beneficios recibidos durante el pasado año, pese a la dificultad propia de la situación actual, queremos compartirles brevemente algo acerca de lo que han sido estas últimas e intensas semanas. Ciertamente podríamos escribir algo más extenso respecto a varias de estas actividades por separado, pero por cuestiones de tiempo y de trabajo debemos, por fuerza, resumirlo:
“Navidad en Belén”
Por gracia de Dios este año nuevamente pudimos participar de las celebraciones navideñas en Belén con nuestros padres y hermanas de distintas comunidades, tanto en la basílica principal cuanto en la misma gruta que presenció el nacimiento en el tiempo del Hijo de Dios; una gracia ciertamente maravillosa, donde tuvimos presente las intenciones y necesidades de todas las almas encomendadas a nuestras oraciones y a nuestro ministerio sacerdotal.
“Navidad en el Monasterio”
Después del almuerzo de Navidad en Belén, regresamos al monasterio para celebrar con nuestros amigos que asisten a Misa al Monasterio, pudiendo compartir la cena festiva y la guitarreada a cargo del P. Gonzalo, cantando Villancicos tradicionales de varios países y en distintas lenguas.
“Trabajos”
Además del correspondiente y constante mantenimiento del monasterio, aprovechamos de preparar algunas mermeladas como parte de los regalos para nuestros misioneros, con quienes festejamos como siempre en el más agradable espíritu de familia en el Hogar Niño Dios de Belén, donde nos juntamos los religiosos de las distintas misiones por estos lugares.
“Visitas”
Si bien son pocos los peregrinos que actualmente recibimos, no hemos dejado de tener algunas visitas, como nuestras hermanas de la Parroquia de san Jorge en Mughar, quienes aprovecharon para hacer su retiro mensual aquí, predicado por el P. Jason (quien trató acerca de la importancia de vivir bien la caridad fraterna en nuestras comunidades), aprovechando el favorable silencio del monasterio, así como la Adoración y santa Misa con los monjes. También recibimos -entre otros-, a tres sacerdotes extranjeros residentes en Jerusalén, quienes actualmente se encuentran terminando sus respectivos doctorados en Sagrada Escritura, compartiendo con ellos la Adoración eucarística y la santa Misa. También cabe destacar la visita del P. Carlos Ferrero, nuestro Provincial, con quien pudimos compartir y realizar un par de edificantes peregrinaciones por los santos lugares, aprovechando la especial octava de Navidad.
“Encuentro fronterizo”
Para ir a Belén o Jerusalén desde Galilea, tenemos dos caminos principales; el más largo es la llamada ruta del desierto, donde se puede ir a Jericó antes de llegar a Jerusalén, pasando por el lugar del bautismo de nuestro Señor Jesucristo (Mt 3,13-17; Mc 1,9-11; Lc 3,21-22; Jn 1,29-34), donde la Tradición sitúa también el paso del pueblo elegido para entrar en la Tierra Prometida (Jos 3), y donde Eliseo vio a Elías ser arrebatado hacia los cielos (2Re 2, 1-12). Luego de renovar las promesas bautismales y nuestra fe en el Credo católico, y rezar tranquilamente, nos encontramos con nuestros monjes de Jordania “orilla a orilla”, ya que precisamente el lugar del Bautismo es actualmente parte de la frontera entre ambos países, y si bien no se puede pasar de un lado a otro, debido a la corta distancia entre un punto y el otro pudimos conversar tranquilamente y compartir un momento muy agradable, hasta que los grupos que llegaban comenzaron a preguntarnos acerca de quiénes éramos, haciendo un maravilloso apostolado con quienes saben poco o nada acerca de nuestra fe, y atendiendo ambos monjes a las consultas en hebreo o en inglés según se fueron dando las cosas.
Muchas más gracias recibimos, ciertamente, durante todo este tiempo, y por todas ellas agradecemos al Cielo. Nos encomendamos como siempre a sus oraciones y seguimos comprometiendo las nuestras por sus necesidades y las del mundo entero.
Con nuestra bendición, en Cristo y María:
Monjes del Monasterio de la Sagrada Familia;
Séforis, Tierra Santa.

Continuando con la poda de olivos

Queridos amigos:
Conocida es la sentencia que resume lo que ha de ser la impronta de cada alma dedicada a la hermosamente llamada “vida contemplativa”, es decir, aquella parte mejor para la cual ha sido elegido el monje por el mismo Dios: “Ora et labora” (Reza y trabaja); representada con profunda sencillez en la figura de María, la hermana de Marta, quien con absoluta simplicidad escuchaba y meditaba las palabras del Maestro que visitaba su hogar… “No se dice simplemente de María que estaba sentada cerca de Jesús, sino junto a sus pies; es para manifestar la presteza, la asiduidad, el deseo de oírlo y el gran respeto que profesaba al Señor.” (San Juan Crisóstomo).
Mientras Marta se dedicaba al servicio del Señor, María no pudo evitar quedarse como absorta en las palabras de Jesús. El hombre ha sido creado en este mundo como un viador que camina hacia la eternidad, es decir, hacia la contemplación sin fin de su Dios y Señor, pero es cierto también que desde ya, aunque de manera participada mas no por eso ineficaz, puede el alma poner sus ojos en Dios mediante la oración con la reflexión y meditación de sus misterios, que es como una manera de “anticipar nuestro fin último” dentro de lo que nos permite nuestra actual condición, en la cual nos podemos gozar de los misterios divinos ya que somos seres espirituales, capaces de degustar la verdad que contemplaremos cara a cara en la otra vida, y esta actitud de “contemplar”, es tan preclara que Jesucristo mismo la defiende en María, a quien “no le será quitada”, y tan importante que dentro del seno mismo de la Iglesia Dios se ha apartado a algunos pocos para que dediquen toda su vida a contemplar e interceder por sus hermanos mediante la oración en la vida monástica. Por eso dice San Gregorio que, “El cuidado de Marta no se reprende, pero se alaba el de María; son grandes los méritos de la vida activa, pero son mayores los de la contemplativa. Se dice además que nunca le será quitada la parte a María, porque las obras de la vida activa pasan con el cuerpo, mientras que los goces de la vida contemplativa mejoran al fin.”, y agrega san Ambrosio: “Que el deseo de la sabiduría te haga como María; ésta es la obra más grande, la más perfecta. Que el cuidado de tu ministerio no te aparte del conocimiento del Verbo celestial, ni acuses, ni estimes ociosos a los que veas dedicados a la sabiduría.”
En resumen, el monje debe dedicarse a la oración, al “Ora”… pero sin descuidar jamás la otra cara y complemento de esta moneda: el “Labora”; porque si bien el esfuerzo del trabajo consistió en un castigo para el hombre después del pecado original, sin embargo, a partir de la ley de la gracia, en que Jesucristo vino a transformarlo todo para nuestro bien y salvación, el trabajo no podía quedar exento, convirtiéndose así, como bien sabemos, en fuente de gracias y méritos cada vez que lo ofrecemos a Dios por nuestras intenciones…, y mayor mérito a mayor esfuerzo y alegría en el ofrecimiento.
Por gracia de Dios, continuamos con el arduo trabajo de la poda de los olivos de nuestro monasterio: 84 contra dos monjes, así que a Dios gracias y a la Sagrada Familia hay bastante aún para ofrecer, ya que no es solo la poda de los troncos grandes que hace 5 años fueron bien cortados, sino también trozar el resto para poder arrastrar y limpiar las ramas y el parque mientras hacemos el mantenimiento normal, así que es una gran alegría poder ir poco a poco mejorando el aspecto del lugar.
Agradecemos a la Sagrada Familia y como siempre a ustedes sus oraciones, y seguimos rezando por sus intenciones, especialmente para que junto con sus plegarias ofrezcan cada día sus trabajos, esfuerzos, sufrimientos y todas sus cruces al Señor, quien acepta gustoso esta ofrenda en favor de las almas y su plan de redención.
Con nuestra bendición, en Cristo y María:
Monjes del Monasterio de la Sagrada Familia,
Séforis, Tierra Santa.

CELEBRANDO A SAN JUAN PABLO II EN BELÉN

Queridos amigos:
Escribía nuestro fundador que “Debemos instruir a nuestros fieles para que conozcan y amen a los Santos Patronos, dándoles el lugar de honor que les corresponde y llevando a cabo una pastoral articulada para conseguir esos objetivos.”; y si esto se dice respecto a las almas que nos han sido encomendadas, cuánto más debemos vivirlo nosotros como religiosos del Verbo Encarnado. Una característica especial de los patronos de nuestras comunidades es que se convierten automáticamente en modelos a seguir, y por lo tanto, san Juan Pablo II es nuestro gran modelo para imitar, no sólo en cuanto al título de “patrono” que le hemos dado dentro de nuestra familia religiosa, sino además -y sobre todo- en cuanto modelo de cómo debemos vivir nuestra consagración, enamorados afectiva y efectivamente de Jesucristo. Porque eso resume al Papa Magno: un alma enamorada de Jesucristo y de su Madre.
Gracias a Dios pudimos celebrar la santa Misa en honor de nuestro querido santo en Belén, junto con nuestra familia religiosa, participando a continuación de la cena festiva, como correspondía a la ocasión.
Agradecemos a Dios por sus beneficios siempre copiosos, y al Papa Magno por su intercesión desde el Cielo, así como a trodas las almas que rezan por nosotros desde la distancia, rezando por sus intenciones y las necesidades de la Iglesia en el mundo entero y la santificación de las almas.
Con nuestra bendición, en Cristo y María:
Monjes del Monasterio de la Sagrada Familia,
Séforis, Tierra Santa.

PERO DIOS TENÍA OTROS PLANES…

UN REGALO MÁS DE LA DIVINA PROVIDENCIA
Queridos amigos:
Como enseña hermosamente el apóstol san Pablo, “todo coopera para el bien de los que aman a Dios” (Ro 8, 28), y esto se refiere tanto a los bienes como a los males que se constituyen en verdaderas pruebas purificadoras de nuestras almas: los bienes, para agradecérselos y fomentarlos, compartirlos y hacerlos fructificar en la medida de nuestras posibilidades; y los males para aprender a unirnos a la cruz de Cristo, para tener algo qué ofrecer y medir nuestra virtud en orden a acrecentarla durante el momento de la prueba. Pero de todo esto no estaremos seguros ni nos haremos partícipes tampoco sin un profundo espíritu de fe, que es la virtud teologal que nos permite ver la mano de Dios detrás de todas las cosas buscando nuestro bien, o mejor dicho “queriendo siempre nuestro bien”, y arreglándoselas para ofrecérnoslo siempre y cuando nosotros no le pongamos obstáculos. Pues bien, este año nuevamente estaríamos sin voluntarios para la cosecha de las aceitunas con las que hacemos el aceite para el monasterio, y que además podemos vender del excedente para contribuir a nuestro sustento (anteriormente tuvimos una pequeña ayuda, pero teniendo que pagar bastante); todo esto debido, principalmente, a la aún difícil situación para todos… pero Dios tenía otros planes: hace un tiempo habíamos conocido al agregado militar de Chile, al de Perú y algunos otros amigos de ellos que por motivos de trabajo se encuentran en Tierra Santa; e inmediatamente nos ofrecieron su ayuda para lo que necesitáramos, proponiendo ellos mismos una jornada de voluntariado en el monasterio. Fue así que después de un tiempo nos pusimos en contacto nuevamente y concretamos todo para este pasado sábado 16, en que agregados militares, sus familias y algunos amigos de Chile, Perú, Argentina, España, México y Honduras, llegaron por la mañana a participar de la santa Misa en honor de los dueños de casa, san Joaquín y santa Ana, ofreciéndonos ayuda desde el inicio en la preparación de todo (ya que al ser tantos había que preparar todo afuera pues no entrábamos todos en la capilla), incluyendo improvisar la capilla al centro de la basílica llevando todo lo necesario, limpiando sillas, ordenando y hasta dirigiendo los cantos para la santa Misa, la cual nos agradecieron mucho por lo importante que es este lugar santo para las familias, ya que ha sido santificado por la mismísima Sagrada Familia desde los abuelos hasta el mismo Jesucristo con la Virgen y san José y su paso por aquí.
Posteriormente nos preparamos con las ropas de trabajo y luego de un pequeño refrigerio nos pusimos manos a la obra todos juntos: grandes y chicos, laicos y monjes trabajando en un clima de gran alegría entre conversaciones muy interesantes y preguntas y respuestas que se convirtieron por fuerza en un hermoso apostolado.
Después de la cosecha nos esperaba un gran asado festivo con las familias, en el que además de compartir experiencias, y teniendo a más de un guitarrista cantor entre los voluntarios, comenzó la guitarreada con cantos típicos de los distintos países de nuestros nuevos amigos, para terminar después de un buen rato con el tradicional canto a la Virgen en acción de gracias y la bendición a todos los presentes luego de reiterarles nuestro agradecimiento e invitándolos para cuando quieran a la santa Misa en español que realizamos cada sábado a las 18:00 horas de acá; o a pasar algunos días de retiro en nuestra pequeña hospedería cuando lo deseen, con el compromiso de más de uno de regresar a visitar la casa de santa Ana y a los monjes que la cuidan.
Agradecemos como siempre a Dios, quien tenía otros planes para la cosecha de este año; y por supuesto a la Sagrada Familia y a las personas que rezan por nosotros, correspondiendo continuamente con nuestras oraciones por sus intenciones.
Con nuestra bendición, en Cristo y María:
Monjes del Monasterio de la Sagrada Familia,
Séforis, Tierra Santa.
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“Agradeciendo sus oraciones”

Breves del Monasterio de la Sagrada Familia

Queridos amigos:
Dice Dom Columba Marmion que “la gratitud es el primer sentimiento que debe hacer nacer en nosotros la gracia bautismal; el segundo es el gozo. Jamás deberíamos pensar en nuestro bautismo sin un profundo sentimiento de alegría interior”; y enseña el catecismo que: “Hay algunas obras admirables y ciertos dones riquísimos del Espíritu Santo, que se dice que nacen y provienen de Él, como de una fuente inagotable de bondad […]; con la palabra “don” se significa lo que se da afectuosa y gratuitamente, sin tener esperanza alguna de remuneración; y, por consiguiente, cualesquiera dones y beneficios que nos hace Dios ¿y qué cosa tenemos, como dice el Apóstol, que no la hayamos recibido de Dios?, debemos reconocer con ánimo piadoso y agradecido que se nos dieron por consentimiento y gracia del Espíritu Santo”.
Siguiendo con esta hermosa realidad, queremos compartir con ustedes algunas de las actividades que hemos podido realizar en nuestro monasterio, siendo tiempos muy intensos de trabajo y oración, a modo de agradecimiento, como siempre, a Dios, la Sagrada Familia y a todos aquellos que rezan por los monjes de la casa de santa Ana, y que constantemente nos escriben para reiterarnos su acompañamiento a la distancia.
Trabajos
Después de mucho tiempo, finalmente pudimos conseguir una habitación externa para hacer las veces de cuarto de herramientas y depósito, el cual nos era sumamente necesario, debido a que nuestro monasterio ubicado junto a las ruinas de la basílica cruzada, es en sí mismo es muy pequeño y por esa razón las herramientas y algunas otras cosas debíamos guardarlas a veces en el pasillo mismo del monasterio o en nuestras celdas, pero gracias a este nuevo cuarto, todo ese espacio ha quedado nuevamente libre y todo lo que necesitamos para cuidar la casa de santa Ana ya tiene su propio lugar para quedar ordenado después de las horas de trabajo. Hicimos nosotros mismos la base de cemento con la ayuda de nuestros padres misioneros que nos visitaron unos días (haciendo como pudimos las veces de albañiles: es que en tierra de misión hay que aprender a hacer de todo según las necesidades), y posteriormente trajeron e instalaron la habitación.
Artesanías
Terminamos de envasar en botellas más pequeñas el último aceite que nos quedaba: 33 botellas de casi un litro cada una, poniendo ocho junto con los maceteros de cactus que preparamos también con algunos cactus del monasterio y otros conseguidos afuera, ya que acá les encantan los del jardín y constantemente nos lo dicen. Al día siguiente de terminar de envasar todo, vino un grupo grande de cristianos rusos, con quienes pudimos compartir un diálogo como siempre agradable, respondiendo a sus preguntas acerca de la vida monástica y ofreciéndoles de los productos que hacemos en el monasterio. Lo más interesante y anecdótico fue que ese grupo en 10 minutos ya se había llevado todo el aceite, siendo de gran ayuda para el monasterio y de gran apostolado al llevarse con ellos el trabajo de los monjes.
Nuestra Señora de los dolores
Pudimos celebrar la exaltación de la santa Cruz con la correspondiente solemnidad con nuestra familia religiosa en Belén, al igual que al otro día temprano a nuestra Señora de los dolores, aniversario de votos perpetuos de muchos de nuestros religiosos, festejando en la casa de las hermanas y saliendo hacia Jerusalén después del desayuno festivo, para rezar en el Santo Sepulcro y pedir por las intenciones y necesidades de todas las almas encomendadas a nuestras oraciones.
Le pedimos a María santísima la gracia de permanecer siempre fieles a los buenos propósitos que le hemos hecho a Dios, y serle siempre agradecidos por tantos dones dispensados por su infinita misericordia.

“Fin de los conciertos y Tercera Orden en Séforis

Desde la casa de santa Ana

Queridos amigos:
Como bien sabemos, la Divina Providencia siempre sabe sacar y repartir sus bienes incluso de entre las mismas adversidades, y es que la bondad divina jamás se queda quieta y busca constantemente derramar sus bendiciones, siendo así que, pese a la difícil situación actual, que se ha dejado ver en Tierra Santa -entre otras cosas-, por la ausencia de los peregrinos que siempre formaron parte de los santos lugares, ha seguido haciéndose notar en la casa de santa Ana. Si bien los peregrinos locales siguen siendo pocos, los visitantes locales no cristianos han aumentado considerablemente este último año, razón por la cual el apostolado de “dar a conocer mejor lo que creemos y que fundamente nuestra vida consagrada”, se ha convertido en una verdadera impronta al momento de recibir a estos grupos, quienes suelen aprovechar para intercambiar opiniones y escuchar acerca del estilo de vida monástico y todo lo que implica la realidad de un monasterio. Todo esto ha contribuido también a la organización de los conciertos que les hemos ido compartiendo “por fragmentos”, por parte del Moshav (pueblo en que vivimos) y el kibut vecino, quienes con nuestra colaboración pudieron llevar a cabo estos hermoso encuentros musicales, llegando a tener más de 300 personas en el último, al cual también llegaban a partir de una hora y media antes, tanto para conocer el lugar como para hablar con los religiosos y adquirir los sencillos productos que podemos ofrecer realizados aquí mismo. Realmente cada concierto se convirtió en un apostolado del todo especial y motivo de que luego varios grupos nuevos vinieran también a conocer la casa de santa Ana.
Por otro lado, les compartimos la memorable visita de miembros de la Tercera Orden del IVE en Tierra Santa, es decir, aquellos laicos que se han comprometido oficialmente a vivir y adentrarse más y más en el espíritu propio de nuestra familia religiosa.
Luego de haber visitado Cesarea durante la mañana, se dirigieron hacia el medio día al monasterio, donde pudimos compartir el almuerzo y una extensa sobremesa, donde fueron variados e interesantes los temas que pudimos tratar, aclarando dudas y compartiendo hermosas experiencias, especialmente en lo que respecta al testimonio de vida cristiana de cada uno viviendo acá, así como la gran alegría de encontrar a muchas personas que comparten el mismo entusiasmo por vivir su fe de la mejor manera posible.
A continuación, los sacerdotes nos pusimos a atender a las confesiones hasta la santa Misa de los terciarios, presidida por el P. Marcelo, quien venía a cargo del grupo. Posteriormente, llegaron nuestros feligreses habituales para participar de la santa Misa como cada sábado, presidida por el P. Jason, para luego juntarnos todos nuevamente y compartir una sencilla merienda antes de despedirnos comprometiendo nuestras mutuas oraciones, y esperando más visitas a la casa de santa Ana.
Damos gracias a la Sagrada Familia por las innumerables gracias que no dejan de bendecir este santo lugar, y pedimos especiales oraciones por los cristianos de Medio Oriente y su santificación.
En Cristo y María:
Monjes del Monasterio de la Sagrada Familia,
Séforis, Tierra Santa.